Parroquia Cristo Redentor

Blog del párroco

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  • 2016-09-21 4:11 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Continuando con la enseñanza de la semana pasada sobre el uso de los bienes terrenos para hacer la voluntad de Dios con ellos, siendo administradores fieles, hoy Jesús nos presenta la parábola del rico y el pobre Lázaro. El rico es un ejemplo del que no es fiel en su administración de los bienes terrenos: es incapaz de hacer el bien con ellos, sobre todo a los más necesitados que Dios pone junto a él, porque el disfrute de los placeres que los bienes le permiten le insensibilizan a la realidad que le rodea, incluso a las personas. En este caso no se trata de la infidelidad de haber adquirido las riquezas injustamente, sino de administrarlas injustamente, pensando solo en él y olvidando a los que Dios le puso en el camino para que compartiera sus bienes generosamente con ellos. Lázaro, cuyo nombre significa “a quien Dios ayuda”, no sólo padece hambre (“con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico”) y enfermedad (“cubierto de llagas”), sino que es ignorado olímpicamente por el rico. Sólo los perros lo reconocen y se le acercan (“los perros se le acercaban a lamerle las llagas”). La parábola destaca al comienzo que los ricos “no ven” (no aprecian el mundo real) y al final que “no escuchan” (la Palabra de Dios). ¿Acaso hay un Lázaro en mi vida?  ¿Qué estoy haciendo por ayudar?


    Consejo de la semana: Te invito a reflexionar y a dialogar con Dios en tu oración sobre lo que Él te pide compartir de lo mucho que te da, sobre todo con los necesitados. Par comenzar, haz estos ejercicios matemáticos: (1) Suma todo lo que a lo largo de un año regalas a obras de caridad dentro y fuera de la Iglesia, ¿qué porciento representan de tu ingreso bruto? (2) Suma todo lo que a lo largo de un año empleas para adquirir cosas para tu uso y disfrute que no son absolutamente necesarias, ¿qué porciento representan de tu ingreso bruto?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-09-15 3:32 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    La parábola del administrador acusado de ser deshonesto –tan deshonesto como el rico usurero dueño de la hacienda– da pie para que Jesús, tomando nota de la astucia con la que ambos proceden, sobre todo el administrador cuando sabe que va a ser despedido, nos invite a ser también astutos para obrar honestamente como el dueño y su administrador lo fueron para obrar mal. Cuando la mundanidad se apodera de nosotros sabemos buscar todos los medios para salir adelante en las cosas del mundo, incluso perjudicando a otros si es necesario. Jesús quiere que el Espíritu de Dios se apodere de nosotros para que busquemos todos los medios para hacer el bien –como administradores que somos de todo lo que Dios ha puesto en nuestras manos (de lo ajeno)– también con los bienes materiales y el dinero. El cristiano no puede hacerse cómplice del “dinero injusto”, sino que debe hacerse amigos con él –es decir, hacer el bien– “para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas“ (16,9). Por eso nos dice Jesús: “si, pues, no fuisteis fieles en el dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro?” (16,11-12) Si no somos fieles administrando lo que es de Dios, ¿cómo vamos a esperar recibir lo que Dios quiere darnos para que sea nuestro: las eternas moradas, es decir, Dios mismo?


    Consejo de la semana: Revisa tu uso de los bienes materiales y del dinero. ¿Los ves como dones de Dios, siendo tu su administrador? ¿O los consideras tu posesión, porque los has ganado con tu esfuerzo, sin ayuda de nadie, ni siquiera de Dios? A la hora de emplear los bienes materiales, ¿consultas con Dios buscando manejarlos como Él lo haría en tu lugar?, ¿o puedes disponer de ellos libremente porque son tuyos?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-09-06 1:40 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    En este Jubileo de la Misericordia leemos hoy las tres parábolas de la misericordia que recoge san Lucas en el capítulo 15 de su evangelio. La infinita misericordia de Dios es la manifestación de su ser Amor que se desvive por cada uno de nosotros sin escatimar nada para llevarnos a lo que es el verdadero bien para cada uno, a lo que nos hace plenos y felices.  Para eso tiene que atraernos con su amor de tal modo que el pecado, las desviaciones voluntarias de su voluntad que buscamos y llevamos a cabo creyendo equivocadamente que con ello alcanzamos felicidad y plenitud, no nos atraigan. Su amor incondicional busca como primer paso, necesario para abrirnos a la plenitud de su amor, el perdón de los pecados que hemos cometido y que nos han hecho daño y han dañado nuestras relaciones con los demás y con la creación. La misericordia divina no la detiene ni la cantidad ni la gravedad de nuestros pecados. Sólo le interesa que nos demos cuenta de lo que hemos hecho y, reconociendo que estamos mal, le dejemos perdonarnos y amarnos como solo Dios puede amar. ¿Te sorprende que Dios te ame sin importarle lo que hayas hecho, sino solo buscando tu felicidad y bienestar? ¿Has experimentado esto en tu vida? ¿Te atreverías a dejar que en ti Dios amara así a los demás? ¿Te gustaría ser misericordioso como el Padre?


    Consejo de la semana: Las parábolas de hoy nos muestran un Dios que sale de sí para buscar a los pecadores y amarlos allí donde están y como están, esperando una respuesta positiva de conversión a su amor. Te invito a reflexionar si percibes esta dinámica en nuestra comunidad parroquial y si la percibes en ti. Dialoga en tu oración sobre cómo quisiera Dios que te integraras en esta dinámica del Amor divino.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-08-31 9:35 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    En el pasaje evangélico de hoy Jesús nos expone con claridad y sin atenuantes las exigencias, actitudes y consecuencias de su seguimiento, es decir, del discipulado. Primero señala dos condiciones: el desapego de lo que más queremos (la familia y la propia vida) para ser capaces de poner primero en la vida a Dios y su voluntad, y la disponibilidad para llevar la cruz detrás de Cristo enfrentando todo lo que la ruta de la voluntad de Dios conlleve de auto-negación. Y dos actitudes: realismo (como el del constructor que quiere estar seguro de poder terminar su obra) y prudencia (como la del rey que se plantea librar una batalla y necesita saber con qué cuenta para decidir cómo actuar). Sin ellas es imposible aceptar plenamente las exigencias del seguimiento y la consecuencia será el fracaso, por mucho que sea el entusiasmo. Al final Jesús añade una tercera exigencia: el desapego de los bienes. Dios tiene que estar absolutamente en el primer lugar. Cualquier cosa que ate el corazón y ocupe un lugar antes que Dios en nuestras prioridades hace imposible el discipulado. ¿Puedo decir que existen en mi vida personas o bienes que ocupan un puesto más importante que el que ocupa Jesús? ¿En qué lo constato?


    Consejo de la semana: Te invito a ver si hay algo que revisar en tu modo de recibir la comunión. Para recibir la comunión en la mano primero se responde en voz alta con un “Amén” al ministro que, con la hostia consagrada en la mano, nos dice “El cuerpo de Cristo”.  Luego se coloca la mano derecha debajo de la izquierda (o la izquierda debajo de la derecha si la persona es zurda) y se espera a que el ministro coloque el cuerpo de Cristo en la mano.  Entonces con la mano de abajo se toma y se lleva a la boca.  Esto se hace dando la cara al ministro antes de retirarse al asiento. El gesto de recibir la comunión esperando que el ministro la coloque, bien en la lengua, bien en la mano, expresa que es un don que se recibe. Por eso la comunión no se toma ni del copón ni de la mano del ministro, porque indicaría erróneamente que nos la podemos dar por nosotros mismos.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-08-27 8:00 AM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    En el guión de la Lectio divina del evangelio de hoy domingo (y que encuentras en nuestra página web), el P. Fidel Oñoro nos dice: «Todo lo que hagamos por dar brillo a nuestro honor, prestigio y esplendor carece de valor en presencia de Dios. Por eso, en este tipo de cosas no vale la pena gastar energías porque pertenece al mundo de la vanidad, que en el fondo es vaciedad, una forma de egoísmo por la exaltación del propio yo. Es Dios, no nuestra ambición, quien nos da el valor y la importancia que tenemos. De ahí que el verdadero lugar del hombre es el que ocupa ante Dios y no el que puede ganar esforzándose en su propia promoción. Lo mismo vale para las relaciones entre nosotros. Hay que evitar la autopromoción y más bien actuar desde la humildad, no nos corresponde a nosotros sino a los otros la promoción. La última palabra sobre el valor de las personas la tiene Dios». De ahí que Jesús nos diga: “Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc 14,11). ¿Me promociono ante Dios del algún modo? ¿Cómo afecta mi fe esta actitud? ¿Cómo quiere Dios que me vea ante Él?


    Consejo de la semana: Cuando damos en base a lo que recibimos o pensamos recibir, y si no esperamos recibir damos bien poco o prácticamente nada, estamos actuando totalmente en contra de la lógica de Jesús. Estamos creando muros de exclusivismo frente a los desfavorecidos que no pueden reportarnos beneficios, cuando según Jesús lo que debemos hacer es precisamente lo contrario: acogerlos y servirlos sin condición.  Como Él, que vino a servir, especialmente a los que más lo necesitaban. Esta semana te invito a examinarte sobre este punto.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-08-20 8:31 AM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Hoy le preguntan a Jesús si son pocos los que se salvan. Pero Jesús no responde en el plano que está hecha la pregunta (si serán muchos o pocos) sino que se pronuncia desde un nivel de comprensión más profundo. Está claro que cada uno tiene que preguntarse por su salvación: sobre cómo está dejando que Dios lo salve o cómo está rechazando con su vida la salvación que Dios le ofrece. No basta “comer y beber” con Jesús, ni siquiera escuchar sus enseñanzas: “hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas” (13,26a). Es necesario poner por obra la Palabra, dejando que se haga vida en cada uno de nosotros. Jesús se concentra en lo que es necesario hacer para salvarse, dejando claro que todo el que quiera podrá salvarse. La imagen de la “puerta estrecha” que puede convertirse en una “puerta cerrada” deja claro que la muerte marca un límite infranqueable cuando se trata de acoger la salvación. Dios quiere que todos se salven, pero –como dicen muchos anuncios comerciales– la oferta es por tiempo limitado. ¿Cómo vamos en el proceso de identificar nuestra vida con la de Jesús, ajustándola a la voluntad del Padre?


    Consejo de la semana: En el mes de enero de este año propuse que durante este Año jubilar de la misericordia que concluye en noviembre escogiéramos una de las 14 obras de misericordia (7 corporales y 7 espirituales) para realizar cada semana. ¿Cómo vas en esa tarea?  También te invito a visitar las iglesias y santuarios –tanto en San Juan como, si te es posible, en alguna de las demás diócesis– donde se ha establecido una Puerta Santa. La información está en nuestra página web bajo la pestaña “Conecte”. Prepara bien esa visita y cruza la Puerta Santa, que simboliza a Cristo, con el propósito de que marque un antes y un después en tu vida de identificación con Cristo.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-08-13 7:56 AM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    En el evangelio de hoy Jesús emplea la imagen del fuego para describir la misión que el Padre le ha encomendado realizar. El fuego es una imagen muy utilizada en la Biblia. El fuego purifica, destruye lo que no tiene consistencia o está muerto –como la paja o las hojas secas–, ilumina –como las lenguas de fuego de Pentecostés–, da calor –que permite conservar la vida en el frío extremo–. Jesús también emplea la imagen del bautismo, palabra que nos llega del griego y que significa inmersión. Cristo va a ser sumergido en la prueba de su Pasión, Muerte y Resurrección. Como sucede con el bautismo con agua por inmersión, que simboliza el morir (al sumergirse bajo el agua) y el renacer a la vida (al emerger del agua), así el bautismo que Jesús va a vivir le llevará a una nueva vida en la que su Humanidad Santísima va a participar de la vida divina. ¿Siento como un fuego la misión que Cristo me ha encomendado de llevar a todos la Buena Nueva del amor de Dios? ¿Estoy dispuesto a que mi vida sea un bautismo que por medio de las pruebas me lleve a morir a una existencia meramente humana y me abra a recibir la plenitud de la vida divina? De ser así, esto hará que inevitablemente surja la división entre los que a mi alrededor acogen la propuesta de Dios y los que la rechazan, incluso en la misma familia.


    Consejo de la semana: Te invito a conocer y vivir más plenamente la Santa Misa para que de tu participación obtengas el máximo fruto. Durante la recitación del Credo o Profesión de fe, las palabras “y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre” se pronuncian con la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, en señal de respeto y agradecimiento a Dios por el increíble amor que nos mostró con el  acontecimiento de la Encarnación. Ayúdate de este gesto.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-08-05 5:50 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Con dos parábolas complementarias hoy Jesús nos enseña la necesidad de estar preparados para acoger su llegada: la última, al final de los tiempos, pero más importante aún, la cotidiana en las personas y acontecimientos. El acomodamiento a lo que ofrece nuestro entorno es un peligro que como discípulos tenemos que evitar mientras esperamos la llegada del Reino, como pedimos en el Padrenuestro. La falta de oración, el egoísmo, el meterse en las cosas del mundo sin tiempo para Dios, el poner la seguridad en las cosas temporales, entre otras cosas, nos lleva a tener mentalidad de dueños en lugar de administradores de los dones de Dios, que es lo que en realidad somos: “¿Quién es el administrador fiel y solícito?” (Lc 12,42a). La Palabra, acogida diariamente en nuestro corazón, nos hará estar siempre disponibles para servir al Señor que llega de diversas maneras a nuestra vida; nos dará la sensibilidad para reconocerle y responder sirviéndole. La paradoja es que cuando servimos al Señor, es Él quien en realidad nos sirve: “Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo” (Lc 12,37c), porque el Señor es el Servidor por excelencia. ¿Cómo es tu espera de la llegada del Reino?


    Consejo de la semana: Examina tu uso del tiempo y de los bienes materiales y el dinero. ¿Los manejas como dueño o como administrador del verdadero Dueño que es Dios? ¿En qué lo notas? Examina tu trato a los demás. ¿Eres de los que sirven o de lo que se sirven de los otros?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-07-29 8:55 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Jesús nos dice hoy: “guardaos de toda clase de codicia” porque poner el corazón, la felicidad y la seguridad en el poseer es siempre un peligro que nos asecha. Primero, porque el deseo infinito de plenitud del ser humano sólo se satisface con Dios. Nada creado y limitado –ni el poder, ni el placer, ni las posesiones– puede saciarlo.  De ahí que ninguna cantidad de estos nos basta; siempre queremos más, y por más que consigamos seguimos insatisfechos. Segundo, este comportamiento nos lleva a tratar a las personas como objetos, como cosas. Perdemos el valor del “otro” y del “Otro”, poniendo el poder, el placer o las posesiones por encima de las personas y de Dios, que se convierten en medios para lograr más poder, placer o posesiones. Nos toca reflexionar: ¿me he dejado “lavar el cerebro” por los medios de comunicación y vivo pendiente de alimentar mi deseo de poder, placer o poseer? ¿En qué lo puedo detectar? ¿Qué me dirían los que viven y comparten conmigo diariamente?


    Consejo de la semana: Haz una lista de las cosas que posees y que no necesitas, puesto que hace años que no las usas.  Determina deshacerte de ellas donando las que estén en buenas condiciones a personas necesitadas.  Haz una lista de las cosas que has decidido comprar a pesar de que tienes suficiente de ellas (por ejemplo, ropa, zapatos, perfumes, adornos, joyas, etc.).  Toma la decisión de donar a obras de caridad el dinero que ibas a destinar a comprarlas.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-07-21 9:48 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Jesús nos educa hoy en la práctica de la oración.  Una educación que no consiste en prácticas o técnicas para orar, sino en una triple certeza sin la cual no es posible la oración. La primera de ellas es la certeza de que Dios es nuestro Padre. La segunda, que como buen Padre, Dios nos escucha siempre. Y la tercera, que Dios es generoso con sus hijos y siempre les da lo mejor. La oración del Padrenuestro, que hoy leemos en la versión de Lucas, está impregnada de estas certezas que Jesús mismo vive plenamente en la relación con su Padre. La parábola del amigo que viene a pedir a medianoche nos enseña que nuestra oración debe ser, además, perseverante, sin desfallecer. Finalmente, Jesús usa tres verbos para describir lo que debe ser la oración: pedir (como indigentes necesitados que saben que siempre recibirán), buscar (el rostro de Dios), tocar (la puerta para que se abra y así entrar en la comunión con Dios). ¿Cómo es mi relación con el Padre al cual Jesús me enseña a dirigirme? A la luz de la enseñanza de Jesús, ¿qué debo revisar?


    Consejo de la semana: En un momento de oración lee despacio el Padrenuestro y detente en aquella frase que más te llega buscando la forma concreta de vivirla. ¿Será que debes perdonar a alguien?, ¿Será que debes estar más atento al diálogo con Dios? ¿Será que debes acoger con más fe y alegría la voluntad de Dios? Toma las decisiones necesarias para llevar a la práctica lo que has visto en la oración.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel    

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