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Domingo 14 del Tiempo Ordinario - Ciclo B
7 de julio de 2024
LITURGIA DE LA PALABRA Profeta en no es quien predice el futuro sino quien valora las cosas según Dios y habla en su nombre. El verdadero profeta ha sido elegido por Dios para esto. Es el caso de todo bautizado –tuyo y mío– que participa de la misión profética de Cristo. Son muchos los obstáculos en esta misión, desde la incredulidad de los destinatarios (como nos muestra el evangelio de hoy) hasta el ataque por parte de los falsos profetas (aquellos que todo el mundo quiere oír porque dicen lo que agrada, no lo que Dios quiere que se diga). Hoy se nos invita a reflexionar sobre cómo estamos siendo profetas en nuestra familia, trabajo, parroquia, comunidad. ¿Con qué obstáculos me encuentro? ¿Qué hago –o debería hacer– para superarlos? CONSEJO DE LA SEMANA En la liturgia bien celebrada participa todo nuestro ser: mente sentimientos, vista, tacto, voz… nada escapa de la influencia divina cuando dejamos que el Espíritu Santo ore en nosotros y con nosotros. Llega unos minutos antes de la hora señalada para la Santa Misa y recógete en oración ante el Santísimo. Verás. VIDA PARROQUIAL Duchas Padre Vernard Misa dominical Misa ferial y Adoración Internet Lectio divina Enfermos y confinados a su hogar Oficina Para hacer su donativo Donativos para Teleoro, Unidos contra el hambre, Cáritas de PR y Cáritas parroquial INFORME ECONÓMICO
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Gloria
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (2, 2-5)
En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía:
«Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Ellos y sus padres me han ofendido hasta el día de hoy. También los hijos tienen dura la cerviz y el corazón obstinado; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor”. Te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos».
Palabra de Dios. (R. Te alabamos, Señor.)
Salmo
(122, 1b-2b. 2cdefg. 3-4 (R.: cf. 2))
R.: Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia.
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R.
Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12, 7b-10)
Hermanos:
Para que no me engría, se me ha dado una espina en la carne: un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría. Por ello, tres veces le he pedido al Señor que lo apartase de mí y me ha respondido:
«Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad».
Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo.
Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Palabra de Dios. (R. Te alabamos, Señor.)
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6, 1-6)
(R. Gloria a ti, Señor.)
En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor. (R. Gloria a ti, Señor Jesús.)
Credo
Credo de Nicea-Constantinopla
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.
Credo «de los Apóstoles»
Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven espiritualmente a mi corazón.
(Pausa de adoración)
Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén.