Queridos hermanos y hermanas:
En el pasaje evangélico de hoy Jesús nos expone con claridad y sin atenuantes las exigencias, actitudes y consecuencias de su seguimiento, es decir, del discipulado. Primero señala dos condiciones: el desapego de lo que más queremos (la familia y la propia vida) para ser capaces de poner primero en la vida a Dios y su voluntad, y la disponibilidad para llevar la cruz detrás de Cristo enfrentando todo lo que la ruta de la voluntad de Dios conlleve de auto-negación. Y dos actitudes: realismo (como el del constructor que quiere estar seguro de poder terminar su obra) y prudencia (como la del rey que se plantea librar una batalla y necesita saber con qué cuenta para decidir cómo actuar). Sin ellas es imposible aceptar plenamente las exigencias del seguimiento y la consecuencia será el fracaso, por mucho que sea el entusiasmo. Al final Jesús añade una tercera exigencia: el desapego de los bienes. Dios tiene que estar absolutamente en el primer lugar. Cualquier cosa que ate el corazón y ocupe un lugar antes que Dios en nuestras prioridades hace imposible el discipulado. ¿Puedo decir que existen en mi vida personas o bienes que ocupan un puesto más importante que el que ocupa Jesús? ¿En qué lo constato?
Consejo de la semana: Te invito a ver si hay algo que revisar en tu modo de recibir la comunión, que puede ser en la boca o en la mano, según se prefiera. No olvides que antes de recibir la comunión primero se hace un gesto de adoración que puede ser genuflexión o reverencia con la cabeza. Luego se responde en voz alta con un “Amén” al ministro que, con la hostia consagrada en la mano, nos dice “El cuerpo de Cristo”. Para recibirla en la boca es necesario abrir la boca y sacar un poco la lengua, de modo que allí pueda colocarse el cuerpo de Cristo. Para recibirla en la mano se coloca la mano derecha debajo de la izquierda (o la izquierda debajo de la derecha si la persona es zurda) y se espera a que el ministro coloque el cuerpo de Cristo en la mano, que debe estar abierta y plana, evitando así que pueda deslizarse la forma y también que el ministro tenga que tocar nuestra mano. Entonces con la mano de abajo se toma y se lleva a la boca. Esto se hace dando la cara al ministro antes de retirarse al asiento. El gesto de recibir la comunión esperando que el ministro la coloque, bien en la lengua, bien en la mano, expresa que es un don que se recibe. Por eso la comunión no se toma ni del copón ni de la mano del ministro, porque indicaría erróneamente que nos la podemos dar por nosotros mismos.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel