Queridos hermanos:
El Dios hecho hombre –la Palabra hecha carne– por su infinito amor hacia nosotros se hace verdaderamente hombre con todas las implicaciones que ello conlleva. Aunque no tiene pecado, asume sobre sí las consecuencias de los pecados de la humanidad y comparte la suerte de los seres humanos pecadores. Por eso se somete al bautismo de Juan. Esta escena abre la vida pública de Jesús y anticipa lo que será su culminación: su solidaridad para con nosotros pecadores lo llevará a la muerte en cruz. Para los lectores de su evangelio, Mateo deja claro que aunque Jesús se bautice como los demás, no es un pecador: Dios Padre ratifica que Jesús es su Hijo y envía sobre Él su Espíritu. El amor fiel de Dios manifestado en Jesús –amor que hemos contemplado en estos días de Adviento y Navidad– debe despertar en nosotros un agradecimiento y asombro tales que tomemos la decisión irrevocable de acoger ese amor como don en nuestras vidas, para disfrutarlo y comunicarlo a los demás.
Consejo de la semana: Hoy concluye el breve tiempo litúrgico de la Navidad y nos encontramos iniciando un nuevo año. De las cosas que has visto en tu oración personal que Dios te pide, toma una o dos, y pon manos a la obra sin dejar pasar un día más. Si no has visto nada claro, te sugiero: (a) adoptar la costumbre de acudir mensualmente al sacramento de la Reconciliación, (b) adoptar la práctica de dedicar al menos treinta minutos semanales a la adoración eucarística, (c) adoptar la práctica de orar diariamente media hora tomando como apoyo las lecturas de la Misa de cada día.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel