Queridos hermanos:
«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna» (Jn 6,54). Comulgamos para recibir como don la vida de Dios, la vida eterna, pero no basta con comulgar. Es necesario comulgar y no oponer resistencia a ser asumidos en la comunión con Dios: es necesario un proceso que llamamos conversión, mediante el cual permitimos que Dios nos haga ser como Él (“volver a nacer de Dios”). Por eso Jesús habla de “comer” y “beber”, y no de “tragar”, indicando con ello un proceso de asimilación y nutrición. En este proceso es clave la oración (relacionarse con Dios para dejarse guiar por Él) y los sacramentos (dejarse sanar y alimentar continuamente por Dios). También es indispensable que se manifieste la comunión con Dios en nuestras relaciones, en nuestro amar con acciones concretas, pasando de nuestro egoísmo a amar como Dios nos ama (“como Cristo nos amó”). ¿Quiero realmente comulgar o sólo me interesa tragar? ¿Recuerdo que he comulgado cuando llega el momento de dejar actuar a Cristo en mi vida?
Consejo de la semana: En la presentación de los dones se nos invita a poner junto al pan y al vino, en la procesión y en el altar, nuestros dones personales, comenzando por nuestras personas. La oración sobre las ofrendas presenta formalmente estos dones a Dios. Antes de venir a la Misa piensa en algunos de los dones que vas a colocar espiritualmente sobre el altar. Así nunca vendrás a Misa con las manos “vacías”. Y siempre saldrás con las manos “llenas”.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel