Queridos hermanos:
Cuando nos buscamos a nosotros mismos (nuestra voluntad, nuestro interés, nuestro bien) –aún sin pretender hacerle daño a los demás– le estamos haciendo daño al prójimo y nos lo hacemos a nosotros mismos. Quien se busca a sí mismo se cierra a Dios y a la luminosa revelación de su amor. Le falta el real vínculo con Dios capaz de determinar continuamente su vida: la voluntad de Dios. Fuera de ella no podremos experimentar su amor. El Hijo de Dios hecho hombre es la prueba tangible de que Dios nos ha amado primero. Pero es indispensable creer, es decir, confiar en Jesús viviendo en su voluntad, para experimentar el amor de Dios. ¿Tengo claro que “creer” (confiar en Dios y obedecerle) es en realidad dejarme amar por Él, dejar que su amor, manifestado en su Hijo entregado hasta la muerte en Cruz, me alcance?
Consejo de la semana: «La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.» (Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015). Te invito a meditar sobre lo que has recibido de Dios para tu prójimo. ¿Cómo va tu tarea de compartirlo esta Cuaresma? ¿Has experimentado también que lo que tu prójimo posee es un don para la Iglesia, la humanidad y para ti? ¿Qué cambios en tu vida harían posible esta experiencia?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios les bendiga abundantemente.
P. Ángel