Queridos hermanos:
¿Cómo resuenan en nuestros oídos las palabras del Maestro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18)? Jesús dice “mi Iglesia”, en singular, no “mis Iglesias”. Él ha pensado y deseado una sola Iglesia, no una multiplicidad de Iglesias independientes, o peor, en conflicto entre ellas. Renegar de la Iglesia es como renegar de la propia madre. “No puede tener a Dios por Padre”, decía san Cipriano, “quien no tiene a la Iglesia por Madre”. Un buen fruto de esta fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo sería que aprendiéramos a decir también nosotros, miembros de la Iglesia Católica a la cual pertenecemos: “¡Mi Iglesia!”. Mi pertenencia a la Iglesia se manifiesta en lo que estoy dispuesto a compartir de mi persona, de mi tiempo y de mis bienes con mi comunidad de fe. ¿En qué medida pertenezco realmente a la Iglesia? ¿O soy sólo un visitante, casual o regular, pero visitante?
Consejo de la semana: El rezo comunitario del Padre Nuestro nos prepara a la recepción del sacramento de la Comunión haciendo nuestros los sentimientos del Hijo: manejando los dones de Dios según su voluntad para que su nombre sea santificado y el Reino acontezca; confiando que Dios, Dador-de-los-dones, nos dará siempre lo necesario para vivir la comunión: el pan cotidiano, el perdón, su ayuda para no caer en la tentación y la protección del mal. En la Misa, reza el Padre Nuestro pensando en sus siete peticiones, y no en automático. Verás cómo cobra significado y te prepara realmente para recibir la Comunión.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios les bendiga abundantemente.
P. Ángel