Queridos hermanos:
En este día que dedicamos a agradecer a Dios quisiera compartirles algunas ideas sobre el agradecimiento con el fin de que nos ayuden a vivir en una verdadera acción de gracias este día y toda nuestra vida.
Lo primero que debemos entender es que todo es un don de Dios y que por todo debemos darle gracias: tanto lo que nos gusta como lo que no nos gusta, tanto lo que consideramos un bien como lo que consideramos un mal. Dios en su infinita sabiduría y providencia se sirve de todo para hacernos el bien: «Sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, de los que son llamados según su designio» (Romanos, 8, 28).
De aquí se sigue que todo lo que somos, podemos y tenemos, nuestro tiempo, talentos y tesoro son don de Dios y no un logro nuestro. Todo el esfuerzo, el sacrificio y la inversión de tiempo, talentos y tesoro que hemos hecho en nuestra vida hasta el día de hoy han sido solo el vehículo ordinario que le ha permitido a Dios darnos todo como don. Los dones de Dios se reciben gratis (por eso son dones); no se pueden adquirir ni conquistar.
Otra consecuencia de lo primero que dijimos es que no somos dueños sino administradores de todos los dones de Dios. Los dones de Dios se administran, no se poseen. El Dueño siempre es Dios. Se nos dan a manera de préstamo, por lo que tendremos que dar cuenta de cómo los manejamos. Cuando consideramos los dones como fruto de nuestro esfuerzo y los manejamos como si fuéramos sus dueños el resultado es que perdemos la libertad para hacer con ellos lo que Dios –su verdadero Dueño– nos pide. De paso sufrimos mucho y causamos sufrimiento a los demás. Con su Providencia divina Dios retiene el control sobre los dones que nos da para administrar, sobre el tiempo que los administramos y sobre los resultados de nuestra gestión de administradores. Cuando queremos controlar los dones para hacer con ellos nuestra voluntad actuamos como dueños, no como administradores, y de esa manera sufrimos innecesariamente, perdemos la paz y el gozo, y desperdiciamos la oportunidad de aprender a vivir como hijos de un Padre amoroso y providente, en quien podemos confiar para obedecerle.
Lo que caracteriza a un buen administrador es su fidelidad a la voluntad del dueño: «Lo que se busca en los administradores es que sean fieles» (1 Corintios 4, 2). Somos buenos administradores de los dones de Dios y le mostramos nuestro agradecimiento por ellos en la medida en que los manejamos según su voluntad. Y manejarlos según su voluntad es también el modo en que nos preparamos para recibir otros dones que Dios nos quiere entregar: «Porque a todo el que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará» (Mateo 25, 29).
Todo el empeño y el esfuerzo que ponemos en estudiar y capacitarnos, en trabajar, en servir, en cuidar nuestra salud y la de los nuestros, proteger los dones recibidos y hacerlos dar fruto, etc. es en definitiva el modo en que nos preparamos para manejar los dones que Dios nos quiere dar. A su vez, manejar bien los dones que Dios nos ha dado nos prepara para recibir el “Don-sobre-todo-don”: a Dios mismo, dador de todo don. Este es el fin con el que Dios nos lo da todo.
Al dar gracias hoy por todos los dones de Dios, tengamos bien presente que Él nos da dones para que experimentemos su amor por nosotros y para que seamos cauce de su amor para los demás, administrándolos como Él lo haría si estuviera en nuestro lugar, acrecentando así nuestra comunión de vida con Él.
Feliz Día de Acción de gracias.
Consejo de la semana: Te invito a repasar en tu oración los dones por los que estás más agradecido a Dios. Revisa si los estás manejando según la voluntad de Dios. También mira aquellos dones que te cuesta aceptar, que incluso te cuesta considerar que son dones de Dios porque te hacen sufrir. Habla con el Señor sobre su plan para ti con ellos.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios les bendiga abundantemente.
P. Ángel