Queridos hermanos y hermanas:
El evangelio contrasta la ofrenda a Dios de una pobre viuda con la de los Maestros de la Ley –que entregaban su vida al servicio de Dios– y la de los ricos –que entregaban grandes sumas a Dios–. La diferencia está en que la viuda no se limitó a dar de lo que tenía, sino a dar “todo lo que tenía para vivir” (12,44c). Jesús hace notar la gran lección que nos ofrece esta mujer: el “dar” no se mide por lo que entregamos sino por lo que nos reservamos. Por eso fue ella la que más dio. Para dar así es necesario que nuestra confianza esté totalmente en Dios –dador de los dones– y no en sus dones –por muchos que hayamos acumulado–. Sólo poseo aquello que soy capaz de entregar a Dios. Me posee aquello que no soy capaz de entregar a Dios. ¿Qué poseo y qué me posee?
Consejo de la semana: Al acercarse el fin del año litúrgico examina en qué proporción has ofrendado a Dios de los bienes materiales que te ha dado. ¿Has dado en proporción a lo recibido, o de manera improvisada? ¿Este año has vivido más sobriamente para poder ofrendar en una proporción mayor, liberándote del impulso a buscar, guardar y disfrutar siempre lo mejor para ti, dando a Dios y a los demás de lo que sobra? ¿Qué te ilusiona más: poseer y disfrutar o compartir generosamente con los demás? ¿Qué cambios te pediría Dios?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel