Queridos hermanos y hermanas:
El hijo pródigo es el prototipo del “ateo práctico”. No quiere saber nada del padre de la parábola –que representa a Dios–, sólo quiere sus cosas –la parte de la herencia– para llevar a cabo sus planes. Una vez que las consigue cree que son suyas, obtenidas gracias a su esfuerzo e ingenio, y tiene derecho a hacer con ellas lo que crea. El hermano mayor es el prototipo del “católico práctico”. Para obtener lo que ve como conveniente –los beneficios de vivir en la casa del padre, aunque no como hijo– “cumple” con Dios, le da para que Él le de. Tiene mentalidad de comerciante, de empleado, de sirviente. Y se siente con derechos a lo que Dios le “tiene” que dar a cambio de su servicio. Antes del regreso del hermano menor, ninguno ha descubierto que lo único que les hace plenos y felices es vivir en la “casa del padre” –ser en verdad hijos–, una metáfora para indicar la comunión con Dios. Únicamente cuando dejamos que Dios se nos de poniéndose a nuestro servicio –amándonos, pues Dios es Amor– recibimos el “paquete” completo que incluye a Dios y todos sus dones. Sólo entonces podemos decir como el padre de la parábola –y como Jesús en su vida y su Pasión– “todo lo mío es tuyo”. Pero cuando somos los únicos protagonistas de nuestras metas y proyectos –dejando a Dios fuera, sin importarnos Su voluntad– no alcanzamos a tener ni lo que creemos haber conseguido, ni tampoco a Dios.
Consejo de la semana: Te invito a meditar sobre lo que has recibido de Dios para tu prójimo. ¿Cómo va tu tarea de compartirlo –es decir, de manejarlo según la voluntad de Dios– esta Cuaresma? ¿Has experimentado también que lo que tu prójimo posee es un don para la Iglesia, la humanidad y para ti? ¿Qué cambios en tu vida harían posible esta experiencia?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel