Queridos hermanos y hermanas:
Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, comprueban hoy que el pecado y la muerte no tienen la última palabra. La tiene una vida según la voluntad de Dios, o sea, entregada generosamente al servicio de los hermanos con lo que somos y tenemos, y que antes hemos recibido de Dios. Es la vida que vivió Jesús. El discípulo amado “vio y creyó” (Jn 20-8). ¿Qué vio? El sepulcro, las vendas y el sudario. Todos signos relacionados a la muerte, consecuencia del pecado. Vio que estaban vacíos, que no hacían falta ni tenían sentido ya. Y concluyó que vivir como Jesús en fidelidad a la voluntad del Padre no desemboca en la muerte sino en la Vida. La Pascua nos demuestra que con Dios no tenemos que resignarnos a vivir para nosotros y por nuestra cuenta. Hagamos la experiencia del discípulo que Jesús tanto quería: acojamos al Resucitado y vivamos como Él: por, con, en y para Dios. Y así será nuestra su Vida y, junto con ella, tendremos todo lo demás que nuestro corazón anhela.
Consejo de la semana: En este gran día de la Pascua haz examen: ¿qué primeros frutos puedes recoger hoy del camino preparatorio de la Cuaresma, de esta Semana Santa y del Triduo Pascual que hoy culmina? ¿Qué sepulcros, vendas y sudarios vacíos puedes ver en tu vida? ¿Qué ha cambiado en tu relación con Dios, con los hermanos? ¿Qué aspectos de tu vida has dejado que el Padre resucite?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel