Queridos hermanos y hermanas:
En el guión de la Lectio divina del evangelio de hoy domingo (y que encuentras en nuestra página web), el P. Fidel Oñoro nos dice: «Todo lo que hagamos por dar brillo a nuestro honor, prestigio y esplendor carece de valor en presencia de Dios. Por eso, en este tipo de cosas no vale la pena gastar energías porque pertenece al mundo de la vanidad, que en el fondo es vaciedad, una forma de egoísmo por la exaltación del propio yo. Es Dios, no nuestra ambición, quien nos da el valor y la importancia que tenemos. De ahí que el verdadero lugar del hombre es el que ocupa ante Dios y no el que puede ganar esforzándose en su propia promoción. Lo mismo vale para las relaciones entre nosotros. Hay que evitar la autopromoción y más bien actuar desde la humildad, no nos corresponde a nosotros sino a los otros la promoción. La última palabra sobre el valor de las personas la tiene Dios». De ahí que Jesús nos diga: “Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc 14,11). ¿Me promociono ante Dios del algún modo? ¿Cómo afecta mi fe esta actitud? ¿Cómo quiere Dios que me vea ante Él?
Consejo de la semana: Cuando damos en base a lo que recibimos o pensamos recibir, y si no esperamos recibir damos bien poco o prácticamente nada, estamos actuando totalmente en contra de la lógica de Jesús. Estamos creando muros de exclusivismo frente a los desfavorecidos que no pueden reportarnos beneficios, cuando según Jesús lo que debemos hacer es precisamente lo contrario: acogerlos y servirlos sin condición. Como Él, que vino a servir, especialmente a los que más lo necesitaban. Esta semana te invito a examinarte sobre este punto.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel