Queridos hermanos y hermanas:
La parábola del administrador acusado de ser deshonesto –tan deshonesto como el rico usurero dueño de la hacienda– da pie para que Jesús, tomando nota de la astucia con la que ambos proceden, sobre todo el administrador cuando sabe que va a ser despedido, nos invite a ser también astutos para obrar honestamente como el dueño y su administrador lo fueron para obrar mal. Cuando la mundanidad se apodera de nosotros sabemos buscar todos los medios para salir adelante en las cosas del mundo, incluso perjudicando a otros si es necesario. Jesús quiere que el Espíritu de Dios se apodere de nosotros para que busquemos todos los medios para hacer el bien –como administradores que somos de todo lo que Dios ha puesto en nuestras manos (de lo ajeno)– también con los bienes materiales y el dinero. El cristiano no puede hacerse cómplice del “dinero injusto”, sino que debe hacerse amigos con él –es decir, hacer el bien– “para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas“ (16,9). Por eso nos dice Jesús: “si, pues, no fuisteis fieles en el dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro?” (16,11-12) Si no somos fieles administrando lo que es de Dios, ¿cómo vamos a esperar recibir lo que Dios quiere darnos para que sea nuestro: las eternas moradas, es decir, Dios mismo?
Consejo de la semana: Revisa tu uso de los bienes materiales y del dinero. ¿Los ves como dones de Dios, siendo tu su administrador? ¿O los consideras tu posesión, porque los has ganado con tu esfuerzo, sin ayuda de nadie, ni siquiera de Dios? A la hora de emplear los bienes materiales, ¿consultas con Dios buscando manejarlos como Él lo haría en tu lugar?, ¿o puedes disponer de ellos libremente porque son tuyos?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel