Queridos hermanos y hermanas:
El relato de hoy no tiene tanto la intención de mostrar el poder de Jesús para realizar milagros, como de mostrarnos la importancia de la gratitud para alcanzar la fe y, por ella, la salvación. En este sentido el pasaje conecta con el de la semana pasada, en el que Jesús le pedía a sus discípulos que para aumentar su fe fueran generosos y agradecidos en el servicio a los demás sin buscar recompensas. Si el obrar de Dios para con nosotros es pura gracia, entonces no podemos exigir derechos. La única actitud que cabe frente a la gratuidad divina es la gratitud nuestra. En el relato, de los diez leprosos curados, sólo uno, el extranjero samaritano, mostró su gratitud. Sólo él comprendió que lo que hizo Jesús por él fue un gesto de amor inmerecido. Y sólo él alcanzó la salvación por medio de la fe, porque su gratitud le abrió a reconocer el amor de Dios. Los otros nueve pensaron que lo merecían, pues nunca regresaron a agradecer, y con esa actitud se cerraron a la salvación. ¿Te consideras una persona agradecida? ¿Cómo le muestras tu agradecimiento a Dios?
Consejo de la semana: Te invito a comenzar cada día dando gracias a Dios en tu oración por algunos de los dones –de tantos– que te ha dado. Cultiva así un corazón agradecido para con Dios y agradecido para con los hermanos por medio de los cuales Dios te bendice con sus dones.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel