Queridos hermanos y hermanas:
En este último domingo del año litúrgico la Iglesia presenta a nuestra contemplación a Jesucristo, Rey del Universo. Y lo hace para asegurarse de que no nos equivocamos cuando pensamos en Jesús como Rey. Es común pensar que como es Dios, su reinado va a traernos prosperidad, va a eliminar los conflictos, el sufrimiento, los males, la enfermedad, etc. En una palabra: Cristo Rey va a salvarse a sí mismo y va a salvarnos a nosotros de todo lo que nos desagrada y nos hace sufrir: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lc 25,39). Pero el evangelio de hoy va precisamente en la línea opuesta, no porque Cristo no pueda vencer el sufrimiento y el mal, sino porque el camino que sigue para lograrlo es precisamente el de asumir en primera persona el sufrimiento y el mal para así quitarles su poder, demostrando que Dios-Amor es más fuerte. El Justo, el Inocente, con el poder de Dios se enfrenta al mal y sus consecuencias. Parece impotente y derrotado porque no usa su poder a la manera humana para vencerlos. Pero si contemplamos detenidamente la escena –así comienza el texto (aunque en la traducción que se lee en la Misa ha sido eliminado) : “estaba el pueblo mirando” (Lc 23,35)– desde el punto de vista de Dios –que es el que importa– notamos que desde su impotencia y humillación vence radicalmente el poder del mal. Ahí está expresado su reinado sobre el mal, su conquista de todo lo que se opone a la felicidad plena y a la vida en comunión del hombre con Dios. Nada limita su poder contra el mal: ni las burlas, ni los retos, ni las blasfemias, ni los grandes pecados humildemente reconocidos del así llamado “buen ladrón”. El poder de Cristo Rey es universal y pleno, es el poder de Dios. Este poder está a nuestra disposición si lo acogemos.
Consejo de la semana: Reflexiona en tu oración esta semana: ¿Todavía crees en un Cristo que reina eliminando el mal y el sufrimiento al estilo humano en tu vida y tu entorno? Mira los distintos personajes del relato y revisa qué obstáculos le pones tu al poder y al amor de Cristo Rey, el que te puede salvar del mal y el sufrimiento. ¿Ya has aceptado en tu vida compartir la suerte del Crucificado-Resucitado para vencer en tu entorno (hogar, parroquia, trabajo, escuela, etc.) –a la manera divina, reinando con Cristo– el sufrimiento y el mal?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel