Queridos hermanos y hermanas:
Luego de su perplejidad al encontrar que María, su desposada, estaba embarazada, y sin poder explicarse lo que había pasado –pues conocía bien a María y sabía que era incapaz de cometer adulterio– José decide repudiarla en secreto para no exponerla a la pena de lapidación. Es la mejor solución que humanamente pudo pensar ante algo que no entendía. Dios, sin embargo, tiene otros planes para él, los cuales le manifiesta a través del ángel. Y José, siguiendo fielmente lo que Dios le pide, hace posible la entrada del Hijo de Dios en el mundo como descendiente de David –en cumplimiento de las Escrituras– e hijo de una familia constituida por un padre y una madre–la Sagrada Familia–. José no reclamó a Dios derechos, no se aferró a su plan de casarse y ser padre, también biológico. Supo confiar en Dios sabiendo que Su voluntad es siempre lo mejor para nosotros y para los demás; en este caso, para Jesús y María y, por medio de ellos, para toda la humanidad. Llevó a su casa a María y a su hijo, y asumió la paternidad sobre éste, imponiéndole el nombre que el ángel le había dado. Aprendamos de José cómo responder a la voluntad de Dios por extraña o difícil de entender que nos parezca. Aprendamos que lo que le damos a Dios se nos devuelve multiplicado y lo que le negamos lo perdemos, tanto para nosotros como para los demás.
Consejo de la semana: Sin oración diaria bien hecha, sin ese encuentro con Dios por medio de su Palabra y el silencio, es imposible confiar en Dios como lo hizo José. Ora en silencio antes de comenzar tu día, antes de que la algarabía, las voces, la música ocupen tus sentidos. Medita en la invitación que Dios te hace para que lo acojas en tu vida ese día. Toma como base el evangelio de la Misa del día. Y escucha al Espíritu antes de dar tu respuesta, antes de dar tu «sí» a lo que Dios te pida. Hazte consciente que esa respuesta se hará concreta en tus palabras y acciones a lo largo del día. Luego, antes de ir a descansar en la noche, dedica un par de minutos a repasar tu día y ver cómo compara tu respuesta vivida contra la respuesta que diste en la oración. Pide perdón y ayuda por lo que no fue coherente y agradece todo lo demás. Y disfruta según va creciendo tu acogida de Dios.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel