Queridos hermanos y hermanas:
La evidencia de lo que Dios ha hecho en nuestra vida y nuestro entorno es innegable. La cantidad de dones con que nos ha enriquecido es inmensa. Pero, como dice el refrán, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Es lo que le dice Jesús a los judíos. Es lo que pasa cuando nos negamos a aceptar que todo lo que somos y tenemos proviene de Dios y lo atribuimos a otras causas sin que Dios tenga nada que ver en ello. Pero puede ocurrir también que no veamos la acción de Dios ni sus dones, no por obstinación sino por indiferencia. Tantas cosas nos ocupan y preocupan que no nos queda tiempo para la oración y contemplación. El ritmo de vida tan acelerado, el tiempo que dedicamos a cosas quizás buenas en sí pero inútiles para alcanzarnos la paz y la felicidad, los esfuerzos excesivos dedicados a trabajos y proyectos con los que pensamos alcanzar seguridad y felicidad son, entre otras razones, las falsas ilusiones y seguridades engañosas que nos llevan a vivir una vida sin sentido ni dirección, sin otra meta que la del placer o logro inmediato; son las que nos impiden ver a Dios actuando en nuestra vida y nuestro entorno. Hoy Jesús, «Luz del mundo» (Juan 9, 5) te invita a dejarte iluminar por Él, sólo por Él.
Consejo de la semana: Te propongo que de ahora en adelante, como muestra de tu agradecimiento a Dios –porque todo lo que eres, posees y vives es un don de su infinito amor por ti– lo primero que hagas tan pronto despiertas cada día sea acudir a Él para darle gracias y luego dediques unos tres minutos para recogerte en su presencia antes de comenzar tu día y consagrarte a Él.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel