Queridos hermanos y hermanas:
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Cor 13,13). Hoy celebramos el misterio central de nuestra fe: un Dios que es familia de personas, tres personas, un sólo Dios; la Santísima Trinidad. Dios es uno pero no solitario. Su esencia es ser comunión en el amor. La salvación consiste en vivir en la comunión de la Trinidad, y esto es posible gracias al Espíritu Santo que se nos ha dado y que es la corriente infinita de amor divino entre el Padre y el Hijo. No puedo vivir la comunión en solitario. Debo servir y ser servido, amar y ser amado. Para esto he sido creado, a imagen y semejanza de Dios. No encontraré plenitud ni felicidad fuera de la comunión con Dios y los hermanos. ¿Es mi relación con Dios individualista?
Consejo de la semana: Estamos llamados a hacer vida la comunión que Dios nos dona, manejando los dones para el servicio mutuo en la comunidad parroquial –«casa de la comunión»– como pecadores que van aprendiendo a hacerlo según la voluntad de Dios y en comunión con los hermanos que también están aprendiendo –«escuela de la comunión»– (cfr. San Juan Pablo II, Novo millennio ineunte 43). Los ministerios en la parroquia deben ser escuela de virtudes que choca frontalmente con el mundo materialista, consumista, hedonista, utilitario, deshumanizante (manipulador de las personas como si fueran cosas). ¿Por qué no participar en algún ministerio en la parroquia? ¿Por qué no animar a otros a participar?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel