Queridos hermanos y hermanas:
Hoy asisten María y Jesús a una boda en la que a los novios se les ha acabado el vino. Pero una boda sin vino no es una fiesta. El mensaje es claro: la boda sin vino, sin fiesta, es la vida sin Dios, en la que no hay alegría; por el contrario, la boda con el vino nuevo es la vida con Dios. El vino de los novios de esta boda se había acabado, igual que la alegría y el gozo que se fundamentan en las posibilidades humanas se acaban. El vino (=la vida y la alegría) que ofrece Jesús es nuevo, distinto al que tenían los novios (y por supuesto, muchísimo mejor, además de sobreabundante) porque es el que Dios da. El vino que Jesús regala a los novios apunta al vino que nos dará en la Eucaristía, un vino que es Él mismo. La Eucaristía es la fuente de la vida y la alegría verdadera. La Eucaristía es el sacramento del Misterio Pascual de Jesús, de su “hora”. El hombre de nuestro tiempo piensa que puede conseguirlo todo y solucionarlo todo por sí mismo, que con la técnica y la ciencia y la solidaridad va a conseguir la realización y la felicidad. No se da cuenta de que todo lo que hace sin Dios no da los resultados esperados y al final pasa. ¿Nos damos cuenta de que no hay otra solución que la que propone María: “Hagan lo que Él les diga”?
Consejo de la semana: Ora diariamente en tu hogar. Trata de que sea cada día a la misma hora. Prepárate un lugar que sea acogedor. Enciende una vela. Abre la Biblia. Coloca un crucifijo o la imagen de Nuestro Señor. Quizás también la de la Virgen o algún santo. Adopta una postura cómoda, pero sin que haya peligro de que te duermas. Para dejar a Dios actuar en ti en la oración tienes que estar bien despierto. Dedica cada día al menos 30 minutos. Invoca al Espíritu Santo y pídele que te abras a la presencia amorosa de Dios.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel