Queridos hermanos y hermanas:
Dios hecho hombre –la Palabra que existía desde el principio y por medio de quien se hizo todo– es la vida y la luz verdadera del hombre. A cuantos acogen a la Palabra, les da poder para ser hijos de Dios si creen en Él. En este primer domingo del año 2020 te invito a ponderar la grandeza de un Dios que nos ama tanto que no le basta regalarnos todo lo que ha creado, sino que se nos quiere regalar Él mismo. Quiere donarnos vida –su Vida– para que sea luz verdadera en cada uno de nosotros. La metáfora de la luz es muy expresiva: cuando estamos en tinieblas no vemos, y por tanto no podemos actuar bien, no podemos hacer nada sin tropezar o equivocarnos, confundimos una cosa con otra, no podemos captar la verdad de las cosas, ni siquiera de nosotros mismos porque no vemos claramente. Quiero que medites también la grandeza de un Dios que aun sabiendo que sin su Vida estamos en tinieblas, no nos la impone sino que la ofrece como don. Por eso cabe la posibilidad de que el mundo –tú y yo– rechacemos la luz y sigamos en la tiniebla. Acoger el don de la Vida implica una tarea: requiere que creamos en la Palabra, es decir, que nos fiemos de Él y pongamos su voluntad primero que nada en nuestra vida.
Consejo de la semana: “Dar gracias” en el evangelio (en griego) se dice “Eucaristía”. Hoy domingo todos los católicos celebramos la Eucaristía, la Santa Misa. Para que la Misa sea una acción de gracias es necesario estar agradecido, y para estar agradecido es necesario reconocer aquello por lo que estamos agradecidos: reconocer que todo lo que somos y tenemos es don de Dios. La Misa es el momento de dar gracias como Cristo las dio: poniendo –con Él y en Él– todo lo recibido del Padre en sus manos. Practícalo este domingo.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel