Queridos hermanos y hermanas:
Por medio del anciano Simeón, Dios expresa su plan para el Niño que María, su madre, lleva al templo para consagrarlo a Dios según manda la ley del Señor. A la obediencia de María y José a la voluntad de Dios expresada en la ley, Dios responde confirmando la identidad de Jesús revelada por el ángel a María: «Salvador… para todas las naciones» (Lc 2, 30-31). Y amplía el mensaje que el ángel había comunicado. La misión de Jesús estará impregnada de conflicto («será como una bandera discutida», Lc 2, 34) y sufrimiento, tanto para Él como para su Madre («y a ti, una espada te traspasará el alma», Lc 2, 35). Se pone a prueba la fe de María colaborando con lo que Dios tiene previsto, que por malo que parezca, por ilógico que humanamente resulte, es siempre lo que conviene, lo mejor. María mostrará «lo que el Poderoso ha hecho en ella» cuando con total generosidad y desprendimiento ponga en juego –al igual que su Hijo– todo lo que es, puede y tiene al servicio del plan de Dios. María es modelo de acogida y respuesta a la llamada de Dios; modelo de mensajera de Dios que irá diciendo con toda su vida: «hagan lo que Él les diga» (Jn 2, 5). ¿Y tú y yo, por dónde vamos en el proceso de dejarnos conformar al modelo que es María?
Consejo de la semana: Examina qué virtud (o virtudes) más te cuesta vivir en el seno de tu familia. ¿Por qué no pedir ayuda, primero a Dios y a su Madre María, y luego, a los miembros de tu propia familia, para mejorar?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel