Queridos hermanos y hermanas:
Al comenzar un nuevo año civil damos gracias a Dios por bendecirnos continuamente: por su fidelidad a pesar de nuestras infidelidades, por su bondad a pesar de nuestra maldad, por su generosidad a pesar de nuestro egoísmo, por su amor a pesar de nuestro desamor. Queremos vivir cada día del nuevo año firmemente apoyados en Dios, la Roca firme, el único que da estabilidad a nuestros vaivenes y fortalece nuestras debilidades permitiéndonos enfrentar el futuro con confianza. Reafirmamos nuestra fe en Aquel que es Señor del tiempo y de la historia: origen, centro y meta de nuestra historia personal y comunitaria; Aquel que con Amor nos conduce al Amor. Al cruzar el umbral de este Año Nuevo, celebramos la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, a quien invocamos justamente como Puerta del Cielo, para que bajo su amparo estos próximos meses –vividos a ejemplo de María en comunión con Dios– sean para nosotros verdadero camino hacia el Cielo. Hoy también la Iglesia celebra la Jornada Mundial por la Paz. Todos queremos un mundo mejor. Todos queremos que Dios nos bendiga y bendiga a los demás. Pero esto solo es posible cuando trabajamos por la paz, no la paz que da el mundo –la que se basa en un equilibrio de egoísmos–, sino la que nos trajo Jesucristo y que se basa en la victoria del amor sobre todo pecado: cuando nuestra vida, como la de Santa María, está alineada con la voluntad de Dios.
Consejo de la semana: Revisa como vives el momento del Rito de la paz dentro de la Misa. ¿Eres consciente de que no se trata de un saludo sin más –por más cariñoso y genuino que sea– sino de comunicar a los demás la paz de Cristo que el sacerdote nos ha participado (“La paz del Señor esté con ustedes”)? En estos momentos en que debido a la pandemia del COVID no podemos darnos la mano ni tocarnos físicamente muchos han sustituido el signo por un movimiento de manos. Pero el significado es el mismo: dar la paz al hermano que está junto a ti en la Misa significa dejar que Cristo reviva su Misterio Pascual en ti, venciendo todo pecado y transformándote según la voluntad de Dios.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel