En este mes de julio en que muchos toman vacaciones corremos el peligro de aflojar también en la vida espiritual, en la oración y el apostolado. Es preciso recordar que las vacaciones no deben ser un tiempo de “no hacer nada”, de dar rienda suelta a la pereza o al capricho. En una buena vacación el descanso será fruto de un cambio de ocupaciones, no de “no hacer nada”. Este cambio de ocupación, teniendo un horario más flexible y menos o ningún trabajo programado, nos dará más tiempo para la oración y la lectura, más tiempo para compartir, conversar, visitar a los que hace tiempo no vemos personalmente. Es por tanto un tiempo precioso para acercarnos más a Dios y acercar más nuestro prójimo a Dios. La vacación debe ser para nuestra vida lo que el domingo es para cada semana.