Queridos hermanos y hermanas:
Cada año el Adviento comienza pidiéndonos que estemos vigilantes. Es la disposición con la que debemos vivir toda la vida, no sólo durante el Adviento. Pues el ser humano no puede alcanzar la plenitud y la felicidad si no es respondiendo a las llamadas que Dios le dirige a lo largo de toda su vida, llamadas a dejarse amar por Él y a corresponderle; llamadas que nos llegan por medio de la Palabra de Dios, de los acontecimientos de la vida, de las peticiones y necesidades de otros, y de las mociones del Espíritu Santo. Son siempre llamadas a entrar en una relación de entrega mutua, de comunión. ¿Y cómo desarrollamos la capacidad de reconocer a Dios y sus llamadas? Tenemos que dejarnos transformar por Él para ver las cosas como Él las ve, querer lo que Él quiere y aprender a confiar en su misericordia, sobre todo cuando humanamente no entendemos algo, para responderle como Él nos pide. ¿Y cómo nos dejamos transformar? Siguiendo el método que la Iglesia lleva dos mil años proponiendo con resultados garantizados cien por ciento y que iremos repasando y practicando a lo largo de este Adviento. Aprovechemos bien este tiempo para que Dios no nos siga encontrando dormidos, súper ocupados o súper entretenidos, sino atentos.
Consejo de la semana: Si no lo has hecho todavía, apresúrate a preparar la corona de Adviento en tu hogar. Es tan sencillo de hacer y encierra un simbolismo tan hermoso. Debe ser el centro de la oración hogareña, donde la familia se reúne para orar diariamente como comunidad en espera y así preparar las venidas cotidianas de Cristo a nuestras vidas.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel