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Queridos hermanos:
En la homilía que pronunció en el Santuario de El Cobre, Cuba, el 22 de septiembre de 2015, comentando este pasaje, el Papa Francisco nos dijo: «El Evangelio que escuchamos nos pone de frente al movimiento que genera el Señor cada vez que nos visita: nos saca de casa. Son imágenes que una y otra vez estamos invitados a contemplar. La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos, siempre nos motiva al movimiento. Cuando Dios visita, siempre nos saca de casa. Visitados para visitar, encontrados para encontrar, amados para amar. […] Estamos invitados a «salir de casa», a tener los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión —que no es lástima, es padecer con, para liberar— y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás». ¿He recibido la visita del Señor en mi vida? ¿Me ha «sacado de casa» para servir? ¿Vivo la ternura, la alegría que se hace projimidad?
Consejo de la semana: Te invito a vivir esta Navidad como lo hizo María. Ora en silencio antes de comenzar tu día, antes de que la algarabía, las voces, los medios de comunicación ocupen tus sentidos. Medita en la invitación que Dios te hace para que lo acojas en tu vida ese día. Déjate visitar por Jesús. Toma como base el evangelio de la Misa del día. Y escucha al Espíritu antes de dar tu respuesta, antes de dar tu «sí», como María, a Dios. Hazte consciente que esa respuesta se hará concreta en tus palabras y acciones a lo largo del día. Luego, antes de ir a descansar en la noche, dedica un par de minutos a repasar tu día y cómo compara tu respuesta vivida contra la respuesta que diste en la oración. Pide perdón y ayuda por lo que no fue coherente y agradece por todo lo demás. Disfruta según va creciendo tu acogida de Dios, de su voluntad.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios les bendiga abundantemente.
P. Ángel
La invitación a la conversión que nos dirige Juan Bautista se verifica en cambios concretos de actitudes y acciones, según nuestra situación. «¿Qué debemos hacer?» (Lc 3,10.12.14). El Evangelio nos invita a preguntar y a escuchar la respuesta de Dios para cada uno. ¿Sigues acaparando bienes y dinero cuando ya te sobra para vivir bien? Practica la generosidad y sé desprendido sobre todo con el más necesitado. ¿Usas el tiempo para ti, tus cosas, tu disfrute y según tus prioridades? Compártelo con quien espera de tu tiempo para ser escuchado, quizás tu hijo o tu cónyuge, quizás tus padres que hace tiempo te esperan para hablar, los enfermos sin familia o que nadie visita. Pon como prioridad diaria tu media hora mínima de oración en silencio para encontrarte con Dios y dejar que te hable. ¿Sigues despojando a tu prójimo de su reputación, y hasta de su puesto en un estacionamiento o en una fila? Respeta su derecho. ¿Desobedeces las normas y leyes justas puestas para salvaguardar el bien común? Imita a Jesús que con todo y ser el Hijo «aprendió, sufriendo, a obedecer» (Hb 5,8).
Consejo de la semana: Haz una lista de los hábitos que vas a revisar en tu vida. Dialoga pausadamente con Dios en tu oración sobre lo que hay que quitar, cambiar o añadir este Adviento para preparar bien la llegada del ‘Dios-con-nosotros’. De manera especial revisa tu empleo del tiempo, de tus bienes y de tu dinero. Si hacemos lo mismo de cada año tendremos los mismos resultados que nos dejan insatisfechos. Toma la decisión de que este año no sea así.
Juan Bautista se define como la voz que grita en el desierto. El desierto simboliza nuestra vida y nuestro entorno cuando no está regido por la voluntad de Dios. Curiosamente, de tanto vivir en el desierto nos acostumbramos a él. Viene entonces la resistencia al cambio: queremos seguir como estamos. Si no nos dejamos sacudir por Juan Bautista seguiremos frustrando nuestras expectativas más profundas y las de la sociedad, sufriendo todos las consecuencias, pues la fe no es para vivirla sólo en el templo sino para que todos vean la salvación de Dios. ¿Cómo acojo el mensaje de los profetas que Dios me envía en mi tiempo y lugar concreto? ¿Prefiero escuchar mejor al que confirma mis ideas y comportamientos que a quien me dice verdades que me incomodan?
Consejo de la semana: En la presencia del Señor revisa si tu manejo de los bienes materiales y el dinero da testimonio de que Dios es tu verdadero tesoro, para que los demás puedan creer. ¿Qué cambios tienes que hacer para que tus prioridades sean las de Dios? ¿Para que tu seguridad y apoyo sea Dios, «Dador de todo don», y no sus dones? Escucha lo que el Señor te dice y pídele que te ayude a lograrlo.
El Mesías vino hace dos mil años en Navidad. Él volverá “con gran poder y gloria” al fin de los tiempos, como nos dice el evangelio de este día. El tiempo del Adviento que hoy comenzamos nos quiere ejercitar en una virtud cristiana básica: la esperanza. Ella se puede ver amenazada, por un lado, por la rutina que nos adormece y nos lleva a buscar compensaciones para disfrutar y pasarla bien, y por otro, la intranquilidad y hasta desesperación al ver deteriorarse continuamente la convivencia entre personas y pueblos, la crisis en la economía, el aumento de catástrofes naturales, de guerras y terrorismo, etc. Por eso hoy el Señor nos pregunta: ¿Qué es lo que te da seguridad? ¿Qué esperas? ¿De quien? Y nos invita a la vigilancia, es decir, a poner nuestra seguridad en Él y en su Palabra mientras colaboramos en la construcción del Reino cuyo advenimiento no fallará.
Consejo de la semana: Prepara la corona de Adviento en tu hogar. Es muy sencillo de hacer y encierra un simbolismo tan hermoso. Debe ser el centro de la oración hogareña, donde la familia se reúne para orar diariamente como comunidad en espera y así preparar las venidas cotidianas de Cristo a nuestras vidas.
La celebración de la realeza de Jesucristo siempre culmina el año litúrgico que concluye esta semana. El evangelio confronta la realeza de Cristo con la realeza del mundo. Su Reino no es de este mundo ni como los de este mundo que buscan dominar a sus súbditos y que éstos sirvan al rey. El Reino de Dios es justamente lo opuesto: salvar a sus criaturas poniéndose a su servicio, amándolas, buscando su bien. Y para ser testigo de esta verdad (“Dios es amor”) Jesús asume el servicio sin límite ni condiciones; por eso hoy celebramos que Cristo reina desde la Cruz. ¿Qué implica para mí aceptar el testimonio de Jesús, escuchar su voz? ¿Estoy dispuesto a reinar con Jesús y como Jesús?
Consejo de la semana: Revisemos cómo nos estamos dejando amar por Dios. ¿Cómo dejo que Jesús sea Rey para mí (cómo dejo que me sirva)? ¿Qué obstáculos le pongo a su amor? ¿La cantidad y calidad de mi oración diaria me están permitiendo tener una experiencia de su amor? ¿El tiempo, energías y dinero que dedico a servir a los demás me están permitiendo tener una experiencia cotidiana de su amor?
Cerramos el año litúrgico con una invitación a la esperanza cristiana. Ante todo el mal que vemos y que nos afecta a diario, Jesús invita a sus discípulos a confiar firmemente en su Palabra, la Palabra de Dios que, en contraste con el mundo, es la única que no pasará. Sólo lo que se apoya en Dios y su Palabra permanecerá. Todo lo demás desaparecerá, porque es Dios quien da consistencia y valor de eternidad a las cosas. No nos toca vivir pendientes del fin del mundo y ni de cuando llegará, sino pendientes de toda Palabra que sale de la boca de Dios. El Catecismo nos dice: «La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (no. 1817). ¿Cómo está nuestra esperanza?
Consejo de la semana: Te invito a reflexionar lo siguiente en tu oración personal esta semana: ¿Qué esperas de Dios? ¿En qué se apoya tu esperanza? ¿Cómo la cultivas? ¿En qué palabras y acciones concretas se manifiesta en tu vida?
El evangelio contrasta la ofrenda a Dios de una pobre viuda con la de los Maestros de la Ley –que entregaban su vida al servicio de Dios– y la de los ricos –que entregaban grandes sumas a Dios–. La diferencia está en que la viuda no se limitó a dar de lo que tenía, sino a dar “todo lo que tenía para vivir” (12,44c). Jesús hace notar la gran lección que nos ofrece esta mujer: el “dar” no se mide por lo que entregamos sino por lo que nos reservamos. Por eso fue ella la que más dio. Para dar así es necesario que nuestra confianza esté totalmente en Dios –dador de los dones– y no en sus dones –por muchos que hayamos acumulado–. Sólo poseo aquello que soy capaz de entregar a Dios. Me posee aquello que no soy capaz de entregar a Dios. ¿Qué poseo y qué me posee?
Consejo de la semana: Al acercarse el fin del año litúrgico examina en qué proporción has ofrendado a Dios de los bienes materiales que te ha dado. ¿Has dado en proporción a lo recibido, o de manera improvisada? ¿Este año has vivido más sobriamente para poder ofrendar en una proporción mayor, liberándote del impulso a buscar, guardar y disfrutar siempre lo mejor para ti, y de dar a Dios y a los demás de lo que sobra? ¿Qué te ilusiona más: poseer y disfrutar o compartir generosamente con los demás? ¿Qué cambios te pediría Dios?
«Si alguno dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: Que el que ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Juan 4,20-21). El amor a Dios se corrobora en el amor al hermano. Y el amor al hermano se fundamenta y es consecuencia del amor a Dios. Por eso amar a Dios es el primer mandamiento y amar al prójimo el segundo. Sin embargo, como indica Jesús en su respuesta al escriba, son inseparables: constituyen un solo mandamiento. El escriba puntualiza que vivir este mandamiento es más importante que cualquier holocausto y sacrificio, es decir, que aquello que el judío consideraba como lo más importante. ¿Qué “holocaustos y sacrificios” resultan hoy más importantes para mí que el amar a Dios y al prójimo?
Consejo de la semana: Examínate sobre el momento en que llegas habitualmente a la Santa Misa dominical: (a) 10 a 15 minutos antes del comienzo, (b) justo cuando comienza, (c) dentro de los 10 a 15 primeros minutos de celebración, (d) más de 15 minutos después de que comienza. ¿Qué dice esto sobre la importancia que tiene para ti la Misa? ¿Qué te diría Jesús?
A punto de entrar en Jerusalén para vivir su Pascua, Jesús encuentra al ciego Bartimeo. Este hombre supera los obstáculos de su condición de marginado y del regaño de la gente que no quiere que grite y logra el encuentro con Jesús que cambiará radicalmente su vida. Antes del encuentro Bartimeo muestra con sus acciones que está dispuesto a dejarlo todo con tal de encontrar a Jesús (soltó el manto y dio un salto). La Palabra poderosa de Jesús le devuelve la visión y lo reintegra a la comunidad, pero antes le cuestiona sobre sus intenciones: «¿Qué quieres que haga por ti?». Si Jesús me hiciera esa pregunta hoy, ¿qué le respondería? ¿Estaría dispuesto como Bartimeo a dejarlo todo para permitirle a Jesús obrar?
Consejo de la semana: Esta semana apoya generosamente con tu aportación económica la Obra Pontificia de Propagación de la Fe (OPPF). Tu donativo para el DOMUND (Domingo mundial de las misiones) llega íntegramente a los proyectos de los misioneros, salvo un mínimo porcentaje de gastos de administración. Todas las ofrendas recogidas por las Obras Misionales Pontificias (OMP), son encausadas a través del Fondo universal de solidaridad, para así dar vida a un programa de ayuda universal.
El poder según el mundo se entiende como dominación sobre los demás, como camino hacia el éxito terreno y el prestigio. El poder según el evangelio se entiende como entrega amorosa al servicio de los hermanos. El modelo de esto es el propio Jesús. El siempre vivió así, pero sobre todo, su pasión y muerte fueron un servicio a la vida dando su propia vida. Jesús invita a sus discípulos —también a ti y a mi— a “negarse a sí mismos” (evangelio del domingo pasado) con el fin de alcanzar la libertad necesaria para una entrega generosa al servicio de los hermanos. ¿Cómo vives el poder en tu familia, en la parroquia? ¿Qué actitudes y acciones concretas muestran que vives el poder a la manera de Jesús?
Consejo de la semana: Te invito a escuchar la voz de Dios, que nos llama y envía a la misión; también a ti. Algunas ideas: (a) reflexiona, personal o comunitariamente sobre lo que implica ser apóstol de Jesús hoy, (b) profundiza en la vida de Santa Teresa del Niño Jesús o de San Francisco Javier, patronos de las misiones, (c) reza en familia el Rosario por las misiones y los misioneros, (d) cobra conciencia de la importancia de las vocaciones misioneras y haz el propósito de apoyarlas diariamente con tu oración y también con tu donativo, (e) llama o visita a una familia que necesite escuchar la Palabra de Dios o ser fortalecida en su fe, (f) medita sobre cómo puedes ser misionero en tu entorno social y laboral: concreta y realiza al menos dos acciones.
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