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Queridos hermanos y hermanas:
Dios, el propietario de la “viña”, la cuida con todo empeño. La viña representa el vivir en la voluntad de Dios (vivir en el Reino), condición para la comunión con Él. Dios no escatima esfuerzo para que tu y yo vivamos en su voluntad y podamos así disfrutar su vida. Primero envía a sus siervos los profetas. Finalmente envía a su Hijo. Pero los frutos dependen de nuestra correspondencia. ¿Nos parece justo que a pesar de que Dios pone en juego su omnipotencia para hacer fructificar su viña, esta no de los frutos que Él espera, frutos que en realidad son para nosotros y no para Él?
Consejo de la semana: Comenzamos octubre, mes del Rosario. San Juan Pablo II nos dijo en su carta sobre el Rosario de 2002: “El Rosario nos transporta místicamente junto a María, dedicada a seguir el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta que Cristo «sea formado» plenamente en nosotros (cf. Ga 4, 19). Esta acción de María, basada totalmente en la de Cristo y subordinada radicalmente a ella, «favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo» (Lumen Gentium 60). Es el principio iluminador expresado por el Concilio Vaticano II, que tan intensamente he experimentado en mi vida, haciendo de él la base de mi lema episcopal: Totus tuus [Todo tuyo]”. ¿Por qué no cultivar el rezo diario de esta devoción, recomendada por grandes santos y Papas por su eficacia?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel
Para pertenecer al Reino de Dios es importante conocer la voluntad de Dios y hacerla. Hoy Jesús nos hace caer en cuenta del peligro de no poner en práctica la voluntad de Dios. Hay que buscarla atentamente y acogerla con prontitud. Hay que reconocer a los mensajeros que nos comunican el querer de Dios. No hay que repetir el comportamiento de las autoridades judías, quienes evitan tomar posición ante la pregunta que les hace Jesús para que no se delate la inconsistencia entre lo que profesan de boca y lo que hacen en la práctica, porque esto ya es una toma de posición contra la voluntad de Dios. Por último, hay siempre esperanza para el pecador: nadie que haya dicho que no y haya vivido mal se debe desesperar. No es decisiva la primera respuesta, lo importante es no permanece en ella, corregirse con una renovación de vida que se reconozca en un “actuar justo”. ¿Presto atención al llamado del Señor cada día? ¿Por qué a veces digo que sí, pero luego no hago lo que Dios me pide?
Consejo de la semana: Para saber si perteneces a la comunidad parroquial hay que revisar ciertos indicadores. Uno de ellos es el interés que te tomas en conocer lo que sucede en la parroquia, en sus grupos y ministerios; por ejemplo, si lees el boletín semanal, visitas la página web, el canal de YouTube, las redes sociales de la parroquia, etc. y compartes luego esa información con familiares y amigos. Otro indicador es tu disponibilidad para compartir tu tiempo, talentos y tesoro con la parroquia; por ejemplo, si buscas el ministerio o actividad para servir y oras primero a ver lo que Dios te pide, si has hecho el compromiso económico con Dios de aportar fielmente en proporción a tus ingresos tanto a la parroquia como a obras como Cáritas, TeleOro, el Seminario, etc. Otro indicador en el modo en que te expresas sobre la parroquia, sus ministros y feligreses, tanto en público como en privado. Hay más, pero sería bueno comenzar por esto.
El Evangelio de hoy es una lección sobre el modo de actuar divino que choca con nuestros cálculos, previsiones y comparaciones humanas. Es una invitación a dejar que Dios nos regale su modo de ver las cosas para que podamos ser sus colaboradores, en lugar de opositores; para que podamos ser servidores de nuestros hermanos, en lugar de competidores. Preguntémonos: ¿Sé ponerme contento y estar agradecido por el bien que reciben los otros? ¿Me hace sufrir el compararme con otros? ¿Con qué frecuencia me comparo? ¿Conozco lo suficiente a Dios como para fiarme de Él y dejarle en mi vida tomar y darme, con la seguridad de que siempre es lo mejor para mí?
Consejo de la semana: Haz de la oración y la Lectio divina tu prioridad diariamente. Quita otras cosas que te parecen imprescindibles pero que no lo son. Haz del servicio generoso y desinteresado a quienes no pueden pagarte tu forma natural de ser. Al levantarte cada día, entrégale al Señor tu mente calculadora de negociante y pídele que te regale Su generosidad. Abre tu mente y tu corazón a las mociones del Espíritu Santo. Aprende a escucharlo. Deja que sea Él quien te organice el día y las prioridades. Verás resultados divinos en tu vida.
No hay perdón si no se ejerce la misericordia. Tampoco si el corazón no se abre y se vuelve espacio de acogida de aquél que a lo mejor no se lo merece. Pero para lograr esto es necesario primero abrirse a la misericordia de Jesús hacia nosotros. Sólo cuando nos sabemos perdonados por Dios, es decir, agraciados por Dios, sin que de nuestra parte haya ningún mérito para recibir su perdón estaremos en condiciones de cultivar la oración y frecuentar los sacramentos como prioridades en nuestra vida. Perdonar no es fácil, pero es posible para que el deja que Jesús le ‘haga nacer de nuevo’ según la imagen divina.
Consejo de la semana: En la actualidad la mayor parte de la gente ignora o disculpa sin más el pecado. ¿Cómo veo mi propio pecado? ¿Con qué frecuencia me acerco al sacramento de la Reconciliación a recibir el perdón incondicional del Padre? ¿Por qué no tomas la decisión de hacerlo esta semana y mejorar tu ‘calidad’ de vida?
¡Qué responsabilidad tan grande tiene una comunidad en la manera de tratar a sus miembros con relación a la salvación o la perdición de cada uno de ellos! Pero para seguir las instrucciones de Jesús en el Evangelio de hoy es necesario que la comunidad madure y crezca en comunión con Dios y entre sus miembros. Sin oración profunda, sacramentos bien vividos y apertura generosa para servir al hermano Dios no nos puede regalar el don que hace de nuestra comunidad un espacio ‘habitado’ por la presencia de Cristo. Un espacio del que Cristo pueda decir “allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). ¿Qué podría cada uno hacer para que nuestra comunidad fuera más un espacio de acogida, solidaridad y fraternidad, para que fuera Buena Nueva para los residentes de nuestro territorio parroquial?
Consejo de la semana: Santa Teresa de Calcuta nos dijo: ‘El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz’. ¿Es realmente en mi vida la oración fruto del silencio? ¿Cómo oro? ¿Es mi fe firme y fruto de mi oración? ¿Es mi servicio generoso a los demás fruto de la fe y el amor? ¿Soy constructor de paz con mi servicio generoso? Te invito a meditar estas palabras y a hacer los ajustes necesarios en tu vida. El Señor y tu prójimo están aguardando.
Pedro aparece como imagen del cristiano que está de acuerdo con el lado agradable del seguimiento pero que rechaza el sufrimiento. ¡Qué difícil es aprender los caminos de Dios! El verdadero discipulado no se logra fácilmente porque es un “seguimiento” del Maestro Jesús, seguimiento que se hace entregándole a Dios la vida (“perder la vida”) para que Él la moldee y dirija. Esto requiere “negarse a sí mismo”, es decir, saber ir contra los deseos, criterios, lógicas humanas para seguir siempre y en todo la voluntad de Dios. Sólo así salvamos la vida; sólo así accedemos a la Vida verdadera, la Vida divina que Dios nos dona. El que quiera autoafirmarse contra la voluntad de Dios (“salvar la vida”) lo que consigue es “perderla”, privándose de la Vida con y en Dios. ¿Cómo es mi seguimiento de Jesús? ¿En qué todavía no estoy dispuesto a “negarme a mí mismo” para seguirle?
Consejo de la semana: En su Exhortación ‘La alegría del evangelio’ el Papa Francisco nos dice en el número 89: “El aislamiento […] puede también encontrar en lo religioso una forma de consumismo espiritual a la medida de su individualismo enfermizo”. A la luz de esto te invito a meditar lo siguiente: ¿Encuentro señales de “consumismo espiritual” en mi práctica religiosa? ¿Disfruto compartiendo con mis hermanos de fe? ¿Busco darme y servir en un lugar estable, o sólo visito la parroquia para obtener lo que quiero?
En el evangelio de hoy Jesús le dice a Simón: ‘Tú eres Pedro’, es decir, la piedra, y sobre ella edificaré mi Iglesia. La Iglesia es la comunidad de los que expresan la misma confesión de fe de Pedro. Además le confiere a Pedro el poder de ‘atar y desatar’, una expresión que significa que su enseñanza tiene valor vinculante: tiene poder para decidir –siempre a partir de la doctrina de Jesús– qué se permite y qué no en la Iglesia. El Pedro de nuestros días es el Papa Francisco.
Consejo de la semana: Te invito a dialogar con Dios en la oración tu participación concreta en la comunidad de fe para ver si es conforme a Su voluntad. Para discernir a qué nos llama el Señor es necesario repasar los talentos que nos ha dado (habilidades, conocimientos, relaciones, recursos, etc.) y ver también las necesidades concretas que hay en nuestra comunidad parroquial (por ejemplo, alto número de envejecientes, niños sin formación religiosa, hogares que no han sido visitados por la parroquia para vincularlos a nuestra comunidad de fe, desempleados, enfermos). Jesús nos aclaró que al final de nuestra vida seremos juzgados en el amor, es decir, en el servicio generoso y desinteresado a los demás. Este amor no se puede confundir con acciones serviciales, sino que consiste en un estilo de vida que se adquiere poco a poco con la ayuda de Dios, que con paciencia infinita espera que demos los pasos necesarios. ¿Te animas?
La mujer cananea se nos presenta como el ejemplo de fe que supera todos los obstáculos y barreras que los seres humanos ponemos: nacionalidad, condición social, sexo. Los discípulos quieren que Jesús la eche, pero Jesús nunca aleja a quien se acerca a Él. ¿Cómo trato a los que se acercan a mí o a la Iglesia con el deseo de acercarse a Jesús: colocando obstáculos o facilitándoles el encuentro con Jesús?
Consejo de la semana: Durante la Misa, escucha atentamente las oraciones que recita el sacerdote que preside. Son tres, estas oraciones: la oración colecta (después del Gloria), la oración sobre los dones (antes de iniciar la Plegaria Eucarística) y la oración después de la Comunión (después del silencio para dar gracias después de comulgar). Lo hace a nombre de la asamblea entera. Abre tu corazón y únete a su oración haciendo tuyas las palabras que él pronuncia. Al prepararte para la Misa te recomiendo meditar en tu oración al menos la oración colecta.
En el Evangelio Pedro le dice a Jesús: “Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua”, a lo que Jesús responde “Ven” y Pedro baja de la barca. Pero el miedo hace que Pedro se hunda. Jesús enseguida lo agarra. ¿Creo que para Dios todo es posible? ¿Qué seria en mi caso “andar sobre el agua”? ¿Me da miedo? ¿Qué debo hacer para fortalecer mi confianza en Jesús y en que está siempre presto a ayudarme?
Consejo de la semana: Siempre es bueno revisar a mitad de año nuestro aporte económico a la comunidad parroquial, pues conviene que guarde relación con: (a) las fuentes de ingreso y los bienes que Dios nos concede, (b) nuestro crecimiento espiritual, que nos llevará a estar cada vez más agradecidos de la bondad de Dios y de sus dones inmerecidos –y, por tanto, a ser más generosos–, y (c) nuestro nivel de pertenencia –cuánto sentimos como propia– a la comunidad de fe, la parroquia.
El gran milagro no es que Dios de lo necesario para cada uno. Ya lo ha hecho. El gran milagro es implicarnos en la situación de los otros, conmovernos con el dolor, el hambre, la búsqueda, la soledad y las miserias ajenas, y ser capaces de acoger y compartir lo que Dios nos ha dado buscando el bien del hermano, es decir, amar. Te invito a reflexionar: ¿Cómo ves la realidad de nuestro pueblo y particularmente de nuestra comunidad? ¿Cuáles son sus necesidades? ¿Cómo, concretamente, te abres al hermano para dejar que a través de lo que Dios te ha dado, Dios pueda amarlo, poniéndose a su servicio?
Consejo de la semana: En estos momentos en que seguimos viviendo con la pandemia del COVID-19 asegúrate de que, por caridad hacia los demás, sigues las normas básicas para evitar el contagio: uso de mascarilla, guardar el distanciamiento físico de 6 pies, lavarte las manos frecuentemente. En la celebración presencial de la Santa Misa, al momento de comulgar el ministro no dice “El Cuerpo de Cristo” ni el comulgante responde “Amén”, sino que lo dice toda la asamblea antes de comenzar la distribución de la Comunión, que se recibe en la mano, extendiendo bien los brazos. La mascarilla se mantiene puesta siempre y sólo se remueve para comulgar. Cumpliendo estas sencillas normas manifestamos que somos un solo cuerpo; que sentimos al hermano como uno que nos pertenece.
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