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Queridos hermanos y hermanas:
¡Qué responsabilidad tan grande tiene una comunidad en la manera de tratar a sus miembros con relación a la salvación o la perdición de cada uno de ellos! Pero para seguir las instrucciones de Jesús en el Evangelio de hoy es necesario que la comunidad madure y crezca en comunión con Dios y entre sus miembros. Sin oración profunda, sacramentos bien vividos y apertura generosa para servir al hermano Dios no nos puede regalar el don que hace de nuestra comunidad un espacio ‘habitado’ por la presencia de Cristo. Un espacio del que Cristo pueda decir “allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). ¿Qué podría cada uno hacer para que nuestra comunidad fuera más un espacio de acogida, solidaridad y fraternidad, para que fuera Buena Nueva para los residentes de nuestro territorio parroquial?
Consejo de la semana: Santa Teresa de Calcuta nos dijo: ‘El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz’. ¿Es realmente en mi vida la oración fruto del silencio? ¿Cómo oro? ¿Es mi fe firme y fruto de mi oración? ¿Es mi servicio generoso a los demás fruto de la fe y el amor? ¿Soy constructor de paz con mi servicio generoso? Te invito a meditar estas palabras y a hacer los ajustes necesarios en tu vida. El Señor y tu prójimo están aguardando.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel
Pedro aparece como imagen del cristiano que está de acuerdo con el lado agradable del seguimiento pero que rechaza el sufrimiento. ¡Qué difícil es aprender los caminos de Dios! El verdadero discipulado no se logra fácilmente porque es un “seguimiento” del Maestro Jesús, seguimiento que se hace entregándole a Dios la vida (“perder la vida”) para que Él la moldee y dirija. Esto requiere “negarse a sí mismo”, es decir, saber ir contra los deseos, criterios, lógicas humanas para seguir siempre y en todo la voluntad de Dios. Sólo así salvamos la vida; sólo así accedemos a la Vida verdadera, la Vida divina que Dios nos dona. El que quiera autoafirmarse contra la voluntad de Dios (“salvar la vida”) lo que consigue es “perderla”, privándose de la Vida con y en Dios. ¿Cómo es mi seguimiento de Jesús? ¿En qué todavía no estoy dispuesto a “negarme a mí mismo” para seguirle?
Consejo de la semana: En su Exhortación ‘La alegría del evangelio’ el Papa Francisco nos dice en el número 89: “El aislamiento […] puede también encontrar en lo religioso una forma de consumismo espiritual a la medida de su individualismo enfermizo”. A la luz de esto te invito a meditar lo siguiente: ¿Encuentro señales de “consumismo espiritual” en mi práctica religiosa? ¿Disfruto compartiendo con mis hermanos de fe? ¿Busco darme y servir en un lugar estable, o sólo visito la parroquia para obtener lo que quiero?
En el evangelio de hoy Jesús le dice a Simón: ‘Tú eres Pedro’, es decir, la piedra, y sobre ella edificaré mi Iglesia. La Iglesia es la comunidad de los que expresan la misma confesión de fe de Pedro. Además le confiere a Pedro el poder de ‘atar y desatar’, una expresión que significa que su enseñanza tiene valor vinculante: tiene poder para decidir –siempre a partir de la doctrina de Jesús– qué se permite y qué no en la Iglesia. El Pedro de nuestros días es el Papa Francisco.
Consejo de la semana: Te invito a dialogar con Dios en la oración tu participación concreta en la comunidad de fe para ver si es conforme a Su voluntad. Para discernir a qué nos llama el Señor es necesario repasar los talentos que nos ha dado (habilidades, conocimientos, relaciones, recursos, etc.) y ver también las necesidades concretas que hay en nuestra comunidad parroquial (por ejemplo, alto número de envejecientes, niños sin formación religiosa, hogares que no han sido visitados por la parroquia para vincularlos a nuestra comunidad de fe, desempleados, enfermos). Jesús nos aclaró que al final de nuestra vida seremos juzgados en el amor, es decir, en el servicio generoso y desinteresado a los demás. Este amor no se puede confundir con acciones serviciales, sino que consiste en un estilo de vida que se adquiere poco a poco con la ayuda de Dios, que con paciencia infinita espera que demos los pasos necesarios. ¿Te animas?
La mujer cananea se nos presenta como el ejemplo de fe que supera todos los obstáculos y barreras que los seres humanos ponemos: nacionalidad, condición social, sexo. Los discípulos quieren que Jesús la eche, pero Jesús nunca aleja a quien se acerca a Él. ¿Cómo trato a los que se acercan a mí o a la Iglesia con el deseo de acercarse a Jesús: colocando obstáculos o facilitándoles el encuentro con Jesús?
Consejo de la semana: Durante la Misa, escucha atentamente las oraciones que recita el sacerdote que preside. Son tres, estas oraciones: la oración colecta (después del Gloria), la oración sobre los dones (antes de iniciar la Plegaria Eucarística) y la oración después de la Comunión (después del silencio para dar gracias después de comulgar). Lo hace a nombre de la asamblea entera. Abre tu corazón y únete a su oración haciendo tuyas las palabras que él pronuncia. Al prepararte para la Misa te recomiendo meditar en tu oración al menos la oración colecta.
En el Evangelio Pedro le dice a Jesús: “Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua”, a lo que Jesús responde “Ven” y Pedro baja de la barca. Pero el miedo hace que Pedro se hunda. Jesús enseguida lo agarra. ¿Creo que para Dios todo es posible? ¿Qué seria en mi caso “andar sobre el agua”? ¿Me da miedo? ¿Qué debo hacer para fortalecer mi confianza en Jesús y en que está siempre presto a ayudarme?
Consejo de la semana: Siempre es bueno revisar a mitad de año nuestro aporte económico a la comunidad parroquial, pues conviene que guarde relación con: (a) las fuentes de ingreso y los bienes que Dios nos concede, (b) nuestro crecimiento espiritual, que nos llevará a estar cada vez más agradecidos de la bondad de Dios y de sus dones inmerecidos –y, por tanto, a ser más generosos–, y (c) nuestro nivel de pertenencia –cuánto sentimos como propia– a la comunidad de fe, la parroquia.
El gran milagro no es que Dios de lo necesario para cada uno. Ya lo ha hecho. El gran milagro es implicarnos en la situación de los otros, conmovernos con el dolor, el hambre, la búsqueda, la soledad y las miserias ajenas, y ser capaces de acoger y compartir lo que Dios nos ha dado buscando el bien del hermano, es decir, amar. Te invito a reflexionar: ¿Cómo ves la realidad de nuestro pueblo y particularmente de nuestra comunidad? ¿Cuáles son sus necesidades? ¿Cómo, concretamente, te abres al hermano para dejar que a través de lo que Dios te ha dado, Dios pueda amarlo, poniéndose a su servicio?
Consejo de la semana: En estos momentos en que seguimos viviendo con la pandemia del COVID-19 asegúrate de que, por caridad hacia los demás, sigues las normas básicas para evitar el contagio: uso de mascarilla, guardar el distanciamiento físico de 6 pies, lavarte las manos frecuentemente. En la celebración presencial de la Santa Misa, al momento de comulgar el ministro no dice “El Cuerpo de Cristo” ni el comulgante responde “Amén”, sino que lo dice toda la asamblea antes de comenzar la distribución de la Comunión, que se recibe en la mano, extendiendo bien los brazos. La mascarilla se mantiene puesta siempre y sólo se remueve para comulgar. Cumpliendo estas sencillas normas manifestamos que somos un solo cuerpo; que sentimos al hermano como uno que nos pertenece.
Las parábolas de hoy dejan claro que el valor del “tesoro” y de la “perla” (a los que se asemeja el Reino de Dios) no se percibe plenamente hasta que se les encuentra y posee. ¿He tomado la decisión de buscar el Reino sin descanso, o todavía dudo que haya algo de más valor que lo que ya tengo y vivo? ¿Por qué cosas de menor o escaso valor he cambiado en mi vida (o estoy cambiando) el “tesoro” y la “perla”?
Consejo de la semana: Al acercarte a comulgar, prepara tu corazón para recibir al Señor con una profunda acción de gracias, tanto por lo que te da que te gusta como por lo que no te gusta, pues todo es para tu bien. Ofrécete con todo tu ser para que Jesús tome posesión de ti cuando lo recibas, tanto si lo recibes sacramentalmente como mediante una comunión espiritual.
Jesús siembra su “buena semilla” en nosotros. Pero el diablo, a la vez, siembra “la cizaña”. La paciencia de Dios –que quiere que todos se salven– le lleva a permitir que coexista el trigo y la cizaña, que en el mundo hayan a la vez buenos y malos, y que en nosotros se de a la vez el bien y el mal. No nos corresponde a nosotros juzgar a los demás sino más bien evaluarnos a nosotros mismos y trabajar cada día por dejar que Dios nos haga santos, a la vez que, con paciencia, ayudamos a los demás a progresar en su conversión. ¿Cuál es mi reacción ante “la cizaña” que veo en mi vida? ¿Y ante la que veo en los demás?
Consejo de la semana: Lee y medita en tu casa las lecturas que se van a proclamar en la Misa dominical. Recomiendo especialmente seguir el método de la Lectio divina. Saca al menos media hora para esto. Cada lunes, en nuestra página web (pacrired.org), encontrarás el guión que usamos para la sesión de Lectio divina comunitaria con el Evangelio del domingo.
Hoy nos enseña Jesús: “El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta” (Mt 13,8). Lo que nos lleva a preguntarnos cada uno: ¿soy tierra buena, donde la semilla (la Palabra del Reino) que Dios siembra da, al menos, el treinta por uno? ¿Acojo cada día la semilla que Dios quiere depositar en mí? ¿Cuánto tiempo dedico a la meditación diaria de la Palabra? ¿En mi parroquia, soy de los que reciben la semilla y también siembran?
Consejo de la semana: Identifica los dones por los que estás más agradecido a Dios. Revisa cuan apegado estás a ellos. Un modo de hacerlo es meditando sobre cómo te sentirías o reaccionarías si Dios retirara ese don o esos dones. Pide ayuda al Señor.
El Padre, Señor del cielo y de la tierra, tiene preferencias por los sencillos. Los “sencillos” son los discípulos creyentes, lo opuesto a los “sabios y entendidos”. ¿Mi seguridad en la vida está en creer, en confiar en Jesús como los “sencillos,” o me fío de mis capacidades, conocimientos, relaciones porque soy “sabio y entendido”? Mi práctica religiosa, ¿me ha llevado a experimentar que el “yugo” de Jesús, es decir, la voluntad de Dios, es llevadero y ligero? ¿Encuentro en Jesús mi descanso?
Consejo de la semana: Cada vez que visites la parroquia para celebrar la Misa –incluso ahora que quizás la celebras conectándote desde tu hogar o en el parque de nuestra urbanización– date la oportunidad de silenciarte y reposarte antes de que comience la celebración. Prepárate haciendo tu oración del día en tu hogar antes de venir a la Misa. Llega temprano y visita el Santísimo en la Capilla por espacio de al menos cinco minutos. Esto hace posible preparar nuestras personas (espíritu, mente, cuerpo) para celebrar, en lugar de solamente asistir u oír. Verás la diferencia.
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