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Queridos hermanos:
«Quisiéramos ver a Jesús» (Juan 12,21). Aunque ciertamente hay personas que no tienen ningún interés en ver a Jesús –de las cuales habría que decir ««Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lucas 23,34)– tú y yo de seguro daríamos cualquier cosa por verlo. Jesús lo sabe. Por eso nos dice, a los griegos que lo quieren ver y a nosotros, que no es cuestión de mirar con los ojos. Para verlo es necesario ir más profundo: ««El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor» (Juan 2,26). Para servir a Jesús no puede uno amarse a sí mismo sino que tiene que negarse a sí mismo para poder vivir la voluntad de Dios. Servir a Jesús es caer en tierra, morir y dar mucho fruto, como el grano de trigo; como Jesús. El Padre siempre se hará sentir y escuchar ante la agitación o conmoción que esto ocasiona tanto en Jesús como en los que queremos seguirle.
Consejo de la semana: El Papa Francisco nos dijo en el Mensaje para la Cuaresma 2015: «Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia. […] Quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón […] De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia». Te invito a seguir el consejo del Papa para lograr esto: (1) orar, (2) ayudar a los hermanos con gestos concretos de caridad, (3) ver en el sufrimiento del prójimo una llamada a la conversión que nos recuerda nuestra dependencia de Dios y de los hermanos. ¿Cómo vas progresando en ello esta Cuaresma?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios les bendiga abundantemente.
P. Ángel
Cuando nos buscamos a nosotros mismos (nuestra voluntad, nuestro interés, nuestro bien) –aún sin pretender hacerle daño a los demás– le estamos haciendo daño al prójimo y nos lo hacemos a nosotros mismos. Quien se busca a sí mismo se cierra a Dios y a la luminosa revelación de su amor. Le falta el real vínculo con Dios capaz de determinar continuamente su vida: la voluntad de Dios. Fuera de ella no podremos experimentar su amor. El Hijo de Dios hecho hombre es la prueba tangible de que Dios nos ha amado primero. Pero es indispensable creer, es decir, confiar en Jesús viviendo en su voluntad, para experimentar el amor de Dios. ¿Tengo claro que “creer” (confiar en Dios y obedecerle) es en realidad dejarme amar por Él, dejar que su amor, manifestado en su Hijo entregado hasta la muerte en Cruz, me alcance?
Consejo de la semana: «La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.» (Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015). Te invito a meditar sobre lo que has recibido de Dios para tu prójimo. ¿Cómo va tu tarea de compartirlo esta Cuaresma? ¿Has experimentado también que lo que tu prójimo posee es un don para la Iglesia, la humanidad y para ti? ¿Qué cambios en tu vida harían posible esta experiencia?
En el evangelio de hoy Jesús se identifica claramente como el Hijo del Padre Dios, pero también como el “lugar” definitivo de la presencia de Dios en medio de su pueblo: Él es el templo de la Nueva Alianza. Los discípulos son capaces de entender esto sólo a la luz de la Resurrección, de las palabras de Jesús y de la Sagrada Escritura. ¿Conozco de primera mano que Jesús es el “lugar” definitivo de la presencia y de los cuidados del amor de Dios por sus criaturas? ¿Qué consecuencias se siguen de que yo forme parte del Cuerpo Místico de Cristo, que es el nuevo templo donde reside Dios?
Consejo de la semana: «En la vida de las parroquias y comunidades […] ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31)» (Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015). Revisa lo que has compartido con los débiles, pobres y pequeños en lo que va de esta Cuaresma.
Decíamos el domingo pasado que la Cuaresma es tiempo para cobrar conciencia de la omnipresente pretensión de ser como dioses y abrirnos a la acción divina para cambiar. Hoy el Evangelio nos muestra una clave para lograrlo: experimentar la gloria de Dios, su actuar inconfundiblemente divino en nuestra vida y nuestro entorno. De la lectura podemos extraer algunas características que hacen esto posible. Primero, la soledad y el silencio, que necesitamos cultivar diariamente. Segundo, la acogida con nuestra mente y nuestro corazón de las Escrituras representadas por Moisés (la Ley) y Elías (los profetas), ya que ellas nos permiten «conversar con Jesús» a diario. Tercero, la pureza de corazón, simbolizada en el «blanco deslumbrador». La pureza no sólo se refiere al rechazo y arrepentimiento de los pecados, sino sobre todo a la disposición interior a no tener agenda ni proyecto que no sea abrirse a la voluntad de Dios, como señala el Padre: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo».
Consejo de la semana: Hoy separa 15 minutos de tu oración para presentarle al Señor lo que te inquieta o no entiendes o te hace sufrir. Luego haz silencio por al menos 5 minutos. Sería mejor si pudieras hacer esto con Jesús Eucaristía y si pudieras repetirlo durante la semana.
Jesús comienza su ministerio público «dejándose tentar por Satanás». Quiso pasar por lo mismo que nosotros, los humanos, por todo menos el pecado. Por eso se dejó tentar. La tentación no es sólo en el desierto al comienzo, sino que lo acompañará toda su vida. Y la victoria sobre toda tentación será la característica de estas experiencias en las que Jesús siempre se mostrará «más fuerte» que «el fuerte», que Satanás. En clave de corresponsabilidad podemos describir la tentación como la propuesta a conquistar por nosotros lo que sólo puede recibirse como don de Dios. Cuando caemos en esta trampa estamos expulsando a Dios de nuestra vida, negando su señorío sobre nosotros y convirtiéndonos en dioses para nosotros mismos. Esto, que puede sonar ajeno a nuestra manera de actuar, es en realidad más frecuente en nuestra vida de lo que estamos dispuestos a admitir. Para que nos examinemos y dejernos transformar por Dios la Iglesia nos regala la Cuaresma. Aprovechémosla.
Consejo de la semana: Antes de recibir la comunión se debe hacer un gesto de adoración al Cuerpo de Cristo que se va a recibir. Esto puede hacerse de dos formas: con una genuflexión o con una reverencia profunda (desde la cintura). Es un acto de fe en la presencia real sustancial de Cristo en las especies consagradas. ¿Ya sigues esta indicación de la Iglesia?
«Si quieres, puedes limpiarme», le dice el leproso a Jesús. Él “quiere” y “puede”. En la época de Jesús nadie más podía, aunque hubiera querido. La lepra es signo del mal y del pecado en la vida del ser humano. Sólo Jesús puede liberarnos. Y además, quiere. ¿Es mi fe como para atreverme a decir las palabras del leproso? ¿Creo que Jesús quiere y puede limpiarme, sanarme de mi pecado, liberarme del mal que me aqueja en mi vida y en mis relaciones? ¿Cómo estoy haciendo para acercarme a Jesús y pedir su ayuda? ¿Cómo cultivo mi cercanía con Jesús diariamente?
Consejo de la semana: Haz el propósito de acompañar a Jesús eucaristía semanalmente. Tenemos adoración los martes de 5 a 6 pm, los jueves de 4 a 6 pm y los primeros viernes de 5 a 6 pm. También nuestra parroquia ofrece cada semana la Hora Santa virtual con el Santísimo Sacramento que puedes ver por YouTube y Facebook (accesibles desde nuestra página web) y que estrena cada jueves a las 10 am. Finalmente, haz el propósito de orar cada día meditando los Evangelios al menos 30 minutos a solas con Dios.
En el evangelio de hoy las multitudes buscan algo más. Intuyen que la vida que llevan no es vida verdadera, vida en plenitud. En un lenguaje propio de la época, que mezcla lo espiritual y lo físico, se nos dice que los enfermos y los endemoniados buscaban frenéticamente a Jesús para que los liberara de sus males. Si hubieran pensado que era normal vivir así y no hubieran buscado sanación, si no hubieran buscado a Jesús, habrían quedado toda su vida así. Pero para los que buscan, la Buena Nueva es que el Reino presente en la persona de Jesús puede transformar sus vidas. ¿Eres de los “acostumbrados” o de los “buscadores”? ¿Cómo buscas a Jesús? ¿Dónde buscas a Jesús?
Consejo de la semana: Busca a Jesús en la media hora (mínimo) de oración diaria apoyada en la Palabra, así como Jesús subía al monte de madrugada a encontrarse a solas con su Padre Dios. Búscalo en la confesión mensual (¿con qué frecuencia te confiesas?) y en la Eucaristía dominical o, si te es posible, diaria. Busca a Jesús en el servicio desinteresado atendiendo las necesidades de tu prójimo. ¿En qué ministerio parroquial de servicio a la comunidad participas?
En una escena dramática el evangelista Marcos nos presenta un enfrentamiento entre Jesús y los demonios nada menos que en una sinagoga. Dos veces en el pasaje se nos dice que Jesús enseña con autoridad, es decir, que su palabra tiene efectos inmediatos; no sólo se escucha sino que se ve. En la mentalidad hebrea, el espíritu inmundo es lo adverso a Dios. Jesús demuestra que tiene poder para someter estas fuerzas del mal, liberando a las personas de ellas. Jesús puede y quiere liberarme de todo lo que se opone a Dios en mi vida, de todo lo que impide o retrasa mi santidad. ¿Cómo hago para expulsar todo poder extraño sobre mí y dejar que sólo Dios mande en mi vida, viviendo la libertad de los hijos de Dios?
Consejo de la semana: Durante la celebración de la Eucaristía, trata de escucharte y de entender el significado de las palabras que pronuncias para decirlas no sólo con tu voz, sino con todo tu ser. Escúchate pronunciar “Te alabamos, Señor”, “Ven, Señor, Jesús”, “No soy digno de que entres en mi casa”, “Padre nuestro, que estás en el cielo”. Cobra conciencia de que estás en la presencia de Aquél a quien le hablas. Haz el esfuerzo por participar junto a toda la asamblea, a una sola voz, desechando las respuestas mecánicas, de prisa y sin pensar.
Jesús pide la conversión (metanoia en griego) y creer la Buena Noticia porque el Reino de Dios se ha acercado. El reinado de Dios se refiere a su actuar como Rey y Pastor de su pueblo. En Jesús Dios se ocupa de su pueblo –de cada uno– con un cuidado amoroso para guiarlo a la plenitud de la vida. Esta es la Buena Noticia en la que hemos de creer. Pero para creer, para fiarnos de Jesús y dejar que nos cuide es necesaria la conversión. Convertirse no es sólo arrepentirse de los pecados y cambiar de conducta; significa un giro de vida: un ver todas las cosas con nuevos ojos, desde nuevas perspectivas, desde los nuevos valores y principios que Jesús revela en el Evangelio. El cambio de conducta será consecuencia de esto. ¿Noto que se da en mi vida este progresivo giro de vida al que Jesús me invita? La conversión es fruto del seguimiento de Jesús, de cultivar la comunión de vida con Él. ¿De qué manera concreta cultivo diariamente mi comunión con Jesús?
Consejo de la semana: En estas primeras semanas del nuevo año es necesario proponerse seriamente recorrer un camino de crecimiento espiritual, dejando al Señor actuar mas en nosotros, cambiando aquello que en nuestro modo de vivir se lo impide. Te invito a meditar sobre la proporción de tiempo que dedicas a servir a los demás sin esperar nada a cambio versus el tiempo que dedicas a tus cosas. ¿Cómo podrías servir más generosamente a Cristo en el prójimo?
El evangelio de hoy está atravesado de manera muy viva por el intercambio intenso de miradas: de Juan hacia Jesús (v. 35); de Jesús a los dos discípulos (v. 38); de los discípulos a Jesús (vv. 38-39); y finalmente es Jesús el que dirige nuevamente su mirada a nosotros, en la persona de Pedro (v. 42). El evangelista utiliza verbos diferentes, pero todos cargados de distintos matices, de intensidad; no se trata de miradas superficiales, distraídas, fugaces, sino más bien de contactos profundos, intensos, que parten del corazón, del alma. Es así que Jesús, el Señor, mira a sus discípulos y nos mira a nosotros; es así también que nosotros deberíamos aprender a mirarlo a Él. ¿Tengo los ojos del corazón totalmente abiertos como para comenzar a ver lo que realmente sucede dentro de mí y a mi alrededor, y para reconocer en cada acontecimiento la presencia del Señor?
Consejo de la semana: Los ocho días desde el 18 al 25 de enero la Iglesia Universal celebra cada año el octavario de oración por la unidad de los cristianos. Vamos a unirnos a los cristianos de todo el mundo para pedir el pleno cumplimiento de las palabras del Señor en la Última Cena: “Padre santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado para que sean uno como nosotros (Juan 17,11). Que la unidad de los que creen en Cristo sea una intención en nuestra oración diaria esta semana y a lo largo de todo el año.
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