Cree su cuenta para poder comentar las entradas. Además tendrá acceso a secciones exclusivas y quedará suscrito a nuestros envíos por correo electrónico.
Queridos hermanos y hermanas:
Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es que queremos tener todo al mismo tiempo: lo que es de Dios y lo que no es de Dios. Pero esto no es posible. Hoy Jesús nos indica cómo debemos actuar cuando nuestro comportamiento nos aleja de la voluntad del Señor (=nos hace pecar). Pone tres ejemplos con tres órganos que están en pareja y cumplen una función importante en el cuerpo. Los comportamientos negativos que hay que eliminar son el apego a la vida terrena (la mano), el querer quedar siempre bien (el pie) y los deseos de grandeza (el ojo). Cuando en vez de tender la mano, se arrebata; cuando el pie arremete contra el hermano en lugar de servirle de apoyo; cuando el ojo mira con desprecio y superioridad en lugar de con amor y misericordia, ahí se da un escándalo: se aparta al hermano de la fe en Dios. ¿Mi comportamiento o mis palabras han llevado a alguna persona a alejarse de Jesús? Rectifiquemos y reparemos el daño.
Consejo de la semana: Te invito a reflexionar: ¿Cómo es tu acogida a los débiles y pequeños en la fe (los que se escandalizan)? ¿Cómo es la acogida de nuestra parroquia a los débiles y pequeños en la fe? Medita sobre lo que Dios te está pidiendo y ponlo en práctica hoy mismo. Si no encuentras cómo, busca ayuda en tus hermanos de fe. Yo estoy disponible siempre para ayudarte.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel
Llama la atención que ante el reiterado anuncio por parte de Jesús de su Pasión y Muerte –que desembocará en la Resurrección– los discípulos no entiendan. Y es que no pueden entender porque no le creen a Jesús, no se fían de Él. Ya habíamos visto hace varios domingos que para entender, para saber es necesario primero creer. Los discípulos no sólo no entienden cómo se va a desarrollar el mesianismo de Jesús, sino que están totalmente inmersos en el modo de pensar del mundo que se sitúa justo en lo opuesto a la lógica y el modo de actuar de Dios. Jesús quiere abajarse y servir. Los discípulos quieren subir y dominar. Para los hombres el poder está en la dominación, para Dios en el servicio. ¿Cómo vivo el poder en mi familia, trabajo, parroquia?
Consejo de la semana: Jesús nos propone hoy a un niño como modelo de cómo es Dios y de cómo debemos ser nosotros. Se refiere a la humildad, es decir, el reconocimiento de nuestra indigencia y absoluta dependencia de Dios. Santa Teresa de Jesús dijo: “Todo el cimiento de la oración va fundado en humildad, y mientras más se abaja un alma y se empequeñece en la oración, más la ensalza Dios («Moradas Séptimas», 4, 9). Te invito a reflexionar: ¿fundamento mi vida de oración en la humildad abriéndome a la voluntad de Dios, o rezo según la lógica del mundo tratando de que Dios haga lo que yo quiero?
Hoy Jesús nos invita a seguirle. No es una exigencia sino una propuesta. Eso sí, tomada la decisión, el seguimiento no admite escoger los tiempos y ámbitos sino que ha de ser estable y total, siempre y en todas partes: todo debe posponerse al seguimiento. Por eso es necesario aprender a decir “no” a todo lo que se opone al Reino, es decir, negarse a sí mismo. El seguimiento de Cristo requiere asumir la propia cruz como Él hizo. La cruz se refiere al sufrimiento, lo adverso, injusto, doloroso, etc. La cruz asumida con amor no es una desgracia, sino camino de salvación; nos lleva a la resurrección, no a la muerte. Jesús contrapone “salvar la vida” a “perder la vida”. “Salvarla” es querer lo que los hombres quieren, hacer mi voluntad; “perderla” es querer lo que Dios quiere, hacer su voluntad. ¿Quiero salvar mi vida, o quiero entregársela a Dios para que la salve? ¿Qué no le he entregado todavía? ¿Qué me pide Dios?
Consejo de la semana: Pascal escribió en uno de sus Pensamientos: "El conocimiento de Dios sin el de nuestra miseria humana engendra orgullo. El conocimiento de nuestra miseria sin el de Dios engendra desesperación. El conocimiento de Jesucristo es el camino: en él conocemos a Dios y nuestra miseria." Sin oración diaria profunda y sin recurrir con frecuencia (mensualmente, si es posible) a la Confesión no podemos avanzar en el camino de la salvación que es Jesucristo. Toma la firme decisión de confesarte frecuentemente. Verás la diferencia.
Los milagros que Cristo obra son siempre signos: apuntan a una realidad más profunda que lo que simplemente se capta con los sentidos. En el pasaje de hoy Jesús acoge a un sordomudo, condición que representa la incapacidad para comunicarse y relacionarse con sus semejantes y con Dios. Esta incapacidad trae consigo la muerte –quedamos aislados, solitarios y morimos–, pues el ser humano creado a imagen y semejanza de Dios no alcanza su verdadero ser si no es en la comunión con sus semejantes y con Dios, lo cual requiere poder cultivar relaciones bellas y buenas. Para sanar tenemos que dejar que Cristo nos separe de la gente y nos lleve a solas con Él –como al sordomudo–, y nos comunique su capacidad de oír –representado por el tocar con los dedos los oídos– y de hablar –representado por el colocar su saliva en nuestra lengua–. Nuestra escucha y meditación de la Palabra en el silencio del corazón a solas con Dios cada día, la Eucaristía bien celebrada, adorada y comulgada, la Confesión mensual, la docilidad para servir humildemente a los que nos rodean le permitirán a Jesús curarnos para vivir la comunión con Dios y nuestros semejantes. ¿Qué opinas?
Consejo de la semana: Saca un minuto cada noche antes de descansar para repasar cómo has vivido el día con Cristo. Inicia reconociendo que estás en la presencia de Dios. Busca en qué momentos del día viste pasar a Dios por tu vida, sea por una frase que te dejó, por un sentimiento (paz, certeza, gozo, admiración, etc.), por un resultado que no se debió a ti. Mira ahora si en algún momento actuaste tu sólo y rechazaste la presencia de Cristo, por ejemplo, si hiciste lo que Él nunca haría. Por lo primero, da gracias. Por lo segundo, pide perdón. Haz luego un propósito para el día siguiente. Verás como ganas en libertad y felicidad, de gratis.
Jesús nos explica hoy en qué consiste la pureza del corazón. Para los judíos el corazón es el núcleo interior de la persona donde ésta toma conciencia de sí, de su entorno y decide cómo actuar ante Dios y los demás. El corazón puro es el que ha sido transformado por el amor de Dios y está en sintonía con el querer de Dios, sus estilos, sentimientos, prioridades, de modo que Dios puede amar a través de la persona con corazón puro. No se trata de cumplir preceptos, y mucho menos si son inventados por los hombres, basados en criterios humanos o en ideologías. Se trata de dejarnos transformar por Dios para ser como Él es. ¿Es así como entiendo mi práctica religiosa, o me limito a cumplir preceptos? ¿Puedo constatar en mí un avance en esta transformación cuando repaso cómo era hace un par de años?
Consejo de la semana: Al acercarte a comulgar, prepara tu corazón para recibir al Señor con una profunda acción de gracias, tanto por lo que te da que te gusta como por lo que no te gusta, pues todo es para tu bien. Ofrécete con todo tu ser para que Jesús tome posesión de ti cuando lo recibas. Recuerda este ofrecimiento cada día en tu oración y haz el propósito de renovarlo a lo largo del día en diversos momentos.
Luego de cinco domingos meditando el capítulo 6 de San Juan hoy leemos la parte final. El relato comenzó con una multitud enorme de cinco mil hombres sin contar mujeres y niños que seguían a Jesús y concluye con el abandono de todos a excepción de los Doce, que a duras penas se quedan con Él. Las palabras de Pedro que recogen el sentir de los Doce indican por qué permanecen: “Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Es decir, a pesar de no entender lo de comer la carne y beber la sangre de Cristo (lo que es totalmente lógico) ellos saben que Él viene de Dios y que lo que dice es verdad. Y lo saben porque se fían de Él: “creemos y sabemos”; saben porque creen en Él. ¿Y nosotros? Debemos preguntarnos si “creemos” para “saber” con certeza que la única manera para tener la vida de Dios (vida eterna) es alimentándonos de Cristo. Y si lo “sabemos”, ¿nos alimentamos diariamente con palabras que son “espíritu y vida”, o con palabras que son “carne”?
Consejo de la semana: Esta semana habla con tus hijos y cónyuge o con un amigo sobre Cristo, Pan de Vida, e invítalos a “creer” para “saber”. Compárteles cual ha sido tu experiencia y cómo sabes que Dios en Cristo te ha dado vida eterna.
Hoy les comparto la explicación conclusiva de la Lectio dominical escrita por el P. Fidel Oñoro, que no necesita comentario sino oración: «El hombre está hecho para vivir en, con, por, e inclusive de Jesús. Vivir de Él mediante la fe que escucha su Palabra. Que le recibe como un hijo de Dios, que cree que Él es el Hijo de Dios encarnado, el Hijo de Dios que ha dado su vida por mí. Comulgar es encarnar el sentido de la muerte y resurrección de Cristo, el acto salvífico por excelencia. Es traer a mí todo el poder y la fuerza de la cruz. Estamos destinados a vivir de Jesús, a encontrar en Cristo la plenitud de nosotros mismos y a realizar su destino en la comunión y en la identificación con Él. Comulgamos con sus opciones, con sus actitudes, con sus comportamientos, con todo el evangelio. Y comulgamos con la mayor de todas sus opciones, la de dar la vida por los demás». ¿Qué implica para mí concretamente la comunión de vida con Jesús que se me dona cada vez que como su carne y bebo su sangre?
Consejo de la semana: Asimilar vivencialmente la vida y obra de Jesús encarnado, muerto, resucitado y glorificado es la única manera de tener la Vida. Para esto es necesaria una transformación que sólo Dios puede llevar a cabo en cada uno. Pero tenemos que dejarlo y colaborar con Él si queremos que lo haga. Revisa tus prácticas diarias que le permiten a Dios transformarte. ¿Qué debes cambiar o añadir? Revisa tus prácticas diarias que le impiden a Dios transformarte. ¿Qué debes cambiar o quitar?
Vimos el domingo pasado que Jesús quiere que lo busquemos por sí mismo, para tenerlo a Él y con Él poder hacer la voluntad del Padre y, como consecuencia, lograr saciar nuestras necesidades. De ahí que la “obra” que tenemos que hacer es creer en Jesús: fiarnos de Él y obedecerle en todo. El Hijo de Dios se hizo hombre para hacerse alimento para nosotros, de modo que nutriéndonos de Él podamos hacer la voluntad del Padre. Así Jesús se presenta como el “Pan de la Vida” que hay que comer y asimilar para que su Vida se haga vida en cada uno de nosotros. Y comer significa: (1) acoger y encarnar su Palabra y (2) acoger y encarnar su ser y obrar presente en el sacramento eucarístico. ¿Cómo me estoy alimentando del “Pan de la Vida”? ¿Cómo me alimento de su Palabra? ¿Cómo me alimento de su presencia eucarística?
Consejo de la semana: Te propongo sacar un día a la semana, además del domingo, para asistir a la Santa Misa. Si escoges el jueves, puedes aprovechar al menos media hora antes de la Misa para estar en adoración ante el Santísimo expuesto y recibir la bendición. En cualquier caso, recógete en oración al menos cinco minutos antes para repasar aquello de tu persona y de tu vida que le vas a ofrecer al Padre junto al sacrificio de Jesús en la Misa.
Dios puede con su omnipotencia resolver todas nuestras “hambres”, carencias y necesidades sin nuestra intervención. Pero –como vimos la semana pasada– Dios no quiere actuar así, sino que quiere suplir abundantemente a nuestras necesidades asociándonos a su acción divina, mostrando su omnipotencia por medio de nuestra acción humana realizada en perfecta sintonía con su voluntad. Ya Jesús nos dijo en Jn 4,34 “mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra”. Podemos, como la multitud, buscar a Jesús por las cosas que nos da o podemos buscarlo por sí mismo, para tenerlo a Él y con Él hacer la voluntad del Padre y, como consecuencia, saciar nuestras necesidades. Por eso la “obra” que tenemos que hacer es creer en Jesús: fiarnos de Él y obedecerle en todo. Sin fe siempre pasaremos “hambre”. Con fe siempre tendremos en abundancia lo que necesitamos. ¿Estoy necesitado y con “hambre”? ¿Cómo estoy cuidando y dejando que Dios aumente mi fe?
Consejo de la semana: Separa cada día media hora para orar con la Sagrada Escritura, de manera especial recomendamos hacer Lectio divina por espacio de al menos 30 minutos con las lecturas de la Misa del día. El regreso al programa habitual de trabajo y estudio luego del verano es una gran oportunidad para fijar este tiempo de oración en nuestro programa diario.
«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» le dice Jesús a Felipe ante la necesidad de alimentar a los cinco mil hombres (sin contar mujeres y niños) que le seguían. Es el desafío que tenemos los seres humanos ante las necesidades que nos aquejan. El relato evangélico de hoy nos enseña que la solución no está ni en esperar un milagro del cielo sin hacer nada ni en poner todas nuestras fuerzas y capacidades en juego (cosa que muchas veces ni siquiera hacemos). La solución es clara, aunque nos cueste aceptarla: dejarnos guiar por Dios para hacer su voluntad con todo lo que somos y tenemos –mucho o poco– (simbolizado en el relato por las siete cosas –la perfección– que tenemos y que hay que poner en las manos de Jesús para que Él obre). ¿Sigo intentando “resolver” mis situaciones a mi manera sin escuchar a Dios, sólo pidiéndole o esperando milagros? ¿Seguimos intentando “resolver” nuestras necesidades comunitarias sin tomar en cuenta a Dios?
Consejo de la semana: Arrodillarse es un gesto de adoración. No lo podemos pasar por alto sin afectar la calidad de nuestra celebración y, a la larga, la firmeza de nuestra fe. El que no tenga impedimento para arrodillarse debe hacerlo durante la consagración, es decir, desde que el celebrante invoca el Espíritu Santo colocando las manos sobre el cáliz y la patena hasta la aclamación “Este es el sacramento de nuestra fe”. El que no pueda arrodillarse debe hacer una inclinación profunda después de la consagración del pan y otra después de la consagración del vino, justo en los momentos en que el sacerdote hace la genuflexión.
Copyright © 2024 Parroquia Cristo Redentor Urb. El Paraíso, 140 Calle Ganges, San Juan, Puerto Rico 00926 T. 787-946-1999 | CE. pcr@arqsj.org