Parroquia Cristo Redentor

Blog del párroco

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  • 2017-01-04 9:48 AM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos. Tres misterios se suelen celebrar en esta sola fiesta, por ser tradición antiquísima que sucedieron en una misma fecha aunque no en un mismo año; estos acontecimientos salvíficos son la adoración de los magos, el bautismo de Cristo por Juan y el primer milagro que Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su Maestro como Dios. Para los occidentales, que aceptaron la fiesta alrededor del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. La estrella condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo. Los magos supieron utilizar sus conocimientos —en su caso, la astronomía de su tiempo— para descubrir al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres. ¿Qué recursos utilizo yo para llegar al encuentro personal con Jesús? ¿Qué me impide reconocer la “estrella” que Dios hace brillar para guiarme? ¿Estoy dispuesto a hallar al Niño en la humildad del “pesebre”?


    Consejo de la semana:  Te invito a meditar en el silencio de tu oración personal qué desearías ofrecerle al Niño como regalo este día. Pregúntale también a Jesús qué es lo que Él desea que le regales, que le entregues. No olvides que lo que le niegas a Jesús te lo niegas a ti mismo, y lo que le entregas a Jesús te lo das a ti mismo.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-12-28 11:31 AM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Al comenzar un nuevo año civil damos gracias a Dios por bendecirnos continuamente: por su fidelidad a pesar de nuestras infidelidades, por su bondad a pesar de nuestra maldad, por su generosidad a pesar de nuestro egoísmo, por su amor a pesar de nuestro desamor. Queremos vivir cada día del nuevo año firmemente apoyados en Dios, la Roca firme, el único que da estabilidad a nuestros vaivenes y fortalece nuestras debilidades permitiéndonos enfrentar el futuro con confianza. Reafirmamos nuestra fe en Aquel que es Señor del tiempo y de la historia: origen, centro y meta de nuestra historia personal y comunitaria; Aquel que con Amor nos conduce al Amor. Al cruzar el umbral de este Año Nuevo, celebramos la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, a quien invocamos justamente como Puerta del Cielo, para que bajo su amparo estos próximos meses –vividos a ejemplo de María en comunión con Dios– sean para nosotros verdadero camino hacia el Cielo. Hoy también la Iglesia celebra la Jornada Mundial por la Paz. Todos queremos un mundo mejor. Todos queremos que Dios nos bendiga y bendiga a los demás. Pero esto solo es posible cuando trabajamos por la paz, no la paz que da el mundo –la que se basa en un equilibrio de egoísmos–, sino la que nos trajo Jesucristo y que se basa en la victoria del amor sobre todo pecado: cuando nuestra vida, como la de Santa María, está alineada con la voluntad de Dios.


    Consejo de la semana Revisa como vives el momento del Rito de la paz dentro de la Misa. ¿Eres consciente de que no se trata de un saludo sin más –por más cariñoso y genuino que sea– sino de comunicar a los demás la paz de Cristo que el sacerdote nos ha participado (“La paz del Señor esté con ustedes”)? ¿Te das cuenta de que dar la paz al hermano que está junto a ti en la Misa –y que representa a toda la Iglesia Católica, por lo que no hay necesidad de dar la paz a todos los presentes– significa dejar que Cristo reviva su Misterio Pascual en ti, venciendo todo pecado y transformándote según la voluntad de Dios?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-12-21 7:51 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Al celebrar un año más la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo damos gracias a Dios, Padre de las misericordias, por su infinito e incomprensible amor para con sus criaturas al enviar a su Hijo hecho hombre, igual en todo a nosotros excepto en el pecado.

    La Navidad es punto de partida: la historia humana ya no es igual luego de conocer (es decir, de experimentar personalmente) al «Dios-con-nosotros».  La Navidad es centro: obligado punto de referencia para esclarecer todo, como nos recuerda el Concilio Vaticano II: «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Gaudium et spes 22).  La Navidad es meta (o debe serlo): que Dios sea en cada uno de nosotros verdadero «Dios-con-nosotros».

    Que nuestra comunidad parroquial y cada uno de nuestros hogares sea un Belén al que acudamos gozosos como los pastores en la Nochebuena para encontrar al Niño siempre en brazos de su Madre María.  Entonces, aun sin palabras, estaremos anunciando a todos: ¡Feliz Navidad!


    Consejo de la semana:  Saca tiempo estos días para visitar con toda tu familia algunos de los nacimientos más hermosos y completos que se montan cada año en San Juan. Aprovecha la oportunidad para meterte en las escenas y orar un rato. Puedes visitar, entre otros: Siervas de María, Calle Fortaleza 1, Viejo San Juan y Hogar Santa Teresa Jornet, Carr. 176 Km 3.8, Cupey.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-12-14 2:04 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Luego de su perplejidad al encontrar que María, su desposada, estaba embarazada, y sin poder explicarse lo que había pasado –pues conocía bien a María y sabía que era incapaz de cometer adulterio– José decide repudiarla en secreto para no exponerla a la pena de lapidación. Es la mejor solución que humanamente pudo pensar ante algo que no entendía. Dios, sin embargo, tiene otros planes para él, los cuales le manifiesta a través del ángel. Y José, siguiendo fielmente lo que Dios le pide, hace posible la entrada del Hijo de Dios en el mundo como descendiente de David –en cumplimiento de las Escrituras– e hijo de una familia constituida por un padre y una madre–la Sagrada Familia–.  José no reclamó a Dios derechos, no se aferró a su plan de casarse y ser padre, también biológico. Supo confiar en Dios sabiendo que Su voluntad es siempre lo mejor para nosotros y para los demás; en este caso, para Jesús y María y, por medio de ellos, para toda la humanidad. Llevó a su casa a María y a su hijo, y asumió la paternidad sobre éste, imponiéndole el nombre que el ángel le había dado. Aprendamos de José cómo responder a la voluntad de Dios por extraña o difícil de entender que nos parezca. Aprendamos que lo que le damos a Dios se nos devuelve multiplicado y lo que le negamos lo perdemos, tanto para nosotros como para los demás.


    Consejo de la semana:  Sin oración diaria bien hecha, sin ese encuentro con Dios por medio de su Palabra y el silencio, es imposible confiar en Dios como lo hizo José. Ora en silencio antes de comenzar tu día, antes de que la algarabía, las voces, la música ocupen tus sentidos. Medita en la invitación que Dios te hace para que lo acojas en tu vida ese día. Toma como base el evangelio de la Misa del día. Y escucha al Espíritu antes de dar tu respuesta, antes de dar tu «sí» a lo que Dios te pida. Hazte consciente que esa respuesta se hará concreta en tus palabras y acciones a lo largo del día. Luego, antes de ir a descansar en la noche, dedica un par de minutos a repasar tu día y ver cómo compara tu respuesta vivida contra la respuesta que diste en la oración. Pide perdón y ayuda por lo que no fue coherente y agradece todo lo demás. Y disfruta según va creciendo tu acogida de Dios.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-12-09 4:27 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Juan Bautista está a punto de escandalizarse de Jesús porque no ve que su fuerza y su poder “reúna el trigo en el granero y queme la paja en una hoguera que no se apaga”, como decía en el evangelio del domingo pasado. Por el contrario, Juan está en la cárcel y Jesús es amenazado por los dirigentes del pueblo, mientras que los poderosos continúan como siempre. Por eso, desde la cárcel, manda a preguntarle a Jesús si él es el Mesías prometido. La respuesta de Jesús es: anuncien a Juan las obras del Mesías. Obras que corresponden a las promesas del Antiguo Testamento (ver la primera lectura de la Misa de hoy). En otras palabras: sí, Jesús es el Mesías esperado, pero su mesianismo no consiste en eliminar el mal destruyendo a los malvados, sino ofreciendo su amor a todos, en primer lugar, a los “pobres” de la primera Bienaventuranza, es decir, a los que sufren, los enfermos, los necesitados material y espiritualmente. A ellos se dirige Jesús para manifestarles la ternura de Dios, su amor misericordioso, dispuesto a sufrir hasta la muerte las consecuencias del mal sin claudicar en su amor. En esto consiste el “señorío” de Dios, su omnipotencia. ¿Cómo debes dejarte cambiar para que el ‘Dios con nosotros’ actúe en ti con su ternura, misericordia y omnipotencia?


    Consejo de la semana:  Hoy escoge ser el rostro tierno y misericordioso de Dios para aquellos con los que vives. Elige perdonar las ofensas en lugar de vengarlas. Elige compartir ‘Palabra de Dios’ (una frase que hayas meditado y te haya tocado) en lugar de ‘palabras humanas’. Elige dar en lugar de buscar recibir. Busca que estas sean acciones concretas con personas concretas. Si son “pobres”, mejor.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-12-01 1:36 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    La venida del Hijo de Dios al mundo había sido preparada por la historia de la salvación a lo largo de siglos y finalmente por san Juan Bautista. A nosotros nos corresponde ahora hacer también la preparación mediante una buena disposición del corazón, tomándonos en serio los llamados que nos hacen el evangelista Mateo, las voces de los profetas y la predicación de Juan Bautista. Este es el sentido del Adviento que estamos viviendo. Si Navidad es acoger a Dios como el Emmanuel, el ‘Dios-con-nosotros’, no habrá Navidad si no preparamos nuestras personas para acoger a Dios, de modo que sea ‘con-nosotros’. Esta semana Juan Bautista nos dice que la venida de Dios se prepara en el ‘desierto’, con la austeridad en nuestros hábitos y estilos de vida, con silencio interior y exterior. Todo lo contrario, a lo que nos propone el mundo, especialmente en estos días en los que, bajo apariencia de cultivar la amistad y la generosidad, se nos invita al desenfreno en el consumo, el ruido y las compras. A Juan Bautista el Espíritu es quien lo impulsa al desierto. ¿Estás dejando que el Espíritu te impulse también al desierto este Adviento? ¿Estás sacando tiempo para escuchar al Espíritu?


    Consejo de la semana:  Si no lo has hecho todavía, apresúrate a preparar la corona de Adviento en tu hogar. Haz una lista de los hábitos que vas a revisar en tu vida. Dialoga pausadamente con Dios en tu oración sobre lo que hay que quitar, cambiar o añadir este Adviento para preparar bien la llegada del ‘Dios-con-nosotros’. De manera especial revisa tu empleo del tiempo, de tus bienes y de tu dinero. Si haces lo mismo de cada año tendrás los mismos resultados que te dejan insatisfecho. Toma la decisión de que este año no sea así.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-11-23 7:22 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    La palabra adviento significa advenimiento.  Es un término cristiano de origen pagano.  En la Roma pre-cristiana se llamaba adviento a la venida anual de divinidad a su templo, para visitar a sus fieles.  La estatua del dios se suponía que permanecía entre los suyos mientras duraba la solemnidad. También, en la etiqueta de la Corte Romana pagana, se llamaba adviento a la primera vista oficial que un personaje importante hacía a su pueblo al entrar en funciones o tomar posesión de su cargo. Así adviento pasó a designar la venida de Cristo entre los hombres (Navidad) y su advenimiento glorioso que coronará su obra redentora al final del mundo (la parusía). En la historia de la liturgia, el Adviento manifiesta la necesidad de una preparación ascética a la Navidad. El Adviento es como una Cuaresma para la Navidad, un tiempo de espera gozosa del nacimiento del Salvador, orientando a los cristianos a fijarse en el retorno glorioso del Señor al fin del mundo. El tiempo del Adviento nos quiere ejercitar en una virtud cristiana básica: la esperanza. En el evangelio de hoy Jesús nos pide que estemos vigilantes, en vela. ¿Estoy adormecido? ¿En qué? ¿Qué haré para que este tiempo de Adviento que hoy empezamos sea vivido cabalmente?


    Consejo de la semana:  Prepara la corona de Adviento en tu hogar. Es tan sencilla de hacer y encierra un simbolismo tan hermoso. Debe ser el centro de la oración hogareña, donde la familia se reúne para orar diariamente como comunidad en espera y así preparar las venidas cotidianas de Cristo a nuestras vidas.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-11-16 7:22 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    En este último domingo del año litúrgico la Iglesia presenta a nuestra contemplación a Jesucristo, Rey del Universo. Y lo hace para asegurarse de que no nos equivocamos cuando pensamos en Jesús como Rey.  Es común pensar que como es Dios, su reinado va a traernos prosperidad, va a eliminar los conflictos, el sufrimiento, los males, la enfermedad, etc.  En una palabra: Cristo Rey va a salvarse a sí mismo y va a salvarnos a nosotros de todo lo que nos desagrada y nos hace sufrir: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lc 25,39). Pero el evangelio de hoy va precisamente en la línea opuesta, no porque Cristo no pueda vencer el sufrimiento y el mal, sino porque el camino que sigue para lograrlo es precisamente el de asumir en primera persona el sufrimiento y el mal para así quitarles su poder, demostrando que Dios-Amor es más fuerte. El Justo, el Inocente, con el poder de Dios se enfrenta al mal y sus consecuencias. Parece impotente y derrotado porque no usa su poder a la manera humana para vencerlos. Pero si contemplamos detenidamente la escena –así comienza el texto (aunque en la traducción que se lee en la Misa ha sido eliminado) : “estaba el pueblo mirando” (Lc 23,35)– desde el punto de vista de Dios –que es el que importa– notamos que desde su impotencia y humillación vence radicalmente el poder del mal.  Ahí está expresado su reinado sobre el mal, su conquista de todo lo que se opone a la felicidad plena y a la vida en comunión del hombre con Dios. Nada limita su poder contra el mal: ni las burlas, ni los retos, ni las blasfemias, ni los grandes pecados humildemente reconocidos del así llamado “buen ladrón”. El poder de Cristo Rey es universal y pleno, es el poder de Dios. Este poder está a nuestra disposición si lo acogemos.


    Consejo de la semana: Reflexiona en tu oración esta semana: ¿Todavía crees en un Cristo que reina eliminando el mal y el sufrimiento al estilo humano en tu vida y tu entorno? Mira los distintos personajes del relato y revisa qué obstáculos le pones tu al poder y al amor de Cristo Rey, el que te puede salvar del mal y el sufrimiento. ¿Ya has aceptado en tu vida compartir la suerte del Crucificado-Resucitado para vencer en tu entorno (hogar, parroquia, trabajo, escuela, etc.) –a la manera divina, reinando con Cristo– el sufrimiento y el mal?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-11-11 7:34 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    La curiosidad humana tiende a querer saber las fechas y detalles de los acontecimientos, sobre todo los relacionados a los grandes cataclismos y al fin del mundo.  Este es el tema de las preguntas que le hacen hoy a Jesús ante su comentario sobre la destrucción del templo: ¿cuándo será destruido el majestuoso templo de Jerusalén, considerado la morada de Dios en medio de su pueblo y, en la mentalidad judía, su destrucción como uno de los signos del fin de los tiempos?  Como a Jesús no le interesa satisfacer la curiosidad sino que estemos preparados, su respuesta no tiene que ver con fechas y horas, sino que va en la línea de dos grandes consejos, todo dicho con el lenguaje de la literatura apocalíptica: cataclismos, guerras, calamidades, desastres naturales, alteraciones cósmicas, persecuciones, etc. Primero: no nos dejemos confundir sobre la llegada del fin, porque vendrán falsos mesías haciéndose pasar por Jesús y avisando que está cerca el tiempo; pero esto no será el fin. Segundo: las persecuciones que se darán (incluso por parte de amigos y familiares y que en muchos casos desembocarán en la muerte) no son para que perdamos la fe sino, al contrario, para que demos testimonio de ella con la certeza absoluta de contar siempre con la ayuda divina y no con nuestras fuerzas. En resumen, nos dice Jesús, “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (Lc 21,19). Dicha perseverancia es el resultado del cultivo de la semilla de la Palabra en el corazón. Y para esto es la “Lectio Divina”.


    Consejo de la semana: Reflexiona en tu oración esta semana: ¿todavía se siguen dando los falsos mesías que anuncian desastres y el fin del mundo? ¿Me he dejado confundir o, al menos, atemorizar por alguna de estas manifestaciones? ¿Hoy en día, se dan las señales que predijo Jesús: guerras en diversos lugares y entre naciones, terremotos, hambre, peste (epidemias), hambre, cosas espantosas, persecuciones a cristianos culminando muchas en la muerte incluso por parte de familiares, odio a los cristianos por el hecho de serlo? ¿Me atemorizo y pienso que está cerca el fin o me concentro en fortalecer y perseverar en mi fe? ¿Qué debo hacer?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-11-02 3:15 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Este y el próximo domingo nos fijaremos en temas relacionados al final de los tiempos. En el texto de hoy, la ridiculización que los saduceos intentan hacer de la vida en “los cielos nuevos y la tierra nueva” hace eco de lo que muchos piensan hoy día: que será lo mismo que esta vida, ya sin sufrimiento, pero en definitiva, lo mismo: matrimonio, trabajo, hijos, luchas.  Se equivocan al trasponer a la otra vida temas como el matrimonio que, aún siendo en el tiempo presente vital para engendrar hijos para Dios y para educar para el amor, ya no tendrá sentido luego de la resurrección de los muertos. ¿Por qué? Porque la relación que habrá entre los seres humanos será basada sólo en la filiación divina plenamente vivida (verdaderos hermanos de Jesús e hijos del Padre); filiación que nos colmará plenamente haciéndonos participar de la comunión de vida con Dios sin necesidad de mediaciones ni relaciones de parentesco. Por otra parte, luego de la resurrección final no será necesario engendrar hijos porque la humanidad querida por Dios estará completa y porque los justos participarán de la eternidad de la vida divina: ya no habrá muerte. Por estas razones dice Jesús: “serán como ángeles”. Las promesas de Dios son infalibles y ciertas. Por eso decimos cada domingo en el Credo: “espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”. Hoy podemos rezar esta frase entendiendo mejor lo que decimos.


    Consejo de la semana: Estas verdades que hoy nos trae la liturgia no son sólo para la otra vida, como si esta no tuviera nada que ver con la resurrección y la inmortalidad. Al acercarse el fin del año litúrgico te invito a meditar cómo vives el discipulado (oración, confesión, comunión, liturgia, caridad, misericordia, fraternidad, relaciones familiares, responsabilidades laborales, justicia en tus relaciones personales y comerciales, etc.) No caigas en el error de pensar que lo de aquí es para ahora y que hay que hacer “lo que se puede” que en definitiva es “lo que se quiere”, y que no tiene nada que ver con la vida luego de la resurrección.  Como vivamos la otra vida será consecuencia de cómo hayamos vivido esta.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

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