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Queridos hermanos:
Ante situaciones y acontecimientos que nos defraudan, nos frustran o nos hacen sufrir porque no son como nos parece que deben ser, Jesús –como hizo con los discípulos de Emaús– nos invita a no darle más vueltas con lógicas y argumentos humanos –a no perder el tiempo en conversaciones y discusiones estériles–, sino a dejar que la Sagrada Escritura nos abra los ojos para ver las cosas según la lógica salvífica de Dios. Si no entramos en esta pedagogía divina, no seremos capaces de reconocer a Jesús en la fracción del pan –en la Eucaristía– ni seremos capaces de dar testimonio a nuestros hermanos anunciando su presencia en medio nuestro. ¿Dejo que Jesús me explique las Escrituras diariamente mediante la Lectio divina? ¿Es cada vez más la Misa una experiencia de encuentro personal con Jesús vivo? ¿En qué punto del camino espiritual de los discípulos de Emaús me encuentro?
Consejo de la semana: Haz el propósito de dejar que la voluntad de Dios se cumpla en tu vida sin reservas ni condiciones, en lo grande y lo pequeño. Pídele ayuda cada día para que no deje que hagas nada que sabes que es contrario a Su voluntad y para que hagas todo lo bueno que Dios te deja ver que quiere de ti.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel
En el evangelio de hoy Jesús dice a sus discípulos: “A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados” (20,23) y los envía con plena autoridad para perdonar pecados. El perdón de los pecados es acción del Espíritu, porque ser perdonado es dejarse crear por Dios. Es así como en la Pascua se realizan plenamente las palabras que Juan Bautista dijo acerca de Jesús: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (1,29). Quien acoge a Jesús resucitado, experimenta su salvación, sus pecados son perdonados y entra en la comunión con Dios, lo cual le permite superar sus contradicciones y limitaciones, abriéndose a la vida en comunión con Dios y los hermanos, abriéndose a la santidad que Dios le comunica. ¿He tenido experiencia personal de que Jesús Resucitado es el Cordero de Dios que quita el pecado de mi vida, perdonando mis pecados y superando mis contradicciones y limitaciones?
Consejo de la semana: La Iglesia celebra hoy el Domingo de la Divina Misericordia. Acércate al sacramento de la Reconciliación bien preparado y experimenta lo que es verdadera misericordia. Pide a Cristo que te ayude a abandonarte y dejarte dirigir por Él (a creer en verdad en Él). Reza la Coronilla a la Divina Misericordia y repite: “Jesús, en Ti confío”. Deja que Él en ti sea misericordioso con los demás. Háblale a alguien que no conoce a Dios de la Divina Misericordia.
Durante la Cuaresma se nos ha invitado a fortalecer las prácticas que conducen a una fe activa que se manifiesta por medio de la caridad. Y a examinarnos para quitar de nuestra vida todo lo que apaga la fe, lo que nos lleva a apoyarnos en los medios humanos y no en Dios. Hoy el Evangelio nos presenta a María Magdalena y a Pedro y Juan como ejemplos de fe. Esa confianza dócil en el Señor los lleva a captar los signos de su presencia, que son signos de su amor. En el relato vemos tres signos: el sepulcro vacío, las vendas en el suelo y el sudario enrollado aparte. Captar los signos –que pasan desapercibidos a quien no cree– fortalece la fe y lleva a una experiencia del amor de Dios que despierta en nosotros el querer amarlo más. Al igual que sucedió con el discípulo que llegó primero al sepulcro, la Sagrada Escritura fortalecerá nuestra fe y la fe nos hará captar mejor los signos que nos permitirán entender mejor la Escritura.
Consejo de la semana: A partir de hoy y por cincuenta días hasta Pentecostés las lecturas de la Misa nos ayudarán a continuar nuestro recorrido de crecimiento en la fe atentos a los signos del amor de Dios por nosotros. Haz el propósito de meditarlas cada día por al menos media hora. Añade la explicación o comentario de alguna fuente católica autorizada, bien en libro impreso o en Internet. ¿Con qué signos externos concretos vas a celebrar la Resurrección de Jesús en tu casa y en tu comunidad?
«¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil» (Mateo 26, 40-41). Mientras aguarda el momento de la prueba suprema de su Pasión, en la que deberá vencer por medio del amor todo el mal que puede enfrentar una persona, Jesús nos enseña a vencer la tentación, bien de combatir el mal o de buscar un bien aparente a base de obrar mal, o sea, de obrar fuera de la voluntad de Dios. Esta tentación no se vence con nuestras fuerzas o capacidades –«la carne es débil»– sino con el poder de Dios, que es amor, actuando en nuestro espíritu. Por ello es indispensable mantener abierta la comunicación con Dios, la conciencia de estar en comunión con Él y la disponibilidad para que Él actúe en y por medio nuestro. Eso sólo se logra con la vigilancia y la oración. Vigilancia y oración se complementan y refuerzan. La vigilancia nos mantiene despiertos a la presencia y acción de Dios. La oración ilumina nuestra mente con la verdad divina y transforma nuestro corazón para que, superando nuestras limitaciones, defectos y los efectos del pecado, seamos capaces de vivir en la voluntad de Dios. Es necesario seguir el consejo de Jesús si realmente queremos ser santos.
Consejo de la semana: Hoy y a lo largo de toda esta semana, practica la vigilancia refiriendo conscientemente a Dios todas las cosas, las que te gustan y las que no te gustan, las que son según tus deseos y las que no, pues detrás de todo está Dios Providente que lo permite para tu bien.
El domingo pasado vimos que para conocer a Dios es necesario dejar que nos abra los ojos de la fe para captar su obra en nosotros y nuestro entorno. Esta experiencia de Dios fortalece nuestra fe, nos lleva a confiar en Él sobre todo ante lo que no entendemos o queremos. Limitados como somos, se nos hace difícil abrirnos a la manera de actuar de Dios, que siempre nos supera. Devolviendo a Lázaro a la vida, Jesús supera las expectativas de Marta, quien está segura de que ya no verá a su hermano hasta la resurrección final: «sé que resucitará en la resurrección del último día». El signo de Jesús es la confirmación en acto de sus palabras: «Yo soy la resurrección y la vida». Sólo el que es la Vida puede dar vida, tanto la vida natural como la vida divina. Pero, como le aclara Jesús a Marta, sólo el que cree ve la gloria de Dios.
Consejo de la semana: Examina cómo vives tu fe. ¿Confías en la palabra de Jesús o solamente crees en los milagros y en las experiencias sensibles? Repite esta jaculatoria a lo largo del día: “Señor y Dios mío: creo, pero aumenta mi fe”.
Cuando nos dejamos envolver en el torbellino de la vida: trabajo, estudio, entretenimiento, viajes, comidas, pasatiempos, etc. y no sacamos tiempo para estar diariamente un buen rato a solas con Dios en el silencio y la oración (Santa Teresa de Calcuta dice que el fruto del silencio es la oración), nos sucede lo que le pasa a los judíos con el ciego de nacimiento curado por Jesús: no se capta a Dios actuando en nuestra vida y entorno. Cuando nos apoyamos en nuestras fuerzas, conocimientos y capacidades para buscarlo, no “vemos” a Dios. Cuando nos abrimos a Él poniendo en sus manos el Tiempo, los Talentos y el Tesoro que Él nos ha dado, podemos captar sus manifestaciones. Los judíos están ciegos: para ellos Jesús es un pecador porque curó un sábado. El ciego curado, por el contrario, no sólo ve ahora con sus ojos naturales, sino también con los ojos de la fe: es capaz de captar que sólo alguien que viene de parte de Dios puede hacer lo que Jesús hizo por él; es capaz de “ver” a Dios en Jesús.
Consejo de la semana: Te propongo que de ahora en adelante, como muestra de tu agradecimiento a Dios –porque todo lo que eres, posees y vives es un don de su infinito amor por ti– lo primero que hagas tan pronto despiertas cada día sea acudir a Él para darle gracias y luego dediques unos tres minutos para recogerte en su presencia antes de comenzar tu día y consagrarte a Él.
Si conociéramos el don de Dios, es decir, si supiéramos por experiencia quien es Dios, no andaríamos por la vida buscando donde no se encuentra el «agua viva» que todo ser humano anhela, aún sin saberlo, porque ha sido creado por Dios para alcanzar su plenitud saciándose de ella. Jesús nos aclara que si bebemos de un agua que no es el «agua viva» siempre tendremos sed; nunca nos saciaremos. Esta «agua viva», sobre la que habla el relato partiendo de la realidad de la sed natural de Jesús junto al pozo de Sicar, representa la vida divina que Dios nos quiere regalar. No la podemos conseguir nosotros, no importa los medios ni el esfuerzo que empleemos. El «agua viva» sólo se puede recibir como don de Dios. Todo nuestro esfuerzo será únicamente para abrirnos a Dios y permitirle dárnosla. La invitación de Jesús hoy es a poner en ello todo nuestro esfuerzo en lugar de buscar aguas que nunca nos saciarán. El mismo Jesús señala a la samaritana un ejemplo de estas aguas con las que buscamos saciarnos al decirle: «tienes razón que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido». Sin Dios nada es suficiente. Sólo Dios basta.
Consejo de la semana: Reconoce y agradece como don de Dios a tu familia (esposo, esposa, hijos, padres, nietos, etc.). Dedica hoy tiempo de calidad a estar con ellos y déjales saber que son un don para ti. Piensa también si tú te comportas como un don de Dios para ellos. ¿En qué se puede mejorar? Quizás ellos te pueden sugerir. Pregúntales. Atrévete.
El relato de la transfiguración expresa lo que es una experiencia de Dios con un lenguaje simbólico que los judíos, destinatarios inmediatos del evangelio, podían entender: la montaña alta es el lugar del encuentro con Dios, la nube luminosa es la presencia de Dios Espíritu Santo, la voz que habla de la nube es la del Padre, los vestidos blancos como la luz significan la vida divina. El transfigurarse Cristo significa que Él es Dios. Moisés y Elías conversando con Él representan la Ley y los Profetas que anuncian que Cristo es Dios-con-nosotros y ofrecen en sus escritos los detalles para reconocerlo. Y en medio de esta experiencia sobrenatural, Dios Padre nos pide “escuchar” a su Hijo amado, su predilecto. Escuchar al Hijo es escucharlo a Él. Obedecer al Hijo es obedecer al Padre. Es la condición necesaria para entrar en la “familia divina”: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y para vivir en ella como verdaderos hijos de Dios, permanentemente instalados en la «montaña alta» y envueltos en la «nube luminosa».
Consejo de la semana: Agradece al Señor haber recibido su perdón sacramental una y otra vez en el sacramento de la Reconciliación; agradece los medios y dones sobrenaturales (Bautismo, Eucaristía, el Espíritu Santo, las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, etc.). Piensa cómo aprovechas estos dones en tu vida. ¿Estará Dios contento de habértelos regalado por la manera en que los acoges, aprovechas y compartes?
El diablo tienta a Jesús invitándole a actuar sin contar con su Padre. Lo mismo hace con nosotros. Justificaciones podemos encontrar siempre para “resolver” por nuestra cuenta sin contar con Dios. Puede tratarse tanto de necesidades reales (el hambre en la primera tentación de Jesús) como de deseos de nuestras pasiones desordenadas que nos llevan a buscar placer, poder y riqueza como bienes en sí mismos, seguros de que los merecemos e, incluso, de que Dios quiere dárnoslos. El problema está en buscar lo que nos parece bueno sin contar con Dios, sin dialogar con Él para saber si es su voluntad. Jesús sabe que Él no es Hijo de Dios por su cuenta, sino sólo por, con y en el Padre. Si actuara por su cuenta (como le invita a hacer el tentador) confirmaría que no es el Hijo de Dios. Asimismo nosotros, cuando no actuamos por, con y en Cristo renunciamos a nuestra filiación divina. Jesús sabe que todo lo ha recibido y lo recibirá de su Padre Dios. Sólo tiene que vivir en la voluntad del Padre: «No se haga mi voluntad sino la tuya» (Lc 22,42). Igual nosotros.
Consejo de la semana: Asume en tu vida la centralidad de la Palabra de Dios acogida y meditada. Revisa tu oración y asegura que separas al menos media hora cada día para meditar la Palabra. Comienza hoy mismo y, aunque falles alguna vez, esfuérzate en continuar sacando la media hora diaria de oración a solas con Dios.
En el Evangelio de hoy queda claro que lo fundamental es ser “hijos en el Hijo”, es decir, que el amor cristiano no es más que la manera de ser del Padre Dios reflejado en sus hijos, así como nos lo reveló en su Hijo Jesús. “Sean hijos de vuestro Padre del cielo… Sean perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo” (Mt 5,45.48). Esta “filiación” y esta “perfección” se deja conocer en la manera como el discípulo que vive los valores del Reino enfrenta la violencia. La enseñanza completa la de la semana pasada, presentando ahora situaciones que no dependen del discípulo. Primero, ante las agresiones y ofensas, la justicia no se logra con la venganza sino con la paradójica victoria del derrotado: “No opongáis resistencia al malvado” (5,39a). Segundo, ante los enemigos lo que hay que hacer no es odiarlos sino rogar por ellos y hacerles el bien: “amar al enemigo” (Mt 5,44a). ¿Hasta qué punto me he dejado transformar en hijo de Dios para vivir según las Bienaventuranzas?
Consejo de la semana: Revisa el uso de tu tiempo, don de Dios. Mira la proporción que dedicas a tus cosas y gustos y la proporción que empleas como lo haría Cristo: sirviendo a los demás. Pide ayuda al Señor para hacer ajustes. Identifica modos de servir a los que están a tu alrededor, sobre todo a los pobres que no pueden compensarte lo que hagas por ellos. Así tu paga te la dará Dios y será muy superior.
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