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Queridos hermanos y hermanas:
En los últimos dos domingos hemos celebrado la comunión eclesial que es fruto del Espíritu (Pentecostés) y la comunión trinitaria como modelo y fundamento de toda comunión (Santísima Trinidad). Este domingo celebramos la comunión eucarística con Jesús (Corpus Christi, el Cuerpo de Cristo). «Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable sacramento se manifiesta el amor “más grande”, aquel que impulsa a “dar la vida por los propios amigos” (cf. Jn 15,13)… En el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos “hasta el extremo”, hasta el don de su cuerpo y de su sangre» (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis No.1). Jesús sale a nuestro encuentro en la Eucaristía en calidad de servidor. Nos alimentamos de la Eucaristía para dejar a Jesús salir en nosotros al encuentro de los hermanos en calidad de servidor. ¿Cómo quiere servir Jesús a los hermanos que me rodean?
Consejo de la semana: Te invito a repasar en tu oración personal la conexión entre Eucaristía y servicio que se da en tu vida. ¿De qué modo Jesús Eucaristía se convierte en Jesús Servidor en tus palabras y acciones concretas? Repasa también en tu vida la relación entre Eucaristía y comunidad. ¿De qué modo Jesús Eucaristía en ti te acerca a los hermanos? ¿Qué acciones concretas en tu vida son acciones de comunión, que fomentan comunidad?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel
Jesús nos dice que el Espíritu “recibirá de lo mío y os lo anunciará (transmitirá) a vosotros” (Jn 16,14c.15c). La vida que está en el Padre y en el Hijo y que sólo les pertenece a ellos, y todo lo que cabe en la relación entre el Padre y el Hijo será comunicado por el Espíritu a los discípulos. Es el Espíritu —Dios mismo vaciándose en nosotros— quien coloca en lo más hondo de nuestro ser al Ser mismo de Dios, un Ser que es comunión de Personas en el Amor. Por eso Jesús puede decirnos: “Todo lo que tiene el Padre es mío” (16,15a), porque en la comunión todos se entregan lo que son y tienen: “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (17,10). Esta manera de ser trinitaria es el modelo de toda comunidad, familia, parroquia, Iglesia. ¿Señala mi modo de vivir que creo en un Dios que es comunión de Personas en el Amor?
Consejo de la semana: Creer en un Dios que es Trinidad de Personas, comunión en el Amor, implica creer que la plenitud no se alcanza en solitario sino que supone “entregar” lo que se es y tiene al servicio del otro para buscar su bien. Como parte de tu vida en comunidad en la parroquia, ¿qué te pide Dios que “entregues” para servir tanto en el templo como en el territorio parroquial? ¿Qué servicios concretos, en qué tiempos y con qué recursos te pide el Señor que le dejes prestar a través tuyo?
En una reunión ecuménica en Upsala, el patriarca metropolitano oriental dijo estas palabras: “Sin el Espíritu Santo Dios es lejano. El Evangelio es letra muerta. La autoridad de la Iglesia es una dominación. La liturgia es pura evocación. El actuar de los cristianos es una moral de esclavos. Pero cuando el Espíritu Dios está presente, el Evangelio es Espíritu y Vida, la autoridad de la Iglesia es servicio, la liturgia es conmemoración y anticipación de lo esperado, y el actuar cristiano es deificado”. Para ti, en tu experiencia de vida ¿es el Evangelio letra muerta o Espíritu y Vida?, ¿es la autoridad en la Iglesia dominación o servicio?, ¿es la liturgia evocación vacía o actualización de lo acontecido y anticipación de lo prometido?, ¿es el actuar cristiano una moral de esclavos o una manifestación del poder de Dios?
Consejo de la semana: Examina tu vida para ver hasta que punto te interesa recibir el don del Espíritu Santo, cuya solemnidad celebramos hoy, Domingo de Pentecostés. ¿Das prioridad en tu vida a la escucha de la voz de Dios y su Espíritu por medio de la oración y meditación de la Palabra y los “signos de los tiempos” o te entregas frecuentemente a conversaciones improductivas o incluso pecaminosas, a consumir medios de comunicación indiscriminadamente, a desperdiciar el tiempo y los dones que Dios te regala en caprichos, perezas o proyectos personales al margen de Dios y su voluntad?
La Ascensión de Jesús a los Cielos expresa que su humanidad ha entrado en el mundo divino. Así como la Encarnación inaugura en el mundo humano la revelación de la divinidad, en la Ascensión vemos lo que será la situación definitiva de la humanidad en el mundo divino. Jesús nos ha precedido en la morada eterna y el estado definitivo, para darnos esperanza firme de que donde está Él, cabeza y primogénito, estaremos también nosotros, sus miembros. Su presencia gloriosa continuará hasta el fin del mundo en los que le amen y guarden su Palabra, y seguirá estando presente como el alma de la comunidad de los que viven la comunión con Él. Esta presencia es posible por el Espíritu Santo (la Promesa del Padre) quien reviste a los discípulos y a la comunidad del poder de Dios (la fuerza de lo alto) para llevar a cabo el anuncio con palabras y con obras.
Consejo de la semana: Examina tu vida para ver hasta que punto te interesa recibir el don del Espíritu Santo, cuya solemnidad celebraremos el próximo Domingo de Pentecostés. ¿Buscas limpiar de tu vida frecuentemente los pecados, es decir, las desviaciones voluntarias de lo que sabes que es voluntad de Dios? ¿Dejas que la Palabra te interpele? ¿Practicas el examen de conciencia diario antes de acabar el día? ¿Acudes a la confesión regularmente, al menos una vez al mes?
La noticia de la partida de Jesús de junto a sus discípulos provoca en ellos una gran tristeza. Pero Jesús les explica por qué en lugar de estar tristes deberían alegrarse de que se vaya al Padre. Se trata del modo en que Jesús seguirá conduciendo el seguimiento en el tiempo pascual, cuando no esté ya físicamente entre ellos. Él explica que la base de este seguimiento será el amor a Él y la obediencia a su Palabra: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Jn 14,15) y “Si alguno me ama guardará mis palabras” (Jn 14,23). Mediante la escucha y asimilación del Evangelio en su vida el discípulo sigue a Jesús a lo largo de su vida en cualquier tiempo y lugar. Pero esta manifestación de amor a Jesús de parte del discípulo no sólo le pone en comunión con Jesús, sino que hace que el discípulo experimente también el amor del Padre y la comunión con Él. “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23). Además, el Padre y el Hijo nos envían al Espíritu, verdadero Maestro del Evangelio, para que nos guíe interiormente hasta la comunión plena con la Trinidad. El resultado será que el discípulo experimentará la paz y la alegría que provienen de Dios.
Consejo de la semana: Examina tu vida para ver hasta que punto te interesa recibir el don del Espíritu Santo, cuya solemnidad celebraremos en dos semanas el Domingo de Pentecostés. ¿Estás más interesado en lo material que en lo espiritual? ¿Dedicas más tiempo y esfuerzo en tu vida a lo material (tener, aparentar, disfrutar, distraerte, descansar, trabajar) o a lo espiritual (estar con Dios en la oración, escucharle y dejarte guiar en tus vida por Él)? En los últimos años o meses, ¿ha aumentado el tiempo y esfuerzo que dedicas a lo material o el que dedicas a lo espiritual?
En el Evangelio Cristo habla de que Él glorifica al Padre y de que el Padre lo glorifica a Él. En lenguaje bíblico, glorificar significa mostrar, revelar, hacer visible lo más profundo del otro, su manera de ser. Durante toda su vida pero especialmente en la Cruz, Jesús glorifica (revela) al Padre –Dios es Amor– y el Padre revela (glorifica a) Jesús –Él es en verdad el Hijo de Dios–. Al acercarse el fin de su convivencia terrena con los discípulos, Jesús les indica su tarea más importante: cómo deben vivir para dar gloria a Dios, para revelar y mostrar a todos quienes son el Padre y el Hijo, y para que Dios se glorifique, es decir, se revele como amor en medio de la comunidad, quedando claro que ellos son sus discípulos. Esta tarea es el mandamiento nuevo del amor: “que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (Jn 13,34). ¿Según persevero en mi práctica religiosa noto que con el tiempo vivo más plenamente el mandamiento nuevo? ¿Puedo decir que mi vida cada vez da más gloria (revela mejor) a Dios?
Consejo de la semana: Te invito a examinar tus prioridades, que te dejarán saber con más objetividad cómo andas en la vivencia del mandamiento del amor. ¿Es el amar, el servir –como Cristo, que no vino a ser servido sino a servir– tu prioridad? Cuando actúas, ¿piensas primero en el bien que puedes hacer al hermano o en tu bien, en lo que puedes sacar para ti; en lo que te conviene más a ti o en lo que le conviene más al hermano? ¿Qué debes pedirle a Jesús? ¿Qué debes cambiar en tu práctica religiosa, en tu uso del tiempo, de los bienes materiales?
Celebramos hoy el domingo del Buen Pastor. Cada año, en el cuarto domingo de Pascua, leemos una parte del capítulo 10 de Juan, cuyo tema es: “Jesús, Buen Pastor”. El pasaje propio de este año (Juan 10,27-30), se centra en la responsabilidad del Pastor. El Buen Pastor le da la vida del Padre (con quien es un solo Dios) a todos los que escuchan su voz, a los que acogen su Palabra y creen en Él, a los que se fían de Él y le obedecen porque se reconocen como don del Padre a Jesús. Así es como los discípulos (“ovejas”) entramos en comunión con Dios, de quien proviene la vida. El Buen Pastor se hace responsable de que nada ni nadie pueda separar sus ovejas del Padre, quitándoles esta vida, ni siquiera la muerte: “nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre” (Jn 10,29). Las ovejas de Jesús, pues, son aquellas que se dejan dar la vida divina mediante la escucha y obediencia a la Palabra, porque creen en (se fían de) el Buen Pastor. ¿Somos tu y yo de las ovejas del Buen Pastor? ¿En qué lo sabemos?
Consejo de la semana: Hoy la Iglesia nos invita a pedir y agradecer a Dios las vocaciones, especialmente al ministerio sacerdotal, llamado a hacer presente en el mundo y la Iglesia la responsabilidad y el amor de Jesús Buen Pastor. Si no lo haces ya, asegúrate que cada día entre tus intenciones esté el pedir por el aumento, perseverancia y santidad de los llamados. Te exhorto además a asumir como responsabilidad personal el pedir diariamente por los sacerdotes y las vocaciones al sacerdocio que han servido o servirán a nuestra comunidad de Cristo Redentor.
El Evangelio según Juan que nos presenta hoy la liturgia narra “la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos” (20,14). Esta manifestación no consiste sólo en la revelación de la verdad de la resurrección (no es sólo saberlo en nuestra mente), sino en hacer la experiencia del hecho. Vemos cómo los discípulos aprenden a vivir pascualmente, es decir, a actuar guiados por la Palabra de Jesús entrando así en una relación vivificante con el Señor Resucitado. Descubren además, que vivir en comunidad no es sólo encontrarse, estar juntos, hacer cosas juntos, sino llegar a ser comunidad de amor como resultado de vivir la comunión con el Resucitado, quien ejerce su señorío en la Palabra y la nutrición eucarística, evocada por la invitación de Jesús a comer y la frase “Toma el pan y se lo da” (21,13b). ¿Tengo el valor de reconocerme necesitado de Él, de su presencia, de experimentar la comunión con Él? ¿Me dejo guiar por su Palabra? ¿Me dejo nutrir de la Eucaristía, o sólo comulgo?
Consejo de la semana: ¿Ya cultivas por media hora diaria la escucha y acogida de la Palabra en el silencio del corazón? ¿Que tal si decides separar ya, comenzando hoy mismo, esa media hora en el mejor momento de tu día, a solas, en silencio con Dios? No olvides que para que esto se de es necesario disciplinarse en cuanto al uso del tiempo. ¿Qué ajustes necesitas hacer?
El apóstol Tomás no acepta el testimonio de los otros discípulos sobre el Resucitado. Él pone sus condiciones para aceptar el hecho: pide verlo y tocarlo. Pero Jesús no quiere que nadie quede excluido del gozo pascual, de participar en su victoria sobre el pecado y la muerte. Por eso trata a Tomás con misericordia –buscando su bien y su felicidad por encima de todo– y le concede lo que pide. Sin embargo, nos deja claro a los discípulos de todos los tiempos que la fe no puede depender de las condiciones que cada uno quiera poner. Por eso serán dichosos los que “crean sin haber visto”. Esta fe se logra por medio del testimonio del Evangelio y de la predicación de la Iglesia. Dios nos muestra su misericordia cuando nos dejamos educar y modelar por su Palabra para vivir la vida del Resucitado. Nosotros mostramos la misericordia de Dios a los demás cuando nuestra vida manifiesta la victoria del Resucitado sobre el pecado y la muerte.
Consejo de la semana: En este domingo de la Divina Misericordia te propongo llevar a cabo una de las 14 obras de misericordia corporales y espirituales como signo de que el Resucitado está vivo y actuando entre nosotros.
María Magdalena madruga, corre a avisar a los discípulos que la losa está quitada y que no está en el sepulcro el cuerpo de Jesús. Lo llama “Señor” (Kyrios en griego), es decir, Dios y, por tanto, inmortal. Su fe es modelo para nosotros del amor que debemos tener a nuestro Señor. Era mucho lo que había recibido de Jesús –como nosotros– y grande su gratitud –¿es así la nuestra?–, que la llevaba a buscar estar siempre con Él para servirle. Pedro y el discípulo amado llegan corriendo al sepulcro. Son los primeros en entrar y captar los detalles que mostraban que la ausencia del cuerpo no era obra humana: las vendas en el suelo y el sudario enrollado aparte. Son detalles pequeños, delicados, como los que Dios pone siempre para confirmar su presencia y acción. Detalles que solo captan los que confían en Dios. Estos signos confirman la fe de los discípulos en Jesús y su palabra de que al tercer día resucitaría. Así lo anota el evangelista cuando comenta que el discípulo amado «vio y creyó» (Juan 20, 8). Luego de trabajar durante la Cuaresma en nuestra conversión estamos mejor preparados para ver los signos que confirman la presencia y acción de Dios en nuestras vidas. Hoy es día para agradecer lo que Dios ha hecho, hace y hará por cada uno de nosotros.
Consejo de la semana: En este gran día de la Pascua haz examen: ¿qué primeros frutos puedes recoger hoy del camino preparatorio de la Cuaresma, de esta Semana Santa y del Triduo Pascual que hoy culmina? ¿Qué sepulcros, vendas y sudarios vacíos puedes ver en tu vida? ¿Qué ha cambiado en tu relación con Dios, con los hermanos? ¿Qué aspectos de tu vida has dejado que el Padre resucite?
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