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«Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» (Mt 18,20). Estas palabras de Jesús indican que para que Dios esté en medio nuestro, para que sea el "Dios con nosotros" (el Emmanuel) es necesario estar reunidos en su nombre. Veamos lo que esto significa.
El nombre en la tradición judía representa el ser y actuar de la persona. Por tanto, el nombre de Dios es sumamente sagrado y se refiere al ser y actuar de Dios. Sabemos que hay tres personas divinas en el único y sólo Dios. Estas personas son, viven y obran la comunión en el amor. Juan nos dice: ‘Dios es amor’. Por tanto, reunirse en el nombre de Dios significa reunirse en la comunión en el amor que es Dios, uno sólo en tres personas. La comunión en el amor no puede vivirse en solitario. Requiere, por tanto, que hayan dos o más para que el amor pueda comunicarse. El sentido de la frase es: donde hay dos o más que viven en comunión con Dios, allí está Él presente y actuando.
Donde hay dos o más viviendo la comunión con Dios, allí está y se manifiesta Dios. La comunión con Dios es un don que tiene que recibirse como don y vivirse como don para que Dios pueda hacerse presente en medio nuestro. Es necesario dejar que Dios nos moldee para vivir en su voluntad y así mantener la comunión con Él y la comunicación de su ‘nombre’, esa comunión en el amor, por medio nuestro a los demás.
Esto debe verificarse en cada una de nuestras acciones como cristianos. Cuando se da en nuestras acciones, palabras, actividades, apostolados y reuniones, en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestra parroquia, entonces le permitimos a Dios hacerse presente y actuar en medio nuestro, transformando nuestro mundo en Reino de Dios, anticipo del Cielo.
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo celebramos la dedicación de la Basílica de Letrán que, como lee en su frontispicio, es “madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del mundo” porque fue la primera basílica de la Iglesia Católica. Cristo nos dijo que el templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra porque Dios habita en él. Pablo escribe a los cristianos de Corinto: "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” Pero también la presencia de Dios se encuentra “donde están dos o tres reunidos en mi nombre”, donde dos o más “templos de Dios” se reúnen. Esto puede darse en cualquier lugar. Sin embargo, el lugar por excelencia para esta reunión es el templo consagrado, donde el mismo Dios que habita en nosotros nos convoca a celebrar la Eucaristía y demás sacramentos, alimentando y fortaleciendo así su presencia en nosotros y enviándonos como portadores de la misma a los ambientes en los que nos desenvolvemos. No dar valor a la ekklesía, a la asamblea de los convocados, o a la reunión en el templo consagrado son síntomas de una vivencia religiosa individualista que no ha entendido que el amor de Dios donado a cada fiel y su comunicación a los hermanos son condición de posibilidad de la comunión, meta de nuestra existencia.
Consejo de la semana: En la liturgia bien celebrada participa todo nuestro ser: mente sentimientos, vista, tacto, voz… nada debe quedar fuera de la influencia divina cuando queremos que el Espíritu Santo habite en nosotros y nos haga instrumentos de comunión, cuando queremos que ore y viva en nosotros y con nosotros. Prepárate para el encuentro con Dios en el templo con al menos media hora de oración diaria y unos diez minutos de oración en la capilla del Santísimo antes de la Misa. Muchos de nuestros hermanos lo hacen y han visto los frutos.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel
Este domingo celebramos la conmemoración de los fieles difuntos. Sobre la realidad de la muerte nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. "Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia" (Flp 1, 21). "Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también viviremos con él" (2 Tm 2, 11). La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir con Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a El en su acto redentor» (no. 1010).
«La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin "el único curso de nuestra vida terrena" (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. "Está establecido que los hombres mueran una sola vez" (Hb 9, 27). No hay "reencarnación" después de la muerte» (no. 1013).
En nuestra oración dialoguemos con el Señor sobre nuestra muerte y nuestra vida en Cristo.
Consejo de la semana: Además de nuestra oración por los difuntos y la celebración de la Santa Misa, te invito a lucrar indulgencia plenaria esta semana y a ofrecerla por los fieles difuntos. En el boletín impreso (pacrired.org/Boletines) encontrarás la información necesaria para hacerlo.
En su Carta encíclica Dios es Amor (n. 18) Benedicto XVI nos dijo: «El amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús, consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más allá de la apariencia exterior del otro descubro su anhelo interior de un gesto de amor, de atención, que no le hago llegar solamente a través de las organizaciones encargadas de ello, y aceptándolo tal vez por exigencias políticas. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita. En esto se manifiesta la imprescindible interacción entre amor a Dios y amor al prójimo». ¿Cómo cultivo mi ‘encuentro íntimo con Dios’ cada día?
Consejo de la semana: Ora diariamente en tu hogar. Trata de que sea cada día a la misma hora. Prepárate un lugar que sea acogedor. Enciende una vela. Abre la Biblia. Coloca un crucifijo o la imagen de Nuestro Señor. Quizás también la de la Virgen o algún santo. Adopta una postura cómoda, pero sin que haya peligro de que te duermas. Para dejar a Dios actuar en ti en la oración tienes que estar bien despierto. Dedica cada día al menos 30 minutos. Invoca al Espíritu Santo y pídele que te abras a la presencia amorosa de Dios.
La enseñanza de Jesús en el evangelio de hoy: «Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» se cita frecuentemente para decir lo que Jesús nunca dijo. Su respuesta fue: dadle al César lo que tiene su imagen, es decir, lo que le corresponde en justicia, y dadle a Dios también lo que le corresponde, es decir, lo que tiene su imagen. Puesto que toda la creación lleva la imagen de Dios –particularmente el ser humano– todo debe dársele a Dios, que es lo mismo que decir: todo debe manejarse según su voluntad. Dándole al ‘César’ lo que le corresponde en justicia estamos ‘dando a Dios lo que es de Dios’. Pero cuidado: ningún ‘César’ tiene autoridad para impedir que se le ‘de a Dios lo que es de Dios’.
Consejo de la semana: Hoy la Iglesia universal celebra la Jornada Mundial de las Misiones, conocida como el DOMUND. Además de ofrecer tu aportación económica generosa para apoyar la obra misionera de la Iglesia, te invito a realizar a lo largo de la semana al menos una de las siguientes obras: (1) visitar durante una hora a un enfermo de la parroquia, (2) visitar a un encarcelado, (3) ofrecer de comer a un hambriento, (4) pedir a personas enfermas que ofrezcan su dolor en unión con el de Jesús por las misiones, (5) visitar a Jesús en el sagrario y orar por los misioneros, (6) rezar el Rosario por los misioneros, (7) servir de algún modo a un necesitado que no te puede repagar, (8) meditar la Pasión de Jesucristo.
La parábola del banquete del rey nos pone ante el futuro que Dios nos ofrece: nos invita a su mesa, nos ha destinado a la comunión festiva y gozosa, íntima y eterna con Él y con su Hijo. Rechazar la invitación al banquete es rechazar la vida en comunión con Él. Para participar del banquete es necesario un vestido nupcial. En lenguaje simbólico el vestido indica el estado completo de una persona, cómo la persona aparece ante Dios. La vida nueva del discípulo que se requiere para entrar al banquete se adquiere por la escucha de la enseñanza de Jesús y el hacer la voluntad del Padre. ¿Le doy importancia y valor a la invitación que me hace Jesús? ¿Cómo es mi traje de fiesta?
Consejo de la semana: San Juan Pablo II nos dijo en su carta sobre el Rosario de 2002: “La Iglesia ha visto siempre en esta oración una particular eficacia, confiando las causas más difíciles a su recitación comunitaria y a su práctica constante. En momentos en los que la cristiandad misma estaba amenazada, se atribuyó a la fuerza de esta oración la liberación del peligro y la Virgen del Rosario fue considerada como propiciadora de la salvación. Hoy deseo confiar a la eficacia de esta oración la causa de la paz en el mundo y la de la familia.” Ante la situación tan compleja de guerras y conflictos en el mundo actual, lejanos y cercanos, te invito a hacer de la recitación diaria del Santo Rosario tu arma para alcanzar la paz en el mundo y en cada familia. ¿Y por qué no participar de los rosarios en comunidad que tenemos este mes en la parroquia?
Dios, el propietario de la “viña”, la cuida con todo empeño. La viña representa el vivir en la voluntad de Dios (vivir en el Reino). Dios no escatima esfuerzo para que tu y yo vivamos en su voluntad y podamos así disfrutar su vida. Primero envía a sus siervos los profetas. Finalmente envía a su Hijo. Pero los frutos dependen de nuestra correspondencia. ¿Nos parece justo que a pesar de que Dios pone en juego su omnipotencia para hacer fructificar su viña, esta no de los frutos que Él espera, frutos que en realidad son para nosotros y no para Él?
Consejo de la semana: Iniciamos octubre, mes del Rosario. San Juan Pablo II nos dijo en su carta sobre el Rosario de 2002: “El Rosario nos transporta místicamente junto a María, dedicada a seguir el crecimiento humano de Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta que Cristo «sea formado» plenamente en nosotros (cf. Ga 4, 19). Esta acción de María, basada totalmente en la de Cristo y subordinada radicalmente a ella, «favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo» (Lumen Gentium 60). Es el principio iluminador expresado por el Concilio Vaticano II, que tan intensamente he experimentado en mi vida, haciendo de él la base de mi lema episcopal: Totus tuus [Todo tuyo]”. ¿Por qué no cultivar el rezo diario de esta devoción, recomendada por grandes santos y Papas por su eficacia?
Para pertenecer al Reino de Dios es importante conocer la voluntad de Dios y hacerla. Con su palabra y con la discusión con las máximas autoridades judías, Jesús hace caer en cuenta del peligro de no poner en práctica la voluntad de Dios. ¡Hay que buscarla atentamente y acogerla con prontitud! Hay que reconocer a los mensajeros de Dios que nos comunican el querer de Dios. No hay que repetir el comportamiento de las autoridades judías, quienes evitan tomar posición ante la pregunta que les hace Jesús para que no se delate la inconsistencia entre lo que profesan de boca y lo que hacen en la práctica, porque esto ya es una toma de posición contra la voluntad de Dios. Por último, hay siempre esperanza para el pecador: nadie que haya dicho que no y haya vivido mal se debe desesperar. No es decisiva la primera respuesta, lo importante es no permanece en ella, corregirse con una renovación de vida que se reconozca en un “actuar justo”. ¿Presto atención al llamado del Señor cada día? ¿Por qué a veces digo que sí, pero luego no hago lo que Dios me pide?
Consejo de la semana: Al llegar al templo, toma siempre el boletín parroquial y la hoja de cantos. No olvides llevar El Visitante, instrumento sencillo pero muy útil para formarte e informarte en la fe y el quehacer de la Iglesia. Al salir del templo, lleva contigo el boletín para que puedas meditar las lecturas durante la semana en tu oración personal y para que puedas estar al tanto de las fechas y horas de las actividades. Como cortesía a los que asistirán a la siguiente misa, devuelve los materiales impresos que no vas a llevarte a la mesita de la entrada del templo.
El Evangelio de hoy es una lección sobre el modo de actuar divino que choca con nuestros cálculos, previsiones y comparaciones humanas. Es una invitación a dejar que Dios nos regale su modo de ver las cosas para que podamos ser sus colaboradores, en lugar de opositores; para que podamos ser servidores de nuestros hermanos, en lugar de competidores. Preguntémonos: ¿Sé ponerme contento y estar agradecido por el bien que reciben los otros? ¿Me hace sufrir el compararme con otros? ¿Con qué frecuencia me comparo? ¿Conozco lo suficiente a Dios como para fiarme de Él y dejarle en mi vida tomar y darme, con la seguridad de que siempre es lo mejor para mí?
Consejo de la semana: Haz de la oración y la Lectio divina tu prioridad diariamente. Quita otras cosas que te parecen imprescindibles pero que no lo son. Haz del servicio generoso y desinteresado a quienes no pueden pagarte tu forma natural de ser. Al levantarte cada día, entrégale al Señor tu mente calculadora de negociante y pídele que te regale Su generosidad. Abre tu mente y tu corazón a las mociones del Espíritu Santo. Aprende a escucharlo. Deja que sea Él quien te organice el día y las prioridades. Verás resultados divinos en tu vida.
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