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Queridos hermanos y hermanas:
Las parábolas de hoy dejan claro que el valor del “tesoro” y de la “perla” (a los que se asemeja el Reino de Dios) no se percibe plenamente hasta que se les encuentra y posee. ¿He tomado la decisión de buscar el Reino sin descanso, o todavía dudo que haya algo de más valor que lo que ya tengo y vivo? ¿Por qué cosas de menor o escaso valor he cambiado en mi vida (o estoy cambiando) el “tesoro” y la “perla”?
Consejo de la semana: Al acercarte a comulgar, prepara tu corazón para recibir al Señor con una profunda acción de gracias, tanto por lo que te da que te gusta como por lo que no te gusta, pues todo es para tu bien. Ofrécete con todo tu ser para que Jesús tome posesión de ti cuando lo recibas, tanto si lo recibes sacramentalmente como mediante una comunión espiritual.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel
Jesús siembra su “buena semilla” en nosotros. Pero el diablo, a la vez, siembra “la cizaña”. La paciencia de Dios –que quiere que todos se salven– le lleva a permitir que coexista el trigo y la cizaña, que en el mundo hayan a la vez buenos y malos, y que en nosotros se de a la vez el bien y el mal. No nos corresponde a nosotros juzgar a los demás sino más bien evaluarnos a nosotros mismos y trabajar cada día por dejar que Dios nos haga santos, a la vez que, con paciencia, ayudamos a los demás a progresar en su conversión. ¿Cuál es mi reacción ante “la cizaña” que veo en mi vida? ¿Y ante la que veo en los demás?
Consejo de la semana: Lee y medita en tu casa las lecturas que se van a proclamar en la Misa dominical. Recomiendo especialmente seguir el método de la Lectio divina. Saca al menos media hora para esto. Cada lunes, en nuestra página web (pacrired.org), encontrarás el guión que usamos para la sesión de Lectio divina comunitaria con el Evangelio del domingo.
Hoy nos enseña Jesús: “El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta” (Mt 13,8). Lo que nos lleva a preguntarnos cada uno: ¿soy tierra buena, donde la semilla (la Palabra del Reino) que Dios siembra da, al menos, el treinta por uno? ¿Acojo cada día la semilla que Dios quiere depositar en mí? ¿Cuánto tiempo dedico a la meditación diaria de la Palabra? ¿En mi parroquia, soy de los que reciben la semilla y también siembran?
Consejo de la semana: Identifica los dones por los que estás más agradecido a Dios. Revisa cuan apegado estás a ellos. Un modo de hacerlo es meditando sobre cómo te sentirías o reaccionarías si Dios retirara ese don o esos dones. Pide ayuda al Señor.
El Padre, Señor del cielo y de la tierra, tiene preferencias por los sencillos. Los “sencillos” son los discípulos creyentes, lo opuesto a los “sabios y entendidos”. ¿Mi seguridad en la vida está en creer, en confiar en Jesús como los “sencillos,” o me fío de mis capacidades, conocimientos, relaciones porque soy “sabio y entendido”? Mi práctica religiosa, ¿me ha llevado a experimentar que el “yugo” de Jesús, es decir, la voluntad de Dios, es llevadero y ligero? ¿Encuentro en Jesús mi descanso?
Consejo de la semana: Cada vez que visites la parroquia para celebrar la Misa –incluso ahora que quizás la celebras conectándote desde tu hogar o en el parque de nuestra urbanización– date la oportunidad de silenciarte y reposarte antes de que comience la celebración. Prepárate haciendo tu oración del día en tu hogar antes de venir a la Misa. Llega temprano y visita el Santísimo en la Capilla por espacio de al menos cinco minutos. Esto hace posible preparar nuestras personas (espíritu, mente, cuerpo) para celebrar, en lugar de solamente asistir u oír. Verás la diferencia.
Hoy Jesús nos dice que no es posible seguirle a medias, desde la mediocridad del compromiso con los estilos y valores del mundo para “no complicarnos la vida” o pasar por “gente normal”. Su seguimiento es total o no es seguimiento. «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí». Incluso los vínculos paterno-filiales adquieren su justo valor y constituyen un bien para la persona cuando están supeditados, configurados de manera nueva por la adhesión a Jesucristo. Ni la vida (como veíamos la semana pasada) ni los padres o hijos son un valor supremo; sólo Dios. ¿Cuál es el valor supremo en mi vida? ¿Cómo es mi seguimiento?
Consejo de la semana: Lee y estudia los números 2373 al 2379 del Catecismo de la Iglesia Católica para que puedas explicar bien a otros la moralidad de algunas técnicas para combatir la infertilidad y esterilidad en el matrimonio.
Jesús sabe que como discípulos misioneros tendremos que enfrentar situaciones de hostilidad si queremos ser fieles a Él y perseverar en la fe. El evangelio de hoy menciona tres: el rechazo ante la proclamación de la Palabra, el peligro de nuestra integridad física y las presiones para negar nuestra pertenencia a Jesús. La reacción lógica que esto produce es el miedo. Por eso hoy nos dice por tres veces «no tengáis miedo» (vv. 26,28,31) dejando claro que todo lo que nos sucede es conocido, determinado, permitido y conducido por nuestro Padre del Cielo. ¿Estamos dispuestos a testimoniar nuestra fe por encima de las presiones sociales?
Consejo de la semana: Te invito a revisar con qué frecuencia acudes al sacramento de la Confesión o Reconciliación. ¿Esta frecuencia le permite a Cristo ponerse a tu servicio para llegar a sanarte y poco a poco fortalecerte y hacerte como Él? ¿Has hablado de esto con Cristo antes? ¿Qué te diría hoy? ¿Qué le dices tú?
«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna» (Jn 6,54). Comulgamos para recibir como don la vida de Dios, la vida eterna, pero no basta con comulgar. Es necesario comulgar y no oponer resistencia a ser asumidos en la comunión con Dios: es necesario un proceso que llamamos conversión, mediante el cual permitimos que Dios nos haga ser como Él (“volver a nacer de Dios”). Por eso Jesús habla de “comer” y “beber”, y no de “tragar”, indicando con ello un proceso de asimilación y nutrición. En este proceso es clave la oración (relacionarse con Dios para dejarse guiar por Él) y los sacramentos (dejarse sanar y alimentar continuamente por Dios). También es indispensable que se manifieste la comunión con Dios en nuestras relaciones, en nuestro amar con acciones concretas, pasando de nuestro egoísmo a amar como Dios nos ama (“como Cristo nos amó”). ¿Quiero realmente comulgar o sólo me interesa tragar? ¿Recuerdo que he comulgado cuando llega el momento de dejar actuar a Cristo en mi vida?
Consejo de la semana: En la presentación de los dones se nos invita a poner junto al pan y al vino, en la procesión y en el altar, nuestros dones personales, comenzando por nuestras personas. La oración sobre las ofrendas presenta formalmente estos dones a Dios. Antes de venir a la Misa piensa en algunos de los dones que vas a colocar espiritualmente sobre el altar. Así nunca vendrás a Misa con las manos “vacías”. Y siempre saldrás con las manos “llenas”.
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Cor 13,13). Hoy celebramos el misterio central de nuestra fe: un Dios que es familia de personas, tres personas, un sólo Dios; la Santísima Trinidad. Dios es uno pero no solitario. Su esencia es ser comunión en el amor. La salvación consiste en vivir en la comunión de la Trinidad, y esto es posible gracias al Espíritu Santo que se nos ha dado y que es la corriente infinita de amor divino entre el Padre y el Hijo. No puedo vivir la comunión en solitario. Debo servir y ser servido, amar y ser amado. Para esto he sido creado, a imagen y semejanza de Dios. No encontraré plenitud ni felicidad fuera de la comunión con Dios y los hermanos. ¿Es mi relación con Dios individualista?
Consejo de la semana: Estamos llamados a hacer vida la comunión que Dios nos dona, manejando los dones para el servicio mutuo en la comunidad parroquial –«casa de la comunión»– como pecadores que van aprendiendo a hacerlo según la voluntad de Dios y en comunión con los hermanos que también están aprendiendo –«escuela de la comunión»– (cfr. San Juan Pablo II, Novo millennio ineunte 43). Los ministerios en la parroquia deben ser escuela de virtudes que choca frontalmente con el mundo materialista, consumista, hedonista, utilitario, deshumanizante (manipulador de las personas como si fueran cosas). ¿Por qué no participar en algún ministerio en la parroquia? ¿Por qué no animar a otros a participar?
El Espíritu Santo, cuyo envío por parte del Padre y del Hijo hoy celebramos, es quien hace posible el plan de salvación de Dios. Nos transforma desde dentro dándonos la vida divina y haciendo posible la comunión con Dios y entre nosotros. Es tan grande este Don increado de la vida divina que para disfrutarla necesitamos que el mismo Dios nos haga "nacer de nuevo", es decir, nos de una nueva forma de ser. Es un proceso que requiere paciencia y obediencia de nuestra parte. ¿Puedo decir que estoy haciendo lo que me corresponde para que esto se de? ¿Cómo puedo colaborar mejor para acelerar el proceso?
Consejo de la semana: Arrodillarse es un gesto de adoración. El que no tenga impedimento para arrodillarse debe hacerlo durante la consagración, es decir, desde que el celebrante invoca el Espíritu Santo colocando las manos sobre el cáliz y la patena hasta la aclamación “Este es el sacramento de nuestra fe”. El que no pueda arrodillarse debe hacer una inclinación profunda después de la consagración del pan y otra después de la consagración del vino, justo en los momentos en que el sacerdote hace la genuflexión.
Cuando comenzó la Pasión de Jesús todos los discípulos interrumpieron el seguimiento: Judas lo traicionó, Pedro lo negó tres veces y los otros diez huyeron. Pero Jesús sanó la herida provocada por la ruptura del seguimiento. Al momento de su Ascensión no llamó a otros discípulos, sino a los mismos que le fallaron en la prueba de la Pasión. Los convocó para la misión y les aseguró su asistencia continua y poderosa. Lo mismo hace contigo y conmigo, a pesar de nuestra infidelidad. ¿Cómo estamos tu y yo llevando a cabo la misión de evangelizar –de impregnar de los criterios, estilos, metas, acciones de Cristo– al mundo?
Consejo de la semana: A todos nos gusta que al llegar a un lugar –especialmente a la parroquia– nos reciban cordialmente, nos hagan sentir “en casa” y estén atentos para ayudarnos si necesitamos algo. Muchas veces nos quejamos de que nuestras parroquias no son hospitalarias. Es necesario tomar conciencia de que dar la bienvenida a quienes llegan por primera vez a la parroquia no sólo es trabajo de los hermanos asignados para el ministerio de hospitalidad o de bienvenida. Es responsabilidad de todos. Al llegar al templo, busca a alguien que no hayas conocido antes. Extiéndele la mano, preséntate y toma unos minutos para darle la bienvenida a su hogar parroquial, la casa de Dios.
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