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Queridos hermanos y hermanas:
Por medio del anciano Simeón, Dios expresa su plan para el Niño que María, su madre, lleva al templo para consagrarlo a Dios según manda la ley del Señor. A la obediencia de María y José a la voluntad de Dios expresada en la ley, Dios responde confirmando la identidad de Jesús revelada por el ángel a María: «Salvador… para todas las naciones» (Lc 2, 30-31). Y amplía el mensaje que el ángel había comunicado. La misión de Jesús estará impregnada de conflicto («será como una bandera discutida», Lc 2, 34) y sufrimiento, tanto para Él como para su Madre («y a ti, una espada te traspasará el alma», Lc 2, 35). Se pone a prueba la fe de María colaborando con lo que Dios tiene previsto, que por malo que parezca, por ilógico que humanamente resulte, es siempre lo que conviene, lo mejor. María mostrará «lo que el Poderoso ha hecho en ella» cuando con total generosidad y desprendimiento ponga en juego –al igual que su Hijo– todo lo que es, puede y tiene al servicio del plan de Dios. María es modelo de acogida y respuesta a la llamada de Dios; modelo de mensajera de Dios que irá diciendo con toda su vida: «hagan lo que Él les diga» (Jn 2, 5). ¿Y tú y yo, por dónde vamos en el proceso de dejarnos conformar al modelo que es María?
Consejo de la semana: Examina qué virtud (o virtudes) más te cuesta vivir en el seno de tu familia. ¿Por qué no pedir ayuda, primero a Dios y a su Madre María, y luego, a los miembros de tu propia familia, para mejorar?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel
En su Carta Apostólica ‘El hermoso signo del pesebre’ del 1 de diciembre de 2019 el Papa Francisco nos ha dicho: «El modo de actuar de Dios casi aturde, porque parece imposible que Él renuncie a su gloria para hacerse hombre como nosotros. Qué sorpresa ver a Dios que asume nuestros propios comportamientos: duerme, toma la leche de su madre, llora y juega como todos los niños. Como siempre, Dios desconcierta, es impredecible, continuamente va más allá de nuestros esquemas. Así, pues, el pesebre, mientras nos muestra a Dios tal y como ha venido al mundo, nos invita a pensar en nuestra vida injertada en la de Dios; nos invita a ser discípulos suyos si queremos alcanzar el sentido último de la vida (n. 8)». «El belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad (n. 10)». Que nuestra comunidad parroquial y cada uno de nuestros hogares sea un Belén al que acudamos gozosos como los pastores en la Nochebuena para encontrar al Niño siempre en brazos de su Madre María. Entonces, aun sin palabras, estaremos anunciando a todos: ¡Feliz Navidad!
Consejo de la semana: Saca tiempo estos días para orar contemplando el Nacimiento que has montado en tu hogar. Trata de meterte en la escena y pensar lo que cada personaje sentiría, cómo vería los acontecimientos, qué pensaría.
El relato de la anunciación a Santa María ejemplifica lo que es la vigilancia y la total apertura –contra toda lógica humana– para acoger al mensajero y, por medio de él, la llamada de Dios que, respondida generosamente, permite acoger a Dios mismo: hace posible la Navidad. El Papa Francisco comenta sobre este pasaje: «El Evangelio que escuchamos nos pone de frente al movimiento que genera el Señor cada vez que nos visita: nos saca de casa. Son imágenes que una y otra vez estamos invitados a contemplar. La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos, siempre nos motiva al movimiento. Cuando Dios visita, siempre nos saca de casa. Visitados para visitar, encontrados para encontrar, amados para amar» (Santuario de El Cobre, Cuba, 22 de septiembre de 2015). Acoger a Dios nos hace sus mensajeros. María, nuestra modelo perfecta, realiza esto de un modo único y extraordinario: Dios se encarna en ella. Pero también por medio tuyo y mío, de nuestra acogida y respuesta generosa a las llamadas que Dios nos dirige a lo largo de la vida, Dios quiere hacerse presente en el mundo, en la vida de los que nos rodean para amarlos y servirlos. Y para hacer de ellos mensajeros suyos.
Consejo de la semana: Uno de los pilares de la corresponsabilidad es la formación. El discípulo cristiano sabe que debe dedicar algunas horas semanales al estudio para poder vivir plenamente su fe y dar razón de ella a los demás. Si manejas bien la Internet, encuentras todos los documentos de los Papas recientes y el Catecismo, entre otros, en vatican.va. Puedes identificar también muchas páginas con excelente material para formarte. En YouTube hay muchos canales con videos sobre los más diversos temas: apología, cristología, Escritura, moral, etc. Si no tienes acceso a Internet, emplea libros que se consiguen fácilmente en cualquier librería católica, o que quizás ya tienes en tu hogar. Comienza estudiando por tu cuenta el Catecismo de la Iglesia Católica.
A medida que avanzamos en el proceso de conversión vamos siendo modelados por Dios para ser como Él es, lo que nos permite cultivar cada vez con mayor profundidad la comunión de vida con Dios. Esto nos convierte en mensajeros, portadores de la llamada que Dios dirige a otros. Juan Bautista nos muestra que la humildad, es el distintivo del mensajero. «¿Tu quién eres?» (Jn 1, 19). La respuesta del auténtico mensajero será siempre una referencia al que origina el mensaje (y quien es, él mismo, el mensaje): Dios. Por tanto, Dios y su voluntad configuran el ángulo desde el que debe enfocarse todo, no las preferencias e intereses del mensajero, ni las modas ni los resultados de encuestas o el voto de la mayoría. ¿Practico a enfocarlo todo desde Dios y su voluntad? ¿A vivir «por Cristo, con Él y en Él» para Dios Padre, como rezamos en la Misa?
Consejo de la semana: Hoy reza por tu párroco, por los sacerdotes que conoces y los que te han ayudado. También por los evangelizadores, religiosos y laicos, por los catequistas de tu parroquia. Pide por todos para que sean mensajeros que vivan la Buena Nueva haciendo presente a Dios.
Muchas veces Dios viene a nosotros sirviéndose de mensajeros. Es el caso de Juan Bautista que preparó la misión de Jesucristo al pueblo de Israel y a toda la humanidad. Cuando no le hemos dado a Dios la oportunidad de modelarnos según su manera de ser, siempre pensaremos como los seres humanos, con lógica humana, con “sentido común”; en el mejor de los casos, con la lógica de un ser humano bueno y justo. Pero Dios es totalmente diferente a nosotros y siempre nos sorprende. «Porque mis pensamientos no son sus pensamientos, ni sus caminos, mis caminos –oráculo del Señor–» (Is 55, 8). Corremos entonces el riesgo de rechazar los medios que Dios emplea para llamarnos y anunciar su venida, con lo que en última instancia rechazamos a Dios. Por eso Juan Bautista nos dice que para que Dios pueda llegar a ti y a mí es necesario convertirnos; o mejor, poner los medios para dejar que Dios nos convierta: nos dé su manera de ser. Es vital entender que la conversión no es “portarse bien”, “no robar ni matar” o “no hacer daño a los demás” como se escucha tantas veces. Estas son caricaturas de la conversión, alcanzables sin Dios con las solas fuerzas humanas y que nos instalan en la mediocridad rechazando el camino que Dios tiene para que cada uno viva la comunión con Él.
Consejo de la semana: Comenzando hoy, antes de irte a dormir, examina cómo has vivido en el día tu relación con Dios. Fíjate en qué cosas o situaciones has hecho lo que Jesús hubiera hecho y en cuáles no. Da gracias a Dios por las primeras y pídele perdón por las segundas. Toma nota de lo que no fue bien para que puedas llevarlo a tu confesión mensual además de estar más vigilante la próxima vez.
Cada año el Adviento comienza pidiéndonos que estemos vigilantes. Es la disposición con la que debemos vivir toda la vida, no sólo durante el Adviento. Pues el ser humano no puede alcanzar la plenitud y la felicidad si no es respondiendo a las llamadas que Dios le dirige a lo largo de toda su vida, llamadas a dejarse amar por Él y a corresponderle; llamadas que nos llegan por medio de la Palabra de Dios, de los acontecimientos de la vida, de las peticiones y necesidades de otros, y de las mociones del Espíritu Santo. Son siempre llamadas a entrar en una relación de entrega mutua, de comunión. ¿Y cómo desarrollamos la capacidad de reconocer a Dios y sus llamadas? Tenemos que dejarnos transformar por Él para ver las cosas como Él las ve, querer lo que Él quiere y aprender a confiar en su misericordia, sobre todo cuando humanamente no entendemos algo, para responderle como Él nos pide. ¿Y cómo nos dejamos transformar? Siguiendo el método que la Iglesia lleva dos mil años proponiendo con resultados garantizados cien por ciento y que iremos repasando y practicando a lo largo de este Adviento. Aprovechemos bien este tiempo para que Dios no nos siga encontrando dormidos, súper ocupados o súper entretenidos, sino atentos.
Consejo de la semana: Si no lo has hecho todavía, apresúrate a preparar la corona de Adviento en tu hogar. Es tan sencillo de hacer y encierra un simbolismo tan hermoso. Debe ser el centro de la oración hogareña, donde la familia se reúne para orar diariamente como comunidad en espera y así preparar las venidas cotidianas de Cristo a nuestras vidas.
La capacidad de respuesta efectiva ante el sufrimiento del otro es la medida del amor. Se nos pide este ejercicio del amor: dilatar el corazón hasta que sea tan grande, tan descentrado de sí mismo y salvífico como el del Crucificado. «Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espirituales, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios». Esta cita tomada del Catecismo de la Iglesia Católica número 2447 nos lleva a reflexionar sobre el criterio con el que será evaluada nuestra vida y que Jesús expone en el evangelio de hoy. ¿Qué obras de misericordia realizo? ¿Con qué frecuencia? ¿Con qué motivación?
Consejo de la semana: Piensa en tus actos de soberbia y autosuficiencia que le han impedido a Dios regalarte su corazón de siervo para ponerte al servicio de los hermanos. Dialoga con Él en tu oración la raíz de estos comportamientos y pide a Dios que te muestre qué pasos dar y te sane con su misericordia.
Grandes verdades de aplicación bien práctica nos enseña el evangelio de este domingo. Verdades sobre las que hay mucha confusión hoy, cuando se nos asegura y refuerza desde todas partes que las cosas son de otro modo. Muchos, mal influenciados, piensan que su verdadera felicidad está en decidir sus propias metas y luchar por alcanzarlas como una conquista personal. La parábola nos dice que la verdadera felicidad está en saber que todo lo que somos y tenemos es pura gracia, don de Dios, que por amor nos ha dotado así: no son conquista personal. También la parábola nos enseña que no se puede alcanzar la felicidad ni la realización personal de otro modo que manejando los dones de Dios, es decir, todo, según la voluntad de Dios, no según mis criterios de persona buena o mi sentido común. Pero para esto es necesario ”conocer a Dios” en el sentido bíblico de tener un conocimiento experimental de Él. De otro modo no es posible confiar en Él. Y para “conocerle” es necesario tratarle, relacionarse con Él diariamente por medio de la oración perseverante, prolongada, apoyada en su Palabra, abierta a su presencia en el silencio interior. ¿Cómo es tu oración? ¿Cómo es tu “conocimiento” de Dios? ¿Cuáles son tus metas en la vida? ¿Cuáles de ellas están dialogadas y acordadas con Dios en la oración?
Consejo de la semana: Comienza cada día con oración. Separa media hora al menos, en silencio, a solas con Dios sólo. Siempre es costoso crear patrones de conducta. Para disponer de tiempo en la mañana a una hora más o menos fija es necesario descansar cada noche a una hora más o menos fija. Ayúdate también de herramientas como los podcasts de rezandovoy.org o de comentarios al evangelio y las lecturas del día a los que puedes suscribirte por correo electrónico o consultar en Internet. También te ofrezco el comentario a las lecturas de la Misa dominical en mi podcast “Saboreando la Palabra”, que puedes escuchar desde la página web de la parroquia.
En unas nupcias judías el deber de las vírgenes era acompañar al esposo con lámparas encendidas (signo de la alegría) al banquete en el que éste acoge a la desposada para comenzar su vida en común. En la parábola se califica de necias a las que sabiendo que el esposo tenía que llegar –aunque no se supiera el momento– no se prepararon para poder mantener sus lámparas encendidas hasta llegar al banquete. No prepararse para algo que se sabe que va a ocurrir es necedad. Así sucede con la muerte. La parábola se refiere a ese momento en el que Dios nos llamará a entrar al banquete de bodas –signo de la vida en comunión con Él– y para el cual o estamos preparados o nos lo perderemos. En los banquetes de bodas judíos la puerta no se cerraba definitivamente pero en la parábola si, para significar que se vive una sola vez; no hay reencarnación. Prepararse es sensatez y sabiduría –como comenta la primera lectura– y no hacerlo es necedad. La lámpara encendida y con suficiente aceite de repuesto es símbolo de la vida con comunión con Dios que comienza con el bautismo, se vive en este mundo dejándonos modelar por Dios para ser como Él es y se prolonga para siempre en la eternidad. Mis acciones hasta ahora, ¿me colocan entre los sensatos o entre los necios?
Consejo de la semana: Antes de comenzar tu día pide ayuda a Dios para que puedas ser luz para todos los que Dios ponga en tu camino hoy, buscando lo mejor para ellos: perdonar al que te ofende, ceder el paso, saludar con afecto, prestar un pequeño servicio cargando algo o abriendo una puerta, consolar a alguien que esté triste, ofrecer una palabra de aliento al deprimido o desesperado, dar un buen consejo, compartir un alimento, etc. Que tus obras esta semana sean obras que iluminen.
Al celebrar hoy la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia, Madre y Maestra, nos propone el evangelio de las Bienaventuranzas. Ellas constituyen la descripción del santo, es decir, del que ama de verdad porque deja que Dios viviendo en él o en ella le permita participar del verdadero Amor. Al enunciar cada característica del que ama, Cristo lo llama “bienaventurado”, dichoso, feliz, porque así resulta en la práctica, aunque las apariencias a veces nos engañen y el mundo nos trate de convencer de que la felicidad se alcanza buscando la propia conveniencia, criterio o voluntad a costa del bien de los demás. Por experiencia sabemos que esta gran mentira sólo ha traído y trae dolor y destrucción a nuestras familias y a nuestro mundo. El verdadero amor no proviene de nosotros ni de lo que hacemos ni de lo que nos rodea, sino que debe recibirse como un don de Dios. Este don es realmente Dios mismo, que es Amor con A mayúscula, y nos llama, nos invita a vivir en comunión con Él para participar de este Amor con A mayúscula. Esta es la vocación de todo bautizado, de todo cristiano: la comunión con Dios.
Consejo de la semana: Revisa cómo estás dejando que Dios Amor se te de para que puedas ser realmente bienaventurado. En este proceso la oración es de capital importancia. ¿Qué prioridad das a tu encuentro con Él en la oración diaria apoyada en la Sagrada Escritura? ¿Cuánto tiempo le dedicas diariamente? ¿Qué proporción guarda este tiempo con el que dedicas a cosas no esenciales cada día?
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