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Queridos hermanos y hermanas:
«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» le dice Jesús a Felipe ante la necesidad de alimentar a los cinco mil hombres (sin contar mujeres y niños) que le seguían. Es el desafío que tenemos los seres humanos ante las necesidades que nos aquejan. El relato evangélico de hoy nos enseña que la solución no está ni en esperar un milagro del cielo sin hacer nada ni en poner todas nuestras fuerzas y capacidades en juego (cosa que muchas veces ni siquiera hacemos). La solución es clara, aunque nos cueste aceptarla: dejarnos guiar por Dios para hacer su voluntad con todo lo que somos y tenemos –mucho o poco– (simbolizado en el relato por las siete cosas –la perfección– que tenemos y que hay que poner en las manos de Jesús para que Él obre). ¿Sigo intentando “resolver” mis situaciones a mi manera sin escuchar a Dios, sólo pidiéndole o esperando milagros? ¿Seguimos intentando “resolver” nuestras necesidades comunitarias sin tomar en cuenta a Dios?
Consejo de la semana: Arrodillarse es un gesto de adoración. No lo podemos pasar por alto sin afectar la calidad de nuestra celebración y, a la larga, la firmeza de nuestra fe. El que no tenga impedimento para arrodillarse debe hacerlo durante la consagración, es decir, desde que el celebrante invoca el Espíritu Santo colocando las manos sobre el cáliz y la patena hasta la aclamación “Este es el sacramento de nuestra fe”. El que no pueda arrodillarse debe hacer una inclinación profunda después de la consagración del pan y otra después de la consagración del vino, justo en los momentos en que el sacerdote hace la genuflexión.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ángel
Jesús, desde el corazón misericordioso del Padre, nos ve “como ovejas que no tienen pastor”. Él sabe que sin la guía y la ayuda de Dios, sin la experiencia cotidiana de Su amor la criatura queda a merced de sus solas capacidades y fuerzas y, por tanto, víctima del mal. ¿En qué aspectos de mi vida estoy como oveja sin pastor? Sin Jesús la criatura no tiene oportunidad de llevar a cabo un proyecto de vida digno del ser humano, es decir, un proyecto de vida en comunión con Dios y con sus hermanos. Por eso Jesús no escatima esfuerzos, a pesar del cansancio tanto para educar al pueblo como para formar a su grupo de colaboradores con los cuales compartirá la misión de educar al pueblo. ¿En cuál de los dos grupos me encuentro yo? En el evangelio de hoy vemos que parte de esa educación es lograr el equilibrio entre misión y oración, trabajo y descanso. ¿Cómo estoy viviendo este equilibrio en mi vida diaria?
Consejo de la semana: El descanso debe ser un cambio en las ocupaciones ordinarias por otras con más tiempo para compartir con la familia y los amigos, estrechando los vínculos de comunión, y no un simple no hacer nada o perder el tiempo. Te invito a repasar qué haces habitualmente para descansar y a dialogar con el Señor en la oración qué sería necesario ajustar.
El pasaje evangélico de hoy nos narra el envío misionero por parte de Jesús a sus discípulos. Se les prohíbe llevar nada que no sea esencial: el bastón y las sandalias junto a la túnica que llevan puesta. Esto les recuerda a ellos –y pone de manifiesto a los que los reciban– que lo importante es el mensaje que anuncian y el poder de combatir el mal que Jesús les ha dado; todo lo demás pasa a un segundo plano. Esta radicalidad en el desprendimiento manifiesta cuánto están involucrados en la vida misma del Reino que anuncian. Pensemos qué llevamos cada uno en nuestro viaje por la vida, en nuestra misión de anunciar el Reino. ¿Voy ligero de equipaje como nos invita Jesús con su vida, sabiendo que lo que se me permite tener es por pura misericordia de Dios? ¿Voy por la vida con austeridad, como viajaban los primeros predicadores? ¿Soy consciente que mi renuncia a la cosas materiales es lamejor manera de vivir el mensaje que proclamo?
Consejo de la semana: Para aprovechar mejor la celebración eucarística, en el momento que se colocan el pan y el vino sobre el altar ofrécete tú también con todo tu ser para que Jesús tome posesión de ti y te haga un solo cuerpo y un solo espíritu con Él. Al acercarte a comulgar, prepara tu corazón para recibir al Señor con una profunda acción de gracias, tanto por lo que te da que te gusta como por lo que no te gusta, pues todo es para tu bien. Si te has preparado bien durante la semana, antes de la Misa y en la misma celebración, el Señor llegará a ti como a su casa.
Queridos hermanos y hermanas: Profeta en no es quien predice el futuro sino quien valora las cosas según Dios y habla en su nombre. El verdadero profeta ha sido elegido por Dios para esto. Es el caso de todo bautizado –tuyo y mío– que participa de la misión profética de Cristo. Son muchos los obstáculos en esta misión, desde la incredulidad de los destinatarios (como nos muestra el evangelio de hoy) hasta el ataque por parte de los falsos profetas (aquellos que todo el mundo quiere oír porque dicen lo que agrada, no lo que Dios quiere que se diga). Hoy se nos invita a reflexionar sobre cómo estamos siendo profetas en nuestra familia, trabajo, parroquia, comunidad. ¿Con qué obstáculos me encuentro? ¿Qué hago –o debería hacer– para superarlos? Consejo de la semana: En la liturgia bien celebrada participa todo nuestro ser: mente sentimientos, vista, tacto, voz… nada escapa de la influencia divina cuando dejamos que el Espíritu Santo ore en nosotros y con nosotros. Llega quince minutos antes de la hora señalada para la Santa Misa y recógete en oración en la capilla del Santísimo. Verás. Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente. P. Ángel
El evangelio de esta semana nos presenta dos casos paralelos, con sus diferencias, de personas que buscan vida. La mujer con flujos de sangre había quedado legalmente marginada de la sociedad debido a las creencias del tiempo que consideraban esta hemorragia como algo impuro. La hija del jefe de la sinagoga con tan sólo doce años, gravemente enferma, muere. En ambas aparece clara la impotencia humana para alcanzar la salud, más aún la salud integral: personal, social, material y espiritual. Sólo quien es la Vida puede conceder vida y salud plena. ¿Dónde y cómo busco yo la salud integral y la vida? ¿Qué obstáculos me impiden acercarme a Jesús?
Consejo de la semana: En el relato de hoy Jesús insiste en que sólo es necesario tener fe, es decir, fiarnos de Él y dejarlo actuar en nuestra vida: que las cosas se hagan como Él quiere. La fe es un don de Dios, por eso es necesario acogerlo y cuidarlo. Antes de iniciar el mes de vacaciones por excelencia, repasa cómo estás cuidando tu fe con la oración diaria en cantidad y calidad suficiente. ¿Cómo vas a asegurar que la oración no decaiga en las vacaciones? Repasa cómo estás dejando que Dios actúe en tu vida con la docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo y el rechazo tajante de todo lo que sabes que es contrario a la voluntad de Dios. Asegúrate de que en esto no hay vacaciones.
El evangelio de hoy se desarrolla en el mar, que en la mentalidad bíblica era considerado con temor por ser fuente de peligros. Jesús salva a sus discípulos del naufragio ante la tempestad, mostrándose más fuerte que el mal. Pero nos enseña que el “estar” con Él no nos exime de los peligros. Sólo la fe nos da la seguridad de que Jesús siempre protege con su poder a sus discípulos. En los momentos de tempestad en mi vida, ¿en qué, en quién o en quienes confío? ¿Qué me da paz? ¿Me dejo sorprender y asombrar por el poder soberano de Jesús o le exijo que actúe como yo quiero?
Consejo de la semana: Visita esta semana a algún miembro de la parroquia que viva o esté sólo. Deja que Jesús esté con él a través tuyo un buen rato, sin prisas. Si no conoces, pregúntale a P. Ángel o a Ileana López, coordinadora de la Pastoral de la salud.
La parábola de Jesús sobre la semilla nos desvela una ley de la naturaleza… y de la fe: en lo más pequeño, en lo cotidiano, en cuanto sucede tan a menudo que no llama la atención, está Dios actuando, escondido. Creer en este Dios, latente pero activo, viéndolo actuar y colaborando con Él nos da esa paz que sólo Dios produce y que el mundo no puede dar. ¿Desconfío o me desanimo frente a los problemas que parecen no tener solución sino complicarse más cada día? ¿Ya me he dado cuenta de que la solución a lo que me agobia está en dejar a Dios actuar en mi, es decir, en creer? ¿Qué voy a hacer para dejar a Dios fortalecer mi fe, para dejarme poner en la ruta de su voluntad?
Consejo de la semana: Con alguien que te manifieste estar abrumado por los problemas que tiene, o que no entiende cual es la voluntad de Dios, saca tiempo para escucharle e invitarle a orar juntos, quizás frente al sagrario, utilizando tu texto favorito de la Sagrada Escritura para estas situaciones.
En el evangelio de Marcos el pan es símbolo de la misión de Jesús de reunir y alimentar a todos los pueblos. Lo vemos claramente en las multiplicaciones de los panes que narra el evangelista. Por tanto, al alimentarnos con su pan en la Eucaristía, Jesús nos está invitando a participar en su misión. Él nos aclara bien que el pan es su cuerpo. Con ello nos invita a entregar nuestro cuerpo como él entrega el suyo al servicio de la misión, para buscar del bien de los hermanos. Nos dice también que es necesario beber del cáliz, es decir, compartir su fidelidad a la voluntad del Padre hasta la muerte. Pero nos asegura que la última palabra la tiene la Vida, simbolizada en el vino nuevo que beberá en el Reino de Dios luego de su muerte. ¿Cómo entiendo el significado de comulgar a la luz de las palabras de Cristo, que son las mismas que se repiten en la consagración en cada Misa?
Consejo de la semana: El alimento que necesitamos todos es Dios. ¿Por qué no acercar a Dios a las personas con las que entramos en contacto mediante un gesto, una palabra, un consejo, una escucha atenta de sus necesidades: todo según lo que Dios nos inspire? Considera también comentar con algún amigo lo que Dios está haciendo en tu vida.
El mandato misionero de Jesús incluye el bautismo “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19), el Dios Trinidad que debe ser anunciado y acogido en la vida de cada ser humano como comunión. El seguimiento de Jesús tiene como finalidad que la Trinidad que se nos comunica en cada sacramento desde que recibimos el Bautismo viva en nosotros con su modo de ser: en comunión. Esto supone dejarnos transformar, divinizar, para pasar de ser personas buenas que viven para sí mismas tratando de no hacer mal a los demás e incluso haciendo algunas obras buenas por el prójimo, a personas que viven al servicio del bien de los demás, es decir, personas en las que Dios que es Amor vive y actúa como actúa en la Trinidad. ¿Cómo hago presente en mi entorno la Trinidad que habita en mí? ¿Qué cambios me pide Dios para vivir en mi la comunión en la familia? ¿En la parroquia?
Consejo de la semana: Para dejar que Dios te divinice es indispensable practicar la lectura orante de la Palabra (Lectio divina) diariamente, y confesar y comulgar con frecuencia. También es indispensable abrirse generosa y desinteresadamente al servicio de los “pobres”, es decir, de aquellos con carencias en el cuerpo o en el espíritu, para que Dios pueda amarlos por nuestro medio. Te recomiendo vivamente que participes en algún ministerio parroquial como, por ejemplo: hospitalidad y acogida, lectores y monitores, Cáritas, Pastoral de la salud, grupo de jóvenes. Habla conmigo si tienes dudas o reservas.
Hoy celebramos al Amor Persona, el amor entre el Padre y el Hijo en la Trinidad. Es el Espíritu Santo el que se derrama en el hombre moviéndolo internamente para que se abra amorosamente –a la manera de Jesús– al hermano y se arroje confiadamente en los brazos del Padre, es decir, para que sea uno con Jesús. El Espíritu Santo hace posible los sacramentos, la “Lectio divina”, el que vivamos como Jesús entregados en todo a buscar el bien de los hermanos –a amar–, hace posible que la comunidad cristiana sea “un solo cuerpo y un solo espíritu” en Cristo, nos capacita para testimoniar con la vida que Dios está a nuestro servicio –que es Amor–. Acoger al Espíritu Santo en nuestra persona requiere dejarnos transformar por Él para ser sus instrumentos vivos que le permitan pensar, querer, hablar y obrar en cada uno de nosotros. ¿Qué cambiaría en mi vida si “quedara lleno” del Espíritu Santo? ¿Qué cambiaría en mis relaciones? ¿Qué cambiaría en mi uso del tiempo? ¿Qué cambiaría en mi uso del dinero?
Consejo de la semana: Te invito a repasar cómo estás dejando que el Espíritu Santo te haga “un solo cuerpo y un solo espíritu” con Cristo en la comunidad de fe que llamamos Cristo Redentor. Puedes revisar a cuántos hermanos y hermanas conoces por su nombre, conoces sus circunstancias familiares y de trabajo; por cuántos rezas y te interesas por ayudarles en sus luchas; a cuántos de los que están necesitados (con carencias espirituales, morales, físicas, económicas, etc.) has socorrido en el último mes. ¿Qué te pide hoy el Espíritu?
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