Parroquia Cristo Redentor

Blog del párroco

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  • 2016-12-01 1:36 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    La venida del Hijo de Dios al mundo había sido preparada por la historia de la salvación a lo largo de siglos y finalmente por san Juan Bautista. A nosotros nos corresponde ahora hacer también la preparación mediante una buena disposición del corazón, tomándonos en serio los llamados que nos hacen el evangelista Mateo, las voces de los profetas y la predicación de Juan Bautista. Este es el sentido del Adviento que estamos viviendo. Si Navidad es acoger a Dios como el Emmanuel, el ‘Dios-con-nosotros’, no habrá Navidad si no preparamos nuestras personas para acoger a Dios, de modo que sea ‘con-nosotros’. Esta semana Juan Bautista nos dice que la venida de Dios se prepara en el ‘desierto’, con la austeridad en nuestros hábitos y estilos de vida, con silencio interior y exterior. Todo lo contrario, a lo que nos propone el mundo, especialmente en estos días en los que, bajo apariencia de cultivar la amistad y la generosidad, se nos invita al desenfreno en el consumo, el ruido y las compras. A Juan Bautista el Espíritu es quien lo impulsa al desierto. ¿Estás dejando que el Espíritu te impulse también al desierto este Adviento? ¿Estás sacando tiempo para escuchar al Espíritu?


    Consejo de la semana:  Si no lo has hecho todavía, apresúrate a preparar la corona de Adviento en tu hogar. Haz una lista de los hábitos que vas a revisar en tu vida. Dialoga pausadamente con Dios en tu oración sobre lo que hay que quitar, cambiar o añadir este Adviento para preparar bien la llegada del ‘Dios-con-nosotros’. De manera especial revisa tu empleo del tiempo, de tus bienes y de tu dinero. Si haces lo mismo de cada año tendrás los mismos resultados que te dejan insatisfecho. Toma la decisión de que este año no sea así.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-11-23 7:22 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    La palabra adviento significa advenimiento.  Es un término cristiano de origen pagano.  En la Roma pre-cristiana se llamaba adviento a la venida anual de divinidad a su templo, para visitar a sus fieles.  La estatua del dios se suponía que permanecía entre los suyos mientras duraba la solemnidad. También, en la etiqueta de la Corte Romana pagana, se llamaba adviento a la primera vista oficial que un personaje importante hacía a su pueblo al entrar en funciones o tomar posesión de su cargo. Así adviento pasó a designar la venida de Cristo entre los hombres (Navidad) y su advenimiento glorioso que coronará su obra redentora al final del mundo (la parusía). En la historia de la liturgia, el Adviento manifiesta la necesidad de una preparación ascética a la Navidad. El Adviento es como una Cuaresma para la Navidad, un tiempo de espera gozosa del nacimiento del Salvador, orientando a los cristianos a fijarse en el retorno glorioso del Señor al fin del mundo. El tiempo del Adviento nos quiere ejercitar en una virtud cristiana básica: la esperanza. En el evangelio de hoy Jesús nos pide que estemos vigilantes, en vela. ¿Estoy adormecido? ¿En qué? ¿Qué haré para que este tiempo de Adviento que hoy empezamos sea vivido cabalmente?


    Consejo de la semana:  Prepara la corona de Adviento en tu hogar. Es tan sencilla de hacer y encierra un simbolismo tan hermoso. Debe ser el centro de la oración hogareña, donde la familia se reúne para orar diariamente como comunidad en espera y así preparar las venidas cotidianas de Cristo a nuestras vidas.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-11-16 7:22 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    En este último domingo del año litúrgico la Iglesia presenta a nuestra contemplación a Jesucristo, Rey del Universo. Y lo hace para asegurarse de que no nos equivocamos cuando pensamos en Jesús como Rey.  Es común pensar que como es Dios, su reinado va a traernos prosperidad, va a eliminar los conflictos, el sufrimiento, los males, la enfermedad, etc.  En una palabra: Cristo Rey va a salvarse a sí mismo y va a salvarnos a nosotros de todo lo que nos desagrada y nos hace sufrir: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lc 25,39). Pero el evangelio de hoy va precisamente en la línea opuesta, no porque Cristo no pueda vencer el sufrimiento y el mal, sino porque el camino que sigue para lograrlo es precisamente el de asumir en primera persona el sufrimiento y el mal para así quitarles su poder, demostrando que Dios-Amor es más fuerte. El Justo, el Inocente, con el poder de Dios se enfrenta al mal y sus consecuencias. Parece impotente y derrotado porque no usa su poder a la manera humana para vencerlos. Pero si contemplamos detenidamente la escena –así comienza el texto (aunque en la traducción que se lee en la Misa ha sido eliminado) : “estaba el pueblo mirando” (Lc 23,35)– desde el punto de vista de Dios –que es el que importa– notamos que desde su impotencia y humillación vence radicalmente el poder del mal.  Ahí está expresado su reinado sobre el mal, su conquista de todo lo que se opone a la felicidad plena y a la vida en comunión del hombre con Dios. Nada limita su poder contra el mal: ni las burlas, ni los retos, ni las blasfemias, ni los grandes pecados humildemente reconocidos del así llamado “buen ladrón”. El poder de Cristo Rey es universal y pleno, es el poder de Dios. Este poder está a nuestra disposición si lo acogemos.


    Consejo de la semana: Reflexiona en tu oración esta semana: ¿Todavía crees en un Cristo que reina eliminando el mal y el sufrimiento al estilo humano en tu vida y tu entorno? Mira los distintos personajes del relato y revisa qué obstáculos le pones tu al poder y al amor de Cristo Rey, el que te puede salvar del mal y el sufrimiento. ¿Ya has aceptado en tu vida compartir la suerte del Crucificado-Resucitado para vencer en tu entorno (hogar, parroquia, trabajo, escuela, etc.) –a la manera divina, reinando con Cristo– el sufrimiento y el mal?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-11-11 7:34 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    La curiosidad humana tiende a querer saber las fechas y detalles de los acontecimientos, sobre todo los relacionados a los grandes cataclismos y al fin del mundo.  Este es el tema de las preguntas que le hacen hoy a Jesús ante su comentario sobre la destrucción del templo: ¿cuándo será destruido el majestuoso templo de Jerusalén, considerado la morada de Dios en medio de su pueblo y, en la mentalidad judía, su destrucción como uno de los signos del fin de los tiempos?  Como a Jesús no le interesa satisfacer la curiosidad sino que estemos preparados, su respuesta no tiene que ver con fechas y horas, sino que va en la línea de dos grandes consejos, todo dicho con el lenguaje de la literatura apocalíptica: cataclismos, guerras, calamidades, desastres naturales, alteraciones cósmicas, persecuciones, etc. Primero: no nos dejemos confundir sobre la llegada del fin, porque vendrán falsos mesías haciéndose pasar por Jesús y avisando que está cerca el tiempo; pero esto no será el fin. Segundo: las persecuciones que se darán (incluso por parte de amigos y familiares y que en muchos casos desembocarán en la muerte) no son para que perdamos la fe sino, al contrario, para que demos testimonio de ella con la certeza absoluta de contar siempre con la ayuda divina y no con nuestras fuerzas. En resumen, nos dice Jesús, “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (Lc 21,19). Dicha perseverancia es el resultado del cultivo de la semilla de la Palabra en el corazón. Y para esto es la “Lectio Divina”.


    Consejo de la semana: Reflexiona en tu oración esta semana: ¿todavía se siguen dando los falsos mesías que anuncian desastres y el fin del mundo? ¿Me he dejado confundir o, al menos, atemorizar por alguna de estas manifestaciones? ¿Hoy en día, se dan las señales que predijo Jesús: guerras en diversos lugares y entre naciones, terremotos, hambre, peste (epidemias), hambre, cosas espantosas, persecuciones a cristianos culminando muchas en la muerte incluso por parte de familiares, odio a los cristianos por el hecho de serlo? ¿Me atemorizo y pienso que está cerca el fin o me concentro en fortalecer y perseverar en mi fe? ¿Qué debo hacer?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-11-02 3:15 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Este y el próximo domingo nos fijaremos en temas relacionados al final de los tiempos. En el texto de hoy, la ridiculización que los saduceos intentan hacer de la vida en “los cielos nuevos y la tierra nueva” hace eco de lo que muchos piensan hoy día: que será lo mismo que esta vida, ya sin sufrimiento, pero en definitiva, lo mismo: matrimonio, trabajo, hijos, luchas.  Se equivocan al trasponer a la otra vida temas como el matrimonio que, aún siendo en el tiempo presente vital para engendrar hijos para Dios y para educar para el amor, ya no tendrá sentido luego de la resurrección de los muertos. ¿Por qué? Porque la relación que habrá entre los seres humanos será basada sólo en la filiación divina plenamente vivida (verdaderos hermanos de Jesús e hijos del Padre); filiación que nos colmará plenamente haciéndonos participar de la comunión de vida con Dios sin necesidad de mediaciones ni relaciones de parentesco. Por otra parte, luego de la resurrección final no será necesario engendrar hijos porque la humanidad querida por Dios estará completa y porque los justos participarán de la eternidad de la vida divina: ya no habrá muerte. Por estas razones dice Jesús: “serán como ángeles”. Las promesas de Dios son infalibles y ciertas. Por eso decimos cada domingo en el Credo: “espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”. Hoy podemos rezar esta frase entendiendo mejor lo que decimos.


    Consejo de la semana: Estas verdades que hoy nos trae la liturgia no son sólo para la otra vida, como si esta no tuviera nada que ver con la resurrección y la inmortalidad. Al acercarse el fin del año litúrgico te invito a meditar cómo vives el discipulado (oración, confesión, comunión, liturgia, caridad, misericordia, fraternidad, relaciones familiares, responsabilidades laborales, justicia en tus relaciones personales y comerciales, etc.) No caigas en el error de pensar que lo de aquí es para ahora y que hay que hacer “lo que se puede” que en definitiva es “lo que se quiere”, y que no tiene nada que ver con la vida luego de la resurrección.  Como vivamos la otra vida será consecuencia de cómo hayamos vivido esta.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-10-27 3:54 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Ya Jesús nos había dicho lo difícil que es para un rico  –uno apegado a las riquezas y que ha puesto su confianza en ellas– entrar al Reino, es decir, aceptar el amor y la gratuidad en sus relaciones. El relato de hoy nos muestra que cuando hay apertura de parte del hombre, el evangelio tiene poder para llegar a convertir las estructuras corruptas del poder y la riqueza, de modo que no se sirvan de los demás –sobre todo los pobres y marginados– sino que se pongan a su servicio.  Es el caso de Zaqueo.  Notamos que Zaqueo es un buscador: quiere ver y conocer a Jesús.  A pesar de los abusos y fraudes que ha cometido como recaudador de impuestos, se siente interpelado por Jesús que, curiosamente según el relato, conoce de antemano el nombre de Zaqueo. En la realidad de nuestro mundo en el que lamentablemente manda el dinero y la riqueza podemos llegar a pensar que las cosas no tienen solución, que los abusos, las injusticias y la corrupción en los centros de poder no hay quien los detenga. Pero Jesús –y tu y yo junto con Él– ha venido precisamente a buscar lo que estaba perdido, lo que vive de espaldas al Reino. La misma multitud de entonces al igual que la de ahora murmura, pensando que lo de Zaqueo no tiene solución y que el gesto de Jesús lo que sirve es para apoyar su comportamiento inmoral. Pero Jesús es el Buen Pastor que ha venido a buscar lo que estaba perdido. Jesús y su evangelio es capaz de transformar la codicia en un fuerte impulso de generosidad que restituye lo injustamente habido y comparte liberalmente lo que se posee. Basta con “bajar pronto” de donde se está y dejar que Jesús “se hospede en nuestra casa”.


    Consejo de la semana: Te invito a profundizar esta semana en tu oración en el tema tan actual del evangelio de hoy. ¿Crees que las riquezas son la solución a los problemas de la sociedad, o son un problema en sí mismas? ¿En tu vida cotidiana, las riquezas y el dinero las manejas según los criterios del evangelio (generosidad, servicio) o según los del mundo (codicia, búsqueda de seguridad y poder, prestigio, placer)? ¿Tu aporte a la comunidad parroquial y a las causas caritativas en general, en qué lógica se sitúa, la del mundo o la del evangelio? ¿Haría falta dejar que Jesús “se hospede en tu casa”?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-10-20 4:55 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    El domingo pasado vimos la importancia de que nuestra oración sea perseverante. Hoy se nos explica por medio de una parábola las disposiciones con las que se debe orar si queremos ser escuchados; más aún, justificados por Dios. Puede sorprendernos –pues no es así como pensamos los hombres– que la eficacia de nuestra oración no dependa de nuestra bondad sino de la bondad de Dios. Esto quiere decir que todo es gracia, todo es don de Dios. También –y sobre todo– la salvación, la comunión de vida y amor con nuestro Creador.  Cuando queremos justificarnos y presentar méritos propios, apoyándonos en ellos para que Dios nos salve, acabamos convertidos en cumplidores de normas que desprecian a los que no las cumplen o no las cumplen tan perfectamente como nosotros. Nos distanciamos de los que no “cumplen”.  Curiosamente, eso es lo que significa el nombre “fariseo”: separado. Es cierto que no da lo mismo tratar de seguir las enseñanzas de Jesús que no seguirlas, pero el error está en poner nuestra confianza en lo bien que las seguimos y tomar distancia de aquellos que a nuestro juicio no las siguen. Hoy se nos enseña que la posición correcta debe ser aquella que hace siglos resumió San Ignacio de Loyola con su famosa frase: «Poner todos los medios como si todo dependiese de uno, pero confiando totalmente en Dios, porque todo depende de Él».


    Consejo de la semana: Para profundizar en la enseñanza tan importante del evangelio de hoy te invito a reflexionar en tu oración personal esta semana: ¿Te comparas frecuentemente con los demás para poder justificar tu manera de obrar? ¿Te sientes superior y humillas –aunque sea interiormente– a los demás? El soberbio confía en sí mismo, por eso le cierra las puertas a la acción de Dios en su vida.  El humilde confía en Dios, por eso asegura la salvación puesto que Dios es bueno y quiere que todos se salven. ¿En quien confías tú?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-10-11 8:33 AM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Hoy Jesús nos enseña cómo debemos entender el misterio de un Dios que hace esperar a sus elegidos. El discípulo cultiva un balance entre pedir y agradecer a Dios. Pero el pedir no siempre es fácil porque muchas veces nos encontramos con el silencio y la demora de Dios para responder. Esto pone a prueba nuestra fe, pero no podemos caer en la tentación de abandonar la oración y la súplica. Al contrario, la perseverancia –“orar siempre sin desfallecer” (Lc 18,1)– nos alcanzará de Dios no sólo lo que pedimos, sino también aquello que no sabemos pedir pero nos conviene, y todo en el mejor momento. A diferencia del juez injusto, que “ni temía a Dios ni respetaba a los hombres” (18,2b), pero que se rinde ante la insistencia de la petición de la viuda indefensa, Dios, que es nuestro Padre bueno y nos da siempre lo mejor, “hará justicia a sus elegidos que están clamando a él día y noche” (Lc 18,7). ¿Cómo es nuestra fe en Dios –la tuya y la mía–? ¿Es tan viva que nos permite orar siempre sin desfallecer?


    Consejo de la semana: Te invito a reflexionar en tu oración sobre el panorama de tu familia, de tu comunidad, de la sociedad. ¿Puedes decir que hay fe sobre la tierra? ¿Habrá que evangelizar? ¿Qué te pediría Jesús?


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-10-04 4:59 PM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    El relato de hoy no tiene tanto la intención de mostrar el poder de Jesús para realizar milagros, como de mostrarnos la importancia de la gratitud para alcanzar la fe y, por ella, la salvación.  En este sentido el pasaje conecta con el de la semana pasada, en el que Jesús le pedía a sus discípulos que para aumentar su fe fueran generosos y agradecidos en el servicio a los demás sin buscar recompensas. Si el obrar de Dios para con nosotros es pura gracia, entonces no podemos exigir derechos. La única actitud que cabe frente a la gratuidad divina es la gratitud nuestra. En el relato, de los diez leprosos curados, sólo uno, el extranjero samaritano, mostró su gratitud. Sólo él comprendió que lo que hizo Jesús por él fue un gesto de amor inmerecido. Y sólo él alcanzó la salvación por medio de la fe, porque su gratitud le abrió a reconocer el amor de Dios. Los otros nueve pensaron que lo merecían, pues nunca regresaron a agradecer, y con esa actitud se cerraron a la salvación. ¿Te consideras una persona agradecida? ¿Cómo le muestras tu agradecimiento a Dios?


    Consejo de la semana: Te invito a comenzar cada día dando gracias a Dios en tu oración por algunos de los dones –de tantos– que te ha dado. Cultiva así un corazón agradecido para con Dios y agradecido para con los hermanos por medio de los cuales Dios te bendice con sus dones.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

  • 2016-09-28 11:55 AM | P. Ángel Ciappi (Administrator)

    Queridos hermanos y hermanas:


    Los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe»” (Lc 17,5), nos dice el evangelio de hoy. Jesús les dice que no es necesaria una fe extraordinaria, basta una pizca de fe.  Y para indicar cómo es esta fe narra una parábola. En ella vemos que la fe del servidor de Jesús le permite centrarse en su Señor y darse sin reservas y con gratuidad en el servicio, buscando siempre el cumplimiento del proyecto de Dios. Su fidelidad en el servicio no le da derecho a reclamarle recompensas a Dios. No hay méritos; todo es gratuidad de parte de Dios y debe ser así también de parte del discípulo, quien debe sentirse feliz por el hecho de servir a los demás, de haber cumplido cabalmente la voluntad de Dios. Es así como crece la fe, mediante el abandono total y la confianza absoluta en Dios en quien somos y lo tenemos todo. ¿Quiero que Jesús aumente mi fe? ¿Con qué motivación me pide que desempeñe las tareas que me competen? ¿Le hago reclamos a Dios por lo que creo merecerme?


    Consejo de la semana: Te invito a conocer y vivir más plenamente la Santa Misa para que de tu participación obtengas el máximo fruto. Antes de recibir la comunión, sea en la boca o en la mano, haz un gesto de adoración al cuerpo de Cristo que vas a recibir. Esto puedes hacerlo de dos formas: con una genuflexión o con una reverencia profunda. Es un acto de fe en la presencia real sustancial de Cristo en las especies consagradas. Ayúdate de estos gestos y verás la diferencia.


    Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.


    P. Ángel

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