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Queridos hermanos y hermanas:
Cerramos el año litúrgico con una invitación a la esperanza cristiana. Ante todo el mal que vemos y que nos afecta a diario, Jesús invita a sus discípulos a confiar firmemente en su Palabra, la Palabra de Dios que, en contraste con el mundo, es la única que no pasará. Sólo lo que se apoya en Dios y su Palabra permanecerá. Todo lo demás desaparecerá, porque es Dios quien da consistencia y valor de eternidad a las cosas. No nos toca vivir pendientes del fin y ni de cuando llegará, sino pendientes de toda Palabra que sale de la boca de Dios. El Catecismo nos dice: «La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (no. 1817). ¿Cómo está nuestra esperanza?
Consejo de la semana: Te invito a reflexionar lo siguiente en tu oración personal esta semana: ¿Qué esperas de Dios? ¿En qué se apoya tu esperanza? ¿Cómo la cultivas? ¿En qué palabras y acciones concretas se manifiesta en tu vida?
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios te bendiga abundantemente.
P. Ánge
El evangelio contrasta la ofrenda a Dios de una pobre viuda con la de los Maestros de la Ley –que entregaban su vida al servicio de Dios– y la de los ricos –que entregaban grandes sumas a Dios–. La diferencia está en que la viuda no se limitó a dar de lo que tenía, sino a dar “todo lo que tenía para vivir” (12,44c). Jesús hace notar la gran lección que nos ofrece esta mujer: el “dar” no se mide por lo que entregamos sino por lo que nos reservamos. Por eso fue ella la que más dio. Para dar así es necesario que nuestra confianza esté totalmente en Dios –dador de los dones– y no en sus dones –por muchos que hayamos acumulado–. Sólo poseo aquello que soy capaz de entregar a Dios. Me posee aquello que no soy capaz de entregar a Dios. ¿Qué poseo y qué me posee?
Consejo de la semana: Al acercarse el fin del año litúrgico examina en qué proporción has ofrendado a Dios de los bienes materiales que te ha dado. ¿Has dado en proporción a lo recibido, o de manera improvisada? ¿Este año has vivido más sobriamente para poder ofrendar en una proporción mayor, liberándote del impulso a buscar, guardar y disfrutar siempre lo mejor para ti, dando a Dios y a los demás de lo que sobra? ¿Qué te ilusiona más: poseer y disfrutar o compartir generosamente con los demás? ¿Qué cambios te pediría Dios?
P. Ángel
Al celebrar hoy la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia, Madre y Maestra, nos propone el evangelio de las Bienaventuranzas. Ellas constituyen la descripción del santo, es decir, del que ama de verdad porque deja que Dios viviendo en él o en ella le permita participar del verdadero Amor. Al enunciar cada característica del que ama, Cristo lo llama “bienaventurado”, dichoso, feliz, porque así resulta en la práctica, aunque las apariencias a veces nos engañen y el mundo nos trate de convencer de que la felicidad se alcanza buscando la propia conveniencia, criterio o voluntad a costa del bien de los demás. Por experiencia sabemos que esta gran mentira sólo ha traído y trae dolor y destrucción a nuestras familias y a nuestro mundo. El verdadero amor no proviene de nosotros ni de lo que hacemos ni de lo que nos rodea, sino que debe recibirse como un don de Dios. Este don es realmente Dios mismo, que es Amor con A mayúscula, y nos llama, nos invita a vivir en comunión con Él para participar de este Amor con A mayúscula. Esta es la vocación de todo bautizado, de todo cristiano: la comunión con Dios.
Consejo de la semana: Revisa cómo estás dejando que Dios Amor se te de para que puedas ser realmente bienaventurado. En este proceso la oración es de capital importancia. ¿Qué prioridad das a tu encuentro con Él en la oración diaria apoyada en la Sagrada Escritura? ¿Cuánto tiempo le dedicas diariamente? ¿Qué proporción guarda este tiempo con el que dedicas a cosas no esenciales cada día?
A punto de entrar en Jerusalén para vivir su Pascua, Jesús encuentra al ciego Bartimeo. Este hombre supera los obstáculos de su condición de marginado y del regaño de la gente que no quiere que grite para lograr un encuentro con Jesús que cambia radicalmente su vida. Antes del encuentro Bartimeo muestra con sus acciones que está dispuesto a dejarlo todo con tal de encontrar a Jesús (soltó el manto y dio un salto). La Palabra poderosa de Jesús le devuelve la visión y lo reintegra a la comunidad, pero antes le cuestiona sobre sus intenciones: «¿Qué quieres que haga por ti?». Si Jesús me hiciera esa pregunta hoy, ¿qué le respondería? ¿Estaría dispuesto como Bartimeo a dejarlo todo para permitirle a Jesús obrar?
Consejo de la semana: Te invito a escuchar la voz de Dios, que llama y envía a la misión; también a ti. Algunas ideas: (a) reflexiona, personal o comunitariamente en la familia o parroquia sobre lo que implica ser apóstol de Jesús hoy, (b) profundiza en la vida de Santa Teresa del Niño Jesús o de San Francisco Javier, patronos de las misiones, (c) visita a una familia para rezar el Rosario por las misiones y los misioneros, (d) cobra conciencia de la importancia de las vocaciones misioneras y haz el propósito de apoyarlas diariamente con tu oración y frecuentemente con tu donativo, (e) visita a una familia que necesite escuchar la Palabra de Dios o ser fortalecida en su fe, (f) medita sobre cómo puedes ser misionero en tu entorno social y laboral: concreta y realiza al menos dos acciones.
El poder según el mundo se entiende como dominación sobre los demás, como camino hacia el éxito terreno y el prestigio. El poder según el evangelio se entiende como entrega amorosa al servicio de los hermanos. El modelo de esto es el propio Jesús. El siempre vivió así, pero sobre todo, su pasión y muerte fueron un servicio a la vida dando su propia vida. Jesús invita a sus discípulos –a ti y a mi también– a “negarse a sí mismos” (evangelio del domingo pasado) con el fin de alcanzar la libertad necesaria para una entrega generosa al servicio de los hermanos. ¿Cómo vives el poder en tu familia, en la parroquia? ¿Qué actitudes y acciones concretas muestran que vives el poder a la manera de Jesús?
Consejo de la semana: Esta semana apoya generosamente con tu aportación económica la Obra Pontificia de Propagación de la Fe (OPPF). Tu donativo para el DOMUND (Domingo mundial de las misiones) llega íntegramente a los proyectos de los misioneros y misioneras, salvo un mínimo porcentaje de gastos de administración. Todas las ofrendas recogidas por las Obras Misionales Pontificias (OMP), son encausadas a través del Fondo universal de solidaridad, para así dar vida a un programa de ayuda universal.
Está claro que para tener algo hay dos caminos: o me lo busco o dejo que me lo den. La Vida eterna (la Vida divina) no se alcanza con nuestro esfuerzo; debe ser recibida gratuitamente. Nuestro esfuerzo es sólo para dejar que Dios nos de su Vida. Como el joven rico del evangelio de hoy, nuestro interés puede ser averiguar bien la lista de cosas que hay que hacer para “conseguir el cielo” mientras seguimos apegados a nuestro ser, hacer y tener. Con esto sólo logramos bloquear lo que Dios nos quiere dar. Podemos –como Jesús le invita al joven y nos invita hoy– permitir que Jesús nos muestre lo que tenemos que hacer para dejar a Dios “darnos el cielo”, el que Él tiene para nosotros si estamos dispuestos a dejar nuestros apegos y seguridades. El primer camino nos dejará tristes porque en el fondo sabemos que tiene que haber algo más. ¿Cuál de los dos estoy escogiendo con mi modo de vivir?
Consejo de la semana: Ofrece por las misiones y los misioneros obras que te cuesten y a la vez den testimonio del amor a los hermanos. Algunas ideas: (a) visitar a un enfermo de la parroquia, (b) visitar a un encarcelado, (c) ofrecer de comer a un hambriento, (d) pedir a personas enfermas que ofrezcan su dolor en unión con el de Jesús por las misiones, (e) visitar el Santísimo expuesto y orar por los misioneros, (f) rezar el Rosario misionero cada día de la semana, (g) servir de algún modo a un necesitado que no te puede repagar, (h) meditar la Pasión de Jesucristo.
Frente a la Palabra de Dios que nos cuesta vivir, los seres humanos oponemos resistencia y luego tratamos de justificar nuestra voluntad y criterios. Es lo que el evangelio de hoy llama “dureza de corazón”. Cuando la práctica religiosa a medias, superficial, a veces sólo exterior no nos permite contar con la fuerza y la sabiduría de Dios, vamos a actuar siempre según nuestros criterios y posibilidades humanas. Entonces la voluntad de Dios nos parece injusta. No nos damos cuenta de que así nos hacemos daño y se lo hacemos a los demás. La solución no está en ajustar la Palabra a nuestras posibilidades, sino en dejar que Dios nos capacite para vivir la Palabra en toda su profundidad. El caso que le presentan hoy a Jesús es el del hombre y la mujer, creados por Dios iguales en dignidad pero distintos y complementarios con el fin de que pudieran ser un solo ser viviente abierto a la vida en el matrimonio indisoluble. Ir contra el plan del Creador es ir contra nuestra propia naturaleza. ¿Mi práctica religiosa me permite vivir cada vez mejor en la voluntad de Dios expresada en su Palabra?
Consejo de la semana: Ha comenzado octubre, mes del Rosario y de las misiones. Haz el propósito de rezar cada día el Rosario meditando las escenas evangélicas de cada misterio. Y pide cada día en tu oración por los misioneros a tiempo completo y por cada bautizado para que todos respondamos a nuestra vocación misionera con una vida conforme a nuestra fe. Participa también en los Rosarios en comunidad que celebra la parroquia durante el mes. Las fechas y lugares los encuentras en el boletín.
Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es que queremos tener todo al mismo tiempo: lo que es de Dios y lo que no es de Dios. Pero esto no es posible. Hoy Jesús nos indica cómo debemos actuar cuando nuestro comportamiento nos aleja de la voluntad del Señor (=nos hace pecar). Pone tres ejemplos con tres órganos que están en pareja y cumplen una función importante en el cuerpo. Los comportamientos negativos que hay que eliminar son el apego a la vida terrena (la mano), el querer quedar siempre bien (el pie) y los deseos de grandeza (el ojo). Cuando en vez de tender la mano, se arrebata; cuando el pie arremete contra el hermano en lugar de servirle de apoyo; cuando el ojo mira con desprecio y superioridad en lugar de con amor y misericordia, ahí se da un escándalo: se aparta al hermano de la fe en Dios. ¿Mi comportamiento o mis palabras han llevado a alguna persona a alejarse de Jesús? Rectifiquemos y reparemos el daño.
Consejo de la semana: Te invito a reflexionar: ¿Cómo es tu acogida a los débiles y pequeños en la fe (los que se escandalizan)? ¿Cómo es la acogida de nuestra parroquia a los débiles y pequeños en la fe? Medita sobre lo que Dios te está pidiendo y ponlo en práctica hoy mismo. Si no encuentras cómo, busca ayuda en tus hermanos de fe. Yo estoy disponible siempre para ayudarte.
Llama la atención que ante el reiterado anuncio por parte de Jesús de su Pasión y Muerte –que desembocará en la Resurrección– los discípulos no entiendan. Y es que no pueden entender porque no le creen a Jesús, no se fían de Él. Ya habíamos visto hace varios domingos que para entender, para saber es necesario primero creer. Los discípulos no sólo no entienden cómo se va a desarrollar el mesianismo de Jesús, sino que están totalmente inmersos en el modo de pensar del mundo que se sitúa justo en lo opuesto a la lógica y el modo de actuar de Dios. Jesús quiere abajarse y servir. Los discípulos quieren subir y dominar. Para los hombres el poder está en la dominación, para Dios en el servicio. ¿Cómo vivo el poder en mi familia, trabajo, parroquia?
Consejo de la semana: Jesús nos propone hoy a un niño como modelo de cómo es Dios y de cómo debemos ser nosotros. Se refiere a la humildad, es decir, el reconocimiento de nuestra indigencia y absoluta dependencia de Dios. Santa Teresa de Jesús dijo: “Todo el cimiento de la oración va fundado en humildad, y mientras más se abaja un alma y se empequeñece en la oración, más la ensalza Dios («Moradas Séptimas», 4, 9). Te invito a reflexionar: ¿fundamento mi vida de oración en la humildad abriéndome a la voluntad de Dios, o rezo según la lógica del mundo tratando de que Dios haga lo que yo quiero?
Hoy Jesús nos invita a seguirle. No es una exigencia sino una propuesta. Eso sí, tomada la decisión, el seguimiento no admite escoger los tiempos y ámbitos sino que ha de ser estable y total, siempre y en todas partes: todo debe posponerse al seguimiento. Por eso es necesario aprender a decir “no” a todo lo que se opone al Reino, es decir, negarse a sí mismo. El seguimiento de Cristo requiere asumir la propia cruz como Él hizo. La cruz se refiere al sufrimiento, lo adverso, injusto, doloroso, etc. La cruz asumida con amor no es una desgracia, sino camino de salvación; nos lleva a la resurrección, no a la muerte. Jesús contrapone “salvar la vida” a “perder la vida”. “Salvarla” es querer lo que los hombres quieren, hacer mi voluntad; “perderla” es querer lo que Dios quiere, hacer su voluntad. ¿Quiero salvar mi vida, o quiero entregársela a Dios para que la salve? ¿Qué no le he entregado todavía? ¿Qué me pide Dios?
Consejo de la semana: Pascal escribió en uno de sus Pensamientos: "El conocimiento de Dios sin el de nuestra miseria humana engendra orgullo. El conocimiento de nuestra miseria sin el de Dios engendra desesperación. El conocimiento de Jesucristo es el camino: en él conocemos a Dios y nuestra miseria." Sin oración diaria profunda y sin recurrir con frecuencia (mensualmente, si es posible) a la Confesión no podemos avanzar en el camino de la salvación que es Jesucristo. Toma la firme decisión de confesarte frecuentemente. Verás la diferencia.
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